26 DE FEBRERO –
MIÉRCOLES DE CENIZA – A –
Lectura de la profecía de Joel (2,12-18):
AHORA —oráculo del Señor—,
convertíos a mí de todo corazón,
con ayunos, llantos y lamentos;
rasgad vuestros corazones, no vuestros
vestidos,
y convertíos al Señor vuestro Dios,
un Dios compasivo y misericordioso,
lento a la cólera y rico en amor,
que se arrepiente del castigo.
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá
dejando tras de sí la bendición,
ofrenda y libación
para el Señor, vuestro Dios!
Tocad la trompeta en Sion,
proclamad un ayuno santo,
convocad a la asamblea,
reunid a la gente,
santificad a la comunidad,
llamad a los ancianos;
congregad a los muchachos
y a los niños de pecho;
salga el esposo de la alcoba
y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar
lloren los sacerdotes,
servidores del Señor,
y digan:
«Ten compasión de tu pueblo, Señor;
no entregues tu heredad al oprobio
ni a las burlas de los pueblos».
¿Por qué van a decir las gentes:
«Dónde está su Dios»?
Entonces se encendió
el celo de Dios por su tierra
y perdonó a su pueblo.
Palabra de Dios
Salmo: 50,3-4.5-6a.12-13.14.17
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado
V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
V/. Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/.
V/. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
V/. Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios
(5,20–6,2):
HERMANOS:
Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por
medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que
nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia
de Dios. Pues dice:
«En el tiempo favorable te escuché, en
el día de la salvación te ayudé».
Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser
vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre
celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la
gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que
hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie
en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los
hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu
Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo
recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste,
como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que
ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para
que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido;
y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Palabra del Señor
1. El tiempo
litúrgico de Cuaresma ha perdido, entre la gran mayoría de la gente, la
significación religiosa y sagrada que, durante siglos, ha tenido en los países
de tradición cristiana. Es una consecuencia más del hecho cultural la
"secularización".
Esto, que llamamos
"secularización", es uno de los cambios más importantes que se
han producido, en los países más desarrollados, en últimos tiempos. Una de las
manifestaciones más claras de la "secularización” consiste en que se
difumina, y termina por desaparecer, la distinción y la separación entre
"lo sagrado" y "lo profano.
Antiguamente, la
Cuaresma era, para los cristianos, algo parecido a lo que es el Ramadán para
los musulmanes. Era un tiempo (del miércoles de ceniza hasta la Semana Santa)
de rezos y mortificaciones. Porque se pensaba que así nos hacíamos mejores
personas y nos
acercábamos a Dios.
2. El evangelio de
hoy nos presenta tres actos religiosos importantes:
a) La limosna
(relación con los demás).
b) La oración
(relación con Dios).
c) El ayuno
(relación consigo mismo).
Pues bien, Jesús
dice que estas tres cosas se deben hacer de forma que nadie se entere de que
somos personas religiosas. Por eso, Jesús insiste en que todo eso se haga
"en secreto", ocultamente (en krytptó), o sea de forma que nadie lo
vea ni lo note. Porque Dios —el Dios que se nos da a conocer en Jesús—
"solamente ve lo oculto", lo que no se advierte y, por tanto, pasa
inadvertido. De manera que, cuanto más inadvertido, más lo ve Dios y más se
fija Dios en lo que haces.
3. Por
supuesto, aquí se nos recomienda la humildad y la consiguiente fuga de toda
forma de ostentación o vanidad infantil. Pero aquí nos enseña Jesús algo mucho
más fuerte, más importante. Jesús no quiere que se note nuestra religiosidad,
sino nuestra honradez, nuestra honestidad, nuestra generosidad.
Dicho de otra
manera y con más claridad: Jesús quiere una religiosidad "laica" y
"secular". Una religión que se manifiesta, no en actos religiosos de
ostentación, sino en comportamientos honestos, honrados, misericordiosos y de
extrema bondad. Incluyendo en esos actos, también la oración, el recurso a
Dios, la fe en Dios. Pero que todo eso se note, no en tus exhibiciones
religiosas, sino en tu integridad ética.
SAN NECTOR
En Perge, en Panfilia, pasión de san Néstor, obispo de Magido y
mártir, que en la persecución bajo el emperador Decio fue condenado por el
prefecto de la provincia a morir en una cruz, para que sufriese la misma pena
del Crucificado a quien confesaba.
Polio, gobernador de Panfilia y Frigia durante el reinado de
Decio, trató de ganarse el favor del emperador, aplicando cruelmente su edicto
de persecución contra los cristianos. Néstor, el obispo de Magido, gozaba de
gran estima entre los cristianos y los paganos. Aunque comprendió que el
martirio no se haría esperar, no pensó en sí mismo, sino en su grey y se dedicó
a buscar sitios de refugio para sus fieles, pero él mismo no se ocultó,
aguardando tranquilamente su hora. Cuando se hallaba orando, le avisaron que
los oficiales de justicia le buscaban. Tras recibir sus respetuosos saludos, el
obispo les dijo: «¿Qué os trae por aquí, hijos míos?» Ellos replicaron: «El
irenarca y los magistrados de la curia desean veros». San Néstor hizo la señal
de la cruz, se cubrió la cabeza y les siguió hasta el foro. Cuando el obispo
entró, toda la corte se puso de pie como señal de respeto. Los oficiales le
hicieron sentar en un sitial frente a los magistrados. El irenarca le preguntó:
-Señor, ¿estáis al tanto de la orden del
emperador?
-Yo sólo conozco la orden del Todopoderoso,
no la del emperador- respondió el obispo.
El magistrado replicó:
-Os aconsejo que procedáis con calma para
que no tenga yo que condenaros.
Como San Néstor se mostrase inflexible, le
amenazó con la tortura, pero el obispo replicó:
-La única tortura que temo es la que Dios
pueda infligirme. Puedes estar seguro de que, en el tormento y fuera de él, no
dejaré de confesar a Dios.
Contra su voluntad, la corte tuvo que enviarle ante el
gobernador. El irenarca le condujo, pues, a Perga. Aunque no tenía amigos en
esa ciudad, su fama le había precedido de suerte que los magistrados empezaron
por rogarle amable y cortésmente que abjurase de su religión. Néstor se negó
con firmeza. Entonces Polio ordenó que le tendiesen en el potro. En tanto que
el verdugo le desgarraba con garfios los costados, Néstor cantaba: «En todo
tiempo daré gracias al Señor y mi boca no se cansará de alabarle». El juez le
preguntó si no se avergonzaba de poner su confianza en un hombre que había
muerto crucificado. Néstor contestó:
-Bendita sea entonces mi vergüenza y la de
todos los que invocan al Señor.
Polio le dijo:
- ¿Vas a ofrecer sacrificios, o no?
- ¿Estás con Cristo o con nosotros?
El mártir replicó:
-Con Cristo ahora y siempre: con Él estoy
ahora y con Él estaré eternamente.
Entonces Polio le sentenció a morir crucificado. Desde la
cruz, san Néstor exhortó y alentó a los cristianos que le rodeaban. Su muerte
fue un verdadero triunfo, pues, cuando el obispo pronunció sus últimas
palabras: «Hijos míos, postrémonos y oremos a Dios por Nuestro Señor
Jesucristo», cristianos y paganos se arrodillaron a orar, en tanto que el mártir
exhalaba el último suspiro.
fuente:
«Vidas de los santos de A. Butler»
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