18 DE FEBRERO – MARTES –
6ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Eladio
Lectura
de la carta del apóstol Santiago (1,12-18):
Dichoso el hombre que soporta la prueba, porque, una
vez aquilatado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los
que lo aman.
Cuando alguien se ve tentado, no diga que Dios lo tienta; Dios no conoce la
tentación al mal y él no tienta a nadie.
A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y
seduce; el deseo concibe y da a luz el pecado, y el pecado, cuando se comete,
engendra muerte.
Mis queridos hermanos, no os engañéis. Todo beneficio y todo don perfecto
viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni periodos
de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró,
para que seamos como la primicia de sus criaturas.
Palabra de Dios
Salmo:
93,12-13a.14-15.18-19
R/.
Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor
Dichoso el hombre a quien tú educas,
al que enseñas tu ley,
dándole descanso tras los años duros. R/.
Porque el Señor no rechaza a su pueblo,
ni abandona su heredad:
el justo obtendrá su derecho,
y un porvenir los rectos de corazón. R/.
Cuando me parece que voy a tropezar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
cuando se multiplican mis
preocupaciones,
tus consuelos son mi delicia. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (8,14-21):
En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar
pan, y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les recomendó:
«Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.»
Ellos comentaban:
«Lo dice porque no tenemos pan.»
Dándose cuenta, les dijo Jesús:
«¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes
sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís?
A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes
entre cinco mil? ¿Os acordáis?»
Ellos contestaron:
«Doce.»
«¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre
cuatro mil?»
Le respondieron:
«Siete.»
Él les dijo:
«¿Y no acabáis de entender?»
Palabra del Señor
1. La levadura (zymé) no significa
lo mismo que fermento, cosa que en tiempos antiguos era poco frecuente. La
nueva masa se fermentaba mezclándola con una pequeña porción
de masa de la semana anterior, que se había guardado con el fin de
que se convirtiera en levadura, tal y como hoy se hace con el yogur de la
cocción anterior. De ahí que la palabra "levadura", en este texto,
puede significar aproximadamente como "pan con
levadura" o fermentado (cf. Lv 7, 13) (Marcus Joel, L. I. Robinowitz).
Esta sencilla explicación ayuda a
comprender que, por más que fuera poco frecuente el uso de nuestra levadura
actual, podía utilizarse como metáfora para referirse a conductas que tenían
poder de transformación de la realidad.
2. Esto supuesto, Jesús les advierte
a los discípulos que tengan cuidado con la levadura de los fariseos y de
Herodes.
Por tanto, Jesús les advierte a sus
seguidores (los de entonces y los de ahora) que tengan cuidado con la
influencia (normalmente negativa) que una persona o un mensaje puede
tener.
Esta imagen se utilizaba como advertencia
(Lev 2, 11; Mt 13, 13; 1 Cor 5, 6-8; Gal 5, 9) (H. Windisch).
¿Por qué esta advertencia en este caso?
Los fariseos y la gente de Herodes
aparecen, en el evangelio de Marcos, asociados nada menos que para matar a
Jesús (Mc 3, 6).
Jesús advierte a los discípulos del
peligro de ceguera, que les puede llevar a situarse en contra de él.
¿Por qué?
3. Porque no acababan de fiarse de
Jesús. Y por eso mismo, no creían de verdad en él.
En este caso: no creían en la fuerza que
tiene la decisión de ir por la vida compartiendo lo que se tiene. Por
tanto, no creían que quien
comparte lo que tiene, jamás se verá falto de lo que necesita. O
sea, aquellos hombres no creían en la fuerza de cambio que tiene la
solidaridad.
Por eso mismo, lo que realmente les pasaba
es que no creían en Jesús. Esto ocurre
demasiadas veces en la vida: "no terminamos de creer -en
serio y de verdad- en Jesús".
No estamos persuadidos de que,
viviendo como él vivió, la vida cambia por completo. En esto radica
nuestro mayor problema.
San Eladio
Arzobispo importante por su cometido entre
los visigodos toledanos de su tiempo. Tuvo el buen gusto de admitir al
diaconado a san Ildefonso que le sucedería también en la sede arzobispal de
Toledo. Pasó dieciocho años al servicio de los cristianos como sucesor de los
Apóstoles, desde que murió Aurasio, su antecesor en el mismo ministerio, y
construyó también el templo de santa Leocadia.
Su padre llevó antes que él su nombre y
ocupaba un cargo importante en la Corte. En familia de buenos cristianos nació
Eladio, en Toledo, pasando la segunda mitad del siglo VI. Llega a sobresalir
tanto en el cuidado de los negocios y tan merecedor es de confianza que el rey
lo nombra administrador de sus finanzas ¡un antecedente de los ministros de
Hacienda de hoy!
No se le sube a la cabeza de mala manera el
honor, ni las riquezas, ni el poder que su cargo conlleva. No, no se dejó
deslumbrar por la grandeza. Desde siempre era conocida su devoción y la
fidelidad a las prácticas de vida cristiana. San Ildefonso dice de él que «aunque
vestía secular, vivía como un monje». Y no le faltaba razón, porque frecuentaba
el retiro monacal del monasterio Agaliense próximo a Toledo y algo se le
pegaría.
Entre los afanes de las cuentas,
recaudaciones, ajustes y distribución de dineros le llega la hora de la
vocación a cosas más altas. Hay un cambio de negocio y quien lo propone es el
Señor. Con voluntad desprendida deja bienes, afanes terrenos, comodidades,
familia y mucho honor. Tomado hábito, a la muerte del abad, los monjes le
eligen para esa su misión.
Después viene otra muerte, porque así vamos pasando los hombres. Se
resiste Eladio a aceptar la distinción de arzobispo, pero la silla toledana
necesita un sucesor después de la muerte de Aurasio. Los años no son obstáculo
para reformar el estamento eclesiástico, mejorar el estado secular y cuidar el
culto divino. Como obispo no puede olvidar a los más necesitados en lo material
porque sin caridad no hay cristianismo creíble; y es en este punto donde su
discípulo y sucesor Ildefonso escribe: «Las limosnas y misericordias que hacía
Eladio eran tan copiosas que era como si entendiese que de su estómago estaban
asidos como miembros los necesitados, y de él se sustentaban sus entrañas»;
este era un motivo más para cuidar la austeridad de su mesa arzobispal, debía
ser frugal en la comida para no defraudar a los pobres.
Aún tuvo más entresijos su vida; negoció
delicadamente con Sisebuto la ardua cuestión que planteaba la convivencia
diaria entre las comunidades de judíos y cristianos que era fuente permanente
de conflictos religiosos y de desorden social.
Murió el 18 de febrero del año 632.
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