lunes, 17 de febrero de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 19 DE FEBRERO – MIÉRCOLES – 6ª – SEMANA DEL T. O. – A – Btº ALVARO DE CÓRDOBA







19 DE FEBRERO – MIÉRCOLES –
6ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Btº  ALVARO  DE  CÓRDOBA

Lectura de la carta del apóstol Santiago (1,19-27):

Tened esto presente, mis queridos hermanos: sed todos prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira. Porque la ira del hombre no produce la justicia que Dios quiere.
Por lo tanto, eliminad toda suciedad y esa maldad que os sobra y aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos, pues quien escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a aquel que se miraba la cara en el espejo, y apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era. Pero el que se concentra en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no para oír y olvidarse, sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla.
Hay quien se cree religioso y no tiene a raya su lengua; pero se engaña, su religión no tiene contenido. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.

Palabra de Dios

Salmo: 14,2-3ab.3cd-4ab

R/. ¿Quién puede habitar en tu monte santo, Señor?

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.

El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.

El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (8,22-26):

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:
«¿Ves algo?»
Empezó a distinguir y dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.»
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró; estaba curado, y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole:
«No se lo digas a nadie en el pueblo.»

Palabra del Señor

1.  Es posible que la curación de este ciego esté redactada casi con los mismos detalles de la curación del sordo (Mc 7,32-37).
En ambos casos, se advierte una clara influencia de los relatos de curaciones que existían en la literatura helenista (J. Gnilka). Y puede tener el sentido de criticar a los discípulos de Jesús por su falta de visión (“¿Tenéis ojos y no veis?”: Mc 8, 18) (Marcus Joel).

2.  Pero, en realidad, ¿qué se nos enseña aquí?
Ante todo, que Jesús cura la ceguera que con tanta frecuencia tenemos los humanos. Y la cura hasta hacernos ver con claridad, con precisión, para distinguir cada cosa, para precisar lo que son seres humanos y distinguirlo de lo que no son.
Es evidente que a eso se refiere el proceso de creciente clarificación hasta que el hombre llega a distinguir los hombres de los árboles.

3.  No es fácil la curación de nuestras cegueras. Es tan complejo ese proceso curativo, que fácilmente confundimos lo humano con lo que no es humano, los hombres con los árboles. Y por eso confundimos las necesidades humanas con otras necesidades que hasta pueden ser inhumanas. Cuando la tecnología
se ha perfeccionado hasta hacer posible que veamos, con nitidez y en directo, lo que ahora mismo está ocurriendo a miles de kilómetros, el progreso tecnológico nos ciega para ver el retroceso humano que eso puede (y suele) llevar consigo.
Porque vemos con toda precisión un partido de futbol que se juega en las antípodas, pero no vemos el sufrimiento, la soledad, la humillación que sufre el que está junto a nosotros.
Además, ni sospechamos que la altísima
tecnología, que disfrutamos, es posible a costa de consumir y empobrecer a millones de seres humanos. 
Estamos más ciegos que el ciego que curó Jesús. Y ni siquiera vemos que la nitidez de los criterios evangélicos, antes que un mensaje 
religioso, nos traen la luz que necesitamos para entender lo que realmente ocurre en este mundo. A partir de ahí, podremos ver el papel que debe desempeñar el Evangelio en nuestras vidas.

BEATO ALVARO DE CORDOBA


Predicador Dominico

Martirologio Romano: En Córdoba, en la región española de Andalucía, conmemoración del beato Álvaro de Zamora, presbítero de la Orden de Predicadores, que se hizo célebre por su modo de predicar y contemplar la Pasión del Señor (c. 1430).

Etimológicamente Álvaro = Aquel que es el defensor de todos, es de origen germánico.

Fecha de beatificación: El Papa Benedicto XIV, aprobó su culto el 22 de septiembre de 1741.

Breve Biografía
Álvaro de Córdoba, el beato, nació a mediados del siglo XIV, en Zamora (1360) y murió en Córdoba el año 1430. Perteneció a la noble familia Cardona.
Entró en el convento dominico de S. Pedro en Córdoba, en el año 1368. Fue un famoso y ardiente predicador, y con su ejemplo y sus obras, contribuyó a la reforma de la Orden, iniciada por el Beato Raimundo de Capua y sus discípulos.
Después de volver de una peregrinación a Tierra Santa, quedó impactado en el corazón por el doloroso Camino del Calvario, recorrido por nuestro Salvador.
Deseoso de vivir una existencia en soledad y perfección, donde poder templar el espíritu para un apostolado más provechoso, con el favor del rey D. Juan II de Castilla, del que era su confesor, pudo fundar a tres millas de Córdoba el famoso y observante convento de Sto. Domingo Escalaceli (Escalera del Cielo), donde había varios oratorios que reproducían la “vía dolorosa”, por él venerada en Jerusalén. Esta sagrada representación fue imitada en otros conventos, dando origen a la devoción tan bella del “Vía Crucis”, apreciadísima en la piedad cristiana.
De noche, se retiraba a una gruta distante del convento donde, a imitación de su Sto. Padre Domingo, oraba y se flagelaba. Con el tiempo, ésta se convirtió en meta de peregrinaciones para los fieles. Poseía el don de profecía y obró milagros.
Murió el 19 de febrero de 1430 y fue sepultado en su convento.


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