19 DE FEBRERO – MIÉRCOLES –
6ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Lectura
de la carta del apóstol Santiago (1,19-27):
Tened esto presente, mis queridos hermanos: sed todos
prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira. Porque la ira
del hombre no produce la justicia que Dios quiere.
Por lo tanto, eliminad toda suciedad y esa maldad que os sobra y aceptad dócilmente
la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica
y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos, pues quien
escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a aquel que se miraba la
cara en el espejo, y apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo
era. Pero el que se concentra en la ley perfecta, la de la libertad, y es
constante, no para oír y olvidarse, sino para ponerla por obra, éste encontrará
la felicidad en practicarla.
Hay quien se cree religioso y no tiene a raya su lengua; pero se engaña, su
religión no tiene contenido. La religión pura e intachable a los ojos de Dios
Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse
las manos con este mundo.
Palabra de Dios
Salmo:
14,2-3ab.3cd-4ab
R/.
¿Quién puede habitar en tu monte santo, Señor?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.
El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.
Lectura
del santo Evangelio según San Marcos (8,22-26):
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a
Betsaida. Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos,
le impuso las manos y le preguntó:
«¿Ves algo?»
Empezó a distinguir y dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.»
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró; estaba curado, y
veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole:
«No se lo digas a nadie en el pueblo.»
Palabra del Señor
1. Es posible que la curación de
este ciego esté redactada casi con los mismos detalles de la curación del sordo
(Mc 7,32-37).
En ambos casos, se advierte una clara
influencia de los relatos de curaciones que existían en la literatura helenista
(J. Gnilka). Y puede tener el sentido de criticar a los discípulos de Jesús por
su falta de visión (“¿Tenéis ojos y no veis?”: Mc 8, 18) (Marcus Joel).
2. Pero, en realidad, ¿qué se nos
enseña aquí?
Ante todo, que Jesús cura la ceguera que
con tanta frecuencia tenemos los humanos. Y la cura hasta hacernos ver con
claridad, con precisión, para distinguir cada cosa, para precisar lo que son
seres humanos y distinguirlo de lo que no son.
Es evidente que a eso se refiere el
proceso de creciente clarificación hasta que el hombre llega a distinguir los
hombres de los árboles.
3. No es fácil la curación de
nuestras cegueras. Es tan complejo ese proceso curativo, que fácilmente
confundimos lo humano con lo que no es humano, los hombres con los árboles. Y
por eso confundimos las necesidades humanas con otras necesidades que hasta
pueden ser inhumanas. Cuando la tecnología
se ha perfeccionado hasta hacer posible que veamos, con nitidez y
en directo, lo que ahora mismo está ocurriendo a miles de kilómetros, el progreso
tecnológico nos ciega para ver el retroceso humano que eso puede (y suele)
llevar consigo.
Porque vemos con toda precisión un partido
de futbol que se juega en las antípodas, pero no vemos el sufrimiento, la
soledad, la humillación que sufre el que está junto a nosotros.
Además, ni sospechamos que la altísima
tecnología, que disfrutamos, es posible a costa de consumir y
empobrecer a millones de seres humanos.
Estamos más ciegos que el ciego que curó
Jesús. Y ni siquiera vemos que la nitidez de los criterios evangélicos, antes
que un mensaje
religioso, nos traen la luz que necesitamos para entender lo que
realmente ocurre en este mundo. A partir de ahí, podremos ver el papel que debe
desempeñar el Evangelio en nuestras vidas.
BEATO ALVARO DE CORDOBA
Predicador
Dominico
Martirologio
Romano: En Córdoba, en la región española de Andalucía, conmemoración del
beato Álvaro de Zamora, presbítero de la Orden de Predicadores, que se hizo
célebre por su modo de predicar y contemplar la Pasión del Señor (c. 1430).
Etimológicamente Álvaro
= Aquel que es el defensor de todos, es de origen germánico.
Fecha
de beatificación: El Papa Benedicto XIV, aprobó su culto el
22 de septiembre de 1741.
Breve Biografía
Álvaro
de Córdoba, el beato, nació a mediados del siglo XIV, en Zamora (1360) y murió
en Córdoba el año 1430. Perteneció a la noble familia Cardona.
Entró
en el convento dominico de S. Pedro en Córdoba, en el año 1368. Fue un famoso y
ardiente predicador, y con su ejemplo y sus obras, contribuyó a la reforma de
la Orden, iniciada por el Beato Raimundo de Capua y sus discípulos.
Después
de volver de una peregrinación a Tierra Santa, quedó impactado en el corazón
por el doloroso Camino del Calvario, recorrido por nuestro Salvador.
Deseoso
de vivir una existencia en soledad y perfección, donde poder templar el
espíritu para un apostolado más provechoso, con el favor del rey D. Juan II de
Castilla, del que era su confesor, pudo fundar a tres millas de Córdoba el
famoso y observante convento de Sto. Domingo Escalaceli (Escalera del Cielo),
donde había varios oratorios que reproducían la “vía dolorosa”, por él venerada
en Jerusalén. Esta sagrada representación fue imitada en otros conventos, dando
origen a la devoción tan bella del “Vía Crucis”, apreciadísima en la piedad
cristiana.
De
noche, se retiraba a una gruta distante del convento donde, a imitación de su
Sto. Padre Domingo, oraba y se flagelaba. Con el tiempo, ésta se convirtió en
meta de peregrinaciones para los fieles. Poseía el don de profecía y obró
milagros.
Murió
el 19 de febrero de 1430 y fue sepultado en su convento.
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