miércoles, 19 de febrero de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 DE FEBRERO – JUEVES – 6ª – SEMANA DEL T. O. – A – SAN LEÓN, Obispo





20 DE FEBRERO – JUEVES –
6ª – SEMANA DEL T. O. – A –
SAN LEÓN, Obispo

Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,1-9):

No juntéis la fe en Nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas.
Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado. Al otro, en cambio: Estate ahí de pie o siéntate en el suelo. Si hacéis eso ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos?
Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que le aman? Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre. Y, sin embargo, ¿no son los ricos los que os tratan con despotismo y los que os arrastran a los tribunales? ¿No son ellos los que denigran ese nombre tan hermoso que lleváis como apellido? ¿Cumplís la ley soberana que enuncia la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo?» Perfectamente. Pero si mostráis favoritismos, cometéis un pecado y la Escritura prueba vuestro delito.

Palabra de Dios

Salmo: 33,2-3.4-5.6-7

R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha v lo salva de sus angustias. R/.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (8,27-33):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.»
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó:
«Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos:
«El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días. Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro:
«¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»

Palabra del Señor

1.  Este relato es central en los cuatro evangelios. Porque, con formulaciones distintas, es el momento en el que los discípulos, representados por su portavoz (Pedro), reconocen y confiesan que Jesús es el Mesías (Mt 16, 13-20; Mc 8, 27-30; Lc 9, 18-21; in 6, 66-69).
Por eso, este episodio marca un antes y un después en el conjunto del Evangelio (J. D. G. Dunn).
A partir de este momento, el gran relato del Evangelio se orienta hacia el destino final de Jesús en Jerusalén: su conflicto definitivo, su fracaso y su muerte.

2.  Pero el relato está redactado de manera que aquí se nos presentan dos hechos y dos momentos que son literalmente contradictorios. Porque, en primer lugar, se relata la confesión de la fe de Pedro. Y, en segundo lugar, se nos presenta a Pedro como "Satanás", como algo que Jesús no quiere ni ver.
¿Por qué esta contradicción? 
Porque Pedro reconoce a Jesús como Mesías. Pero no tolera que Jesús sea un Mesías que termina fracasando. 
Pedro, por lo visto, quería un Mesías triunfante y glorioso. Pero el proyecto de Jesús era exactamente lo contrario.
Jesús sabía y aceptaba que iba a morir como un delincuente ajusticiado, o sea en el fracaso total.

3.  Y en esto tenemos el dato más elocuente de este relato. En el enfrentamiento directo de Jesús con Pedro, aparece que Pedro fue quien con más fuerza manifestó su oposición al fracaso final de Jesús.
Y a él fue a quien Jesús rechazó como si fuera el mismísimo Satanás. Lo cual quiere decir que las pretensiones de poder son pretensiones satánicas. Es lo que, con más energía, y de forma más tajante rechaza Jesús. Por el contrario, las pretensiones de Jesús son de cercanía y de identificación con quienes carecen de poder.  La verdadera revolución del  
movimiento de Jesús consiste en esto. Hasta tal punto que, solo desde esta toma de postura, decidida y decisiva en la vida, es posible entender a Jesús, asumir su Evangelio, y poder comunicarlo a otros.
Querer explicar el Evangelio, y la fe en él, desde pretensiones de poder o desde posiciones de privilegio, es lo mismo que intentar hacer posible la cuadratura del círculo.
Hacer eso es vivir en la contradicción. Es lo que vemos en la Iglesia, en el Vaticano, en las catedrales, en las curias episcopales, en no pocas parroquias, etc.
¿Y nos sorprende que la Iglesia se vea marginada, desautorizada, sin credibilidad?

SAN LEÓN, Obispo


San León de Catania, Obispo

Martirologio Romano: En Catania, de Sicilia, san León, obispo, que se ocupó sobre todo del cuidado de los pobres (c. 787).
San León, obispo de Catania, en Sicilia, había nacido en Rávena, hacia la mitad del siglo VIII. Fue llamado el Taumaturgo, por los muchos milagros que hacía. Sus padres le educaron para las glorias humanas.
Pero eran distintas las aspiraciones de León. Se puso bajo la dirección del obispo de Rávena, quien, viendo su pureza de costumbres y su celo apostólico, decidió conferirle la ordenación sacerdotal.
Pudo disfrutar de él poco tiempo, pues muerto Sabino, obispo de Catania, se decidieron los electores por León, no sin antes haber pedido a Dios acierto en la elección. León se oponía, pero le obligaron a aceptar.
Después de su resistencia, puso todo su empeño en cumplir su misión apostólica. Se dedicó a la reforma de costumbres, a la instrucción religiosa de sus fieles, a defender la verdad ante los herejes, al cuidado de todos.
Vivía, como dichas para él, las recomendaciones de San Pedro en su primera Carta: "Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado, no por fuerza sino con blandura, según Dios. Ni por sórdido lucro, sino con prontitud de ánimo. No como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo al rebaño. Así recibiréis la corona inmarcesible de la gloria".
De todas partes acudían a verle y oírle. Todos querían tocar su manto para ser curados. Los emperadores consiguieron que acudiera a Constantinopla, para tenerle cerca, para escuchar sus sabios consejos y pedirle oraciones ante Dios.
Rigió la diócesis como un verdadero sucesor de los apóstoles durante 16 años y hacia finales del siglo VIII, lleno de merecimientos, se durmió en el Señor. El pueblo lloró su muerte como la de un padre y celoso pastor. Fue sepultado en un monasterio que él mismo había hecho construir fuera de las murallas de Catania. Su sepulcro fue muy venerado, sobre todo antes que los árabes ocupasen Sicilia. La fama de sus virtudes y de sus muchos milagros lo convirtió en centro de muchas peregrinaciones.



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