6 DE FEBRERO – JUEVES –
4ª – SEMANA DEL T. O. – A
SAN PABLO
MIKI Y COMPAÑEROS MÁRTIRES
Lectura
del primer libro de los Reyes (2,1-4.10-12):
Estando ya próximo a morir, David hizo estas
recomendaciones a su hijo Salomón:
«Yo emprendo el viaje de todos. ¡Ánimo, sé un hombre! Guarda las consignas
del Señor, tu Dios, caminando por sus sendas, guardando sus preceptos,
mandatos, decretos y normas, como están escritos en la ley de Moisés, para que
tengas éxito en todas tus empresas, dondequiera que vayas; para que el Señor
cumpla la promesa que me hizo: "Si tus hijos saben comportarse, caminando
sinceramente en mi presencia, con todo el corazón y con toda el alma, no te
faltará un descendiente en el trono de Israel."»
David fue a reunirse con sus antepasados y lo enterraron en la Ciudad de
David. Reinó en Israel cuarenta años: siete en Hebrón y treinta y tres en
Jerusalén.
Salomón le sucedió en el trono, y su reino se consolidó.
Palabra de Dios
Salmo:
1Cro 29,10.11ab.11d-12a.12bcd
R/.
Tú eres Señor del universo
Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos. R/.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y
tierra. R/.
Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria. R/.
Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (6,7-13):
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue
enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les
encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni
alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una
túnica de repuesto.
Y añadió:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si
un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los
pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían
con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor
1.
Este relato no empieza hablando de "potestad", sino de
"autoridad. Pero la
"autoridad" que Jesús da a sus discípulos no es para enseñar, sino
para curar.
En las ideas que la gente tenía en
aquellos tiempos, entraba que los "espíritus inmundos" era el nombre
que se les ponía a algunas enfermedades.
En los evangelios está claro que a Jesús le preocupaba más la salud de
la gente que las ideas que cada uno tuviera. Y, sobre todo, lo que más llama la
atención es que el interés de Jesús se centraba en la salud (lo profano), no en
la religión (lo sagrado). Jesús veía claro que a Dios lo encontramos en la
humanidad. Por eso, para salvar al
mundo, Dios se hizo humano, se encarnó en un ser humano, en Jesús.
2.
Para la misión, es decir, para curar, para sanar, para dar vida, a
juicio de Jesús, no se necesita dinero ni aparecer como personas importantes.
Jesús no quería que fueran pobres, sino que fueran libres. Porque los bienes
atan, crean dependencias y hasta esclavizan. Y así, desde luego, se podrán
organizar muchas cosas, pero vida y felicidad no se da mucha o quizá ninguna.
3.
La libertad de los discípulos no debe dejarles atarse a nada. Donde no
les reciban, no deben insistir. Lo que recomienda Jesús es que se vayan a otra
parte. Jesús quería (y quiere) hombres siempre libres como las aves del cielo.
Es el ideal utópico del Evangelio, que
tendría que marcar los caminos de todo el que pretenda enseñar la Buena
Noticia, transmitir esperanza y contagiar felicidad. Solo así podemos encontrar
a Dios.
SAN PABLO MIKI Y COMPAÑEROS MÁRTIRES
Mártires de Japón
Pablo nació en Japón entre los años 1564 y 1566. Ingresó en la
Compañía de Jesús y predicó con mucho fruto el evangelio entre sus
conciudadanos.
Al
arreciar la persecución contra los católicos, fue encarcelado junto con otros
veinticinco, entre ellos san Pedro Bautista, franciscano español, con cinco
hermanos de hábito.
Después
de soportar graves ultrajes, fueron crucificados en Nagasaki el 5 de febrero de
1597.
Martirologio
Romano: En Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con
veinticinco compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho
presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos
Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos,
fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte.
Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces,
manifestando su alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).
El
primero que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco
Javier, quien trabajó allí en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos
llegaron a ser unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el “secreto” que
hizo posible esta expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron
por los modos de vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la
enseñanza cristiana, y el empeño de insertar elementos locales en la
predicación y en la administración.
Fue
catequista jesuita un joven llamado Pablo Miki, nacido entre los años 1564 y
1566, de una rica familia de Kyoto. Quería ser sacerdote, pero su ordenación
fue postergada “sine die”, porque la única diócesis todavía no tenía obispo.
Además, en 1587 el emperador Toyotomi Hideyoshi, que se propuso la conquista de
Corea, cambió su actitud benévola para con los cristianos y publicó un decreto
de expulsión de los misioneros extranjeros.
La
orden se cumplió en parte: algunos misioneros permanecieron en el país de
incógnito, y en 1593 algunos franciscanos españoles, dirigidos por Pedro
Bautista, llegaron a Japón procedentes de Filipinas y fueron bien recibidos por
Hideyoshi. Pero poco después vino la ruptura definitiva, incluso por motives
políticos anti-españoles y anti-occidentales. El 9 de diciembre fueron
arrestados seis franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la Asunción, Francisco
Blanco, Felipe Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo García), tres
jesuitas (Pablo Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos
terciarios franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran
catequistas.
Después
de haberles cortado el lóbulo izquierdo, los 26 fueron llevados de Meaco a
Nagasaki, para exponerlos a la burla de las muchedumbres, que más bien
admiraron la heroica valentía que manifestaron sobre todo en el momento de la
muerte, cuando fueron crucificados en una colina de Nagasaki el 5 de febrero de
1597. Despertaron gran conmoción las palabras de perdón y de testimonio
evangélico pronunciadas por Pablo Miki desde la cruz, y la serenidad y valentía
que demostraron Luis Ibaraki (de 11 años), Antonio (de trece) y Tomás Cosaki
(de catorce), que murieron cantando el salmo: “Laudate, pueri, Dominum...”
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