15 DE FEBRERO – SÁBADO –
5ª – SEMANA DEL T. O. – A –
SAN CLAUDIO DE LA COLUMBIERE
Lectura
del primer libro de los Reyes (12,26-32;13,33-34):
En aquellos días, Jeroboán pensó para sus adentros:
«Todavía puede volver el reino a la casa de David. Si la gente sigue yendo
a Jerusalén para hacer sacrificios en el templo del Señor, terminarán
poniéndose de parte de su señor, Roboán, rey de Judá; me matarán y volverán a
unirse a Roboán, rey de Judá.»
Después de aconsejarse, el rey hizo dos becerros de oro y dijo a la gente:
«¡Ya está bien de subir a Jerusalén! ¡Éste es tu Dios, Israel, el que te
sacó de Egipto!»
Luego colocó un becerro en Betel y el otro en Dan.
Esto incitó a pecar a Israel, porque unos iban a Betel y otros a Dan.
También edificó ermitas en los altozanos; puso de sacerdotes a gente de la
plebe, que no pertenecía a la tribu de Leví.
Instituyó también una fiesta el día quince del mes octavo, como la fiesta
que se celebraba en Judá, y subió al altar que había levantado en Betel, a
ofrecer sacrificios al becerro que había hecho.
En Betel estableció a los sacerdotes de las ermitas que había construido.
Jeroboán no se convirtió de su mala conducta y volvió a nombrar sacerdotes de
los altozanos a gente de la plebe; al que lo deseaba lo consagraba sacerdote de
los altozanos.
Este proceder llevó al pecado a la dinastía de Jeroboán y motivó su
destrucción y exterminio de la tierra.
Palabra de Dios
Salmo:
105, 6 7a. 19-20. 21-22
R/.
Acuérdate de mí, Señor,
por amor a tu pueblo
Hemos pecado con nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas. R/.
En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el pais de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.
Lectura
del Evangelio según san Marcos (8,1-10):
Uno de aquellos días, como había mucha gente y no
tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Me da lástima de esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué
comer, y, si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el
camino. Además, algunos han venido desde lejos.»
Le replicaron sus discípulos:
«¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para que se queden
satisfechos?»
Él les preguntó:
«¿Cuántos panes tenéis?»
Ellos contestaron:
«Siete.»
Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó los siete panes, pronunció
la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los
sirvieran.
Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían también unos cuantos peces; Jesús los bendijo, y mandó que los
sirvieran también. La gente comió hasta quedar satisfecha, y de los trozos que
sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil.
Jesús los despidió, luego se embarcó con sus discípulos y se fue a la
región de Dalmanuta.
Palabra del Señor
1.
La multiplicación de los panes es el hecho de la vida de Jesús que más veces se
repite, no solo en los evangelios, sino incluso en toda la Biblia. Porque se repite seis veces (Mc 6,
30-44; Mt 14, 15-23; Lc 9, 12-17; Jn 6, 1-5; Mc 8, 1-11; Mt 15,
32-39).
Como
se puede leer en los pasajes citados, hay una primera
multiplicación de panes que relatan los cuatro evangelios. Y una segunda que se
relata solamente en Mateo y Marcos. Se ha discutido si la
segunda multiplicación de panes es un duplicado, que no pasa de ser una mera
repetición del primer relato de la comida multiplicada por Jesús. No lo
podremos saber nunca con seguridad. Sea lo que sea de esto, lo
que interesa es que debió impresionar mucho a las primeras comunidades de
cristianos. Por eso lo recordaron más que ninguna de las otras cosas que hizo y
dijo Jesús.
La
salud y la comida son las dos cosas que más nos preocupan a todos los
humanos. Por eso, estas dos cosas fueron las que más atendió Jesús.
2.
Debió impresionar mucho a aquellas gentes el hecho humano que con esto se hizo
patente: el hambre de la gente, el hambre en el mundo. Algo que nos tiene que
impresionar tanto, que se nos conmuevan las entrañas hasta el extremo de que no
podamos soportar ver a la gente destrozada y en peligro inminente de desmayar
por el camino. Ahora mismo son unos mil millones de personas, por lo
menos, en el mundo.
3.
Para los cristianos fue muy fuerte también el símbolo cristiano, que
representaba la Eucaristía: la Acción de Gracias, la Fracción del Pan. Cada
domingo,
en cada comunidad de
creyentes en Jesús, se recordaba así la presencia del Señor.
La
mesa compartida les recordaba, además, que la unión y la humanidad, que los
distinguía, tenía su origen en Jesús allí presente, y no en el honor o el
poder, ni en la religión de los ritos y observancias, que eran los valores
supremos de aquella sociedad.
4.
Lo que da pena -si pensamos en todo esto desde la fe cristiana- es que, lo que
empezó siendo una comida compartida, ha terminado siendo una misa,
es decir, un ritual religioso, que, en buena medida, hay mucha gente que no lo
entiende, ni le interesa gran cosa.
¿No
es esto una tarea urgente a remediar?
SAN
CLAUDIO DE LA COLUMBIERE
(año
1641 -1682)
En la
Iglesia Católica hay 12 santos que se llaman Claudio, y éste es el más moderno.
Tiene el honor de haber sido el director espiritual de la propagadora de la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús, Santa Margarita María Alacoque.
Nació
cerca de Lyon, en Francia, en 1641. De familia muy piadosa y acomodada,
al principio sentía mucho temor a entrar a una comunidad religiosa. Pero
llevado a estudiar a un colegio de los Padres Jesuitas, adquirió un enorme
entusiasmo por esta Comunidad y pidió ser admitido como religioso jesuita. Fue
admitido y en la ciudad de Avignon hizo su noviciado y en esa misma ciudad dio
clases por bastantes años.
El año
en que fue declarado santo San Francisco de Sales (1665) los superiores
encomendaron a Claudio de la Colombiere que hiciera el sermón del nuevo santo
ante las religiosas Salesas o de la Visitación. Y en aquella ocasión brillaron
impresionantemente las cualidades de orador de este joven jesuita, y las
religiosas quedaron muy entusiasmadas por seguir escuchando sus palabras.
El
Padre Claudio preparaba con mucho esmero cada uno de sus sermones, y los
escribía antes de pronunciarlos. No los leía al público, porque la lectura de
un sermón le quita muchísima de su vitalidad, pero antes de proclamarlos se
esmeraba por ponerlos por escrito. En Avignon, en Inglaterra, y en París
impresionó muy provechosamente a los que lo escuchaban predicar.
Uno de
los más provechosos descubrimientos de su vida fue el de la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús, tomado de las revelaciones que recibió Santa Margarita.
Cuando Claudio cumplió los 33 años se propuso, después de hacer un mes de
Retiros Espirituales, morir al mundo y a sus vanidades y dedicarse totalmente a
la oración, a la vida interior, a la predicación y a la enseñanza del
catecismo, y a dirigir cuantas más almas pudiera, por el camino de la
santificación.
En
1675 el Padre Claudio fue nombrado superior del colegio de los jesuitas en
Paray le Monial, la ciudad donde vivía Santa Margarita. Esta santa se
encontraba en un mar de dudas, y no hallaba un director espiritual que lograra
comprenderla. Le había contado a un sacerdote las revelaciones y apariciones
que le había hecho el Sagrado Corazón de Jesús, pero aquel sacerdote, que sabía
poco de mística, le dijo que todo eso eran engaños del demonio. Entonces ella
se dedicó a pedirle a Nuestro Señor que le enviara un santo y sabio sacerdote
que la comprendiera, y su oración fue escuchada.
Escribe
así Santa Margarita: "El Padre Claudio vino a predicarnos un sermón, y
mientras él hablaba oí en mi corazón que Jesucristo me decía: ‘He aquí al
sacerdote que te he enviado’. Después del sermón fui a confesarme con él, y me
trató como si ya estuviera enterado e informado de lo que me estaba sucediendo.
En la segunda confesión que hice con él le informé que yo sentía una gran
aversión y repugnancia a confesarme, y me dijo que me felicitaba por esto, pues
con vencer la tal aversión podía cumplir aquel mandato de Jesús que dice: ‘El
que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo’. Este piadoso sacerdote me fue
guiando con gran sabiduría, y demostrando un gran respeto por mi alma me fue
diciendo todo lo bueno y lo malo que había en mi corazón, y con sus consejos me
consoló muchísimo. Me insistía continuamente que aceptara cada día el que se
cumpliera en mí todo lo que la Santa Voluntad de Dios permitiera que me
sucediera, y me enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir las
comunicaciones divinas con fe y humildad".
Claudio
no sólo dirigió espiritualmente a la santa que el Sagrado Corazón escogió para
hacerle sus revelaciones, sino que dedicó toda su vida restante y sus muchas
energías en propagar por todas partes la devoción del Corazón de Jesús.
Fue
enviado el santo sacerdote a Inglaterra, y allí, como predicador de los altos
empleados del gobierno, logró muchas conversiones de protestantes hacia el
catolicismo. Su tema favorito era la devoción al Sagrado Corazón. Pero los
protestantes, que eran muy poderosos en aquel país, le inventaron toda clase de
calumnias y obtuvieron que fuera puesto preso y condenado a muerte. Sólo la
intervención del rey Luis XIV de Francia logró que no lo mataran. Pero los
meses pasados en la prisión le destruyeron casi por completo su salud.
Fue
expulsado de Inglaterra a Paray le Monial, la ciudad desde donde se propagó a
todo el mundo la devoción al Corazón de Jesús. Santa Margarita le anunció que
él moriría en aquella ciudad, y así sucedió el 15 de febrero del año 1682.
Santa Margarita recibió una revelación en la cual se le decía que el Padre
Claudio estaba ya en el cielo.
El
Papa Juan Pablo II lo declaró santo en 1992.
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