lunes, 17 de febrero de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 18 DE FEBRERO – MARTES – 6ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Eladio




18 DE FEBRERO – MARTES –
6ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Eladio

Lectura de la carta del apóstol Santiago (1,12-18):

Dichoso el hombre que soporta la prueba, porque, una vez aquilatado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman.
Cuando alguien se ve tentado, no diga que Dios lo tienta; Dios no conoce la tentación al mal y él no tienta a nadie.
A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce; el deseo concibe y da a luz el pecado, y el pecado, cuando se comete, engendra muerte.
Mis queridos hermanos, no os engañéis. Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni periodos de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas.

Palabra de Dios

Salmo: 93,12-13a.14-15.18-19

R/. Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor

Dichoso el hombre a quien tú educas,
al que enseñas tu ley,
dándole descanso tras los años duros. R/.

Porque el Señor no rechaza a su pueblo,
ni abandona su heredad:
el justo obtendrá su derecho,
y un porvenir los rectos de corazón. R/.

Cuando me parece que voy a tropezar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
cuando se multiplican mis preocupaciones,
tus consuelos son mi delicia. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,14-21):

En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca.
Jesús les recomendó:
«Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.»
Ellos comentaban:
«Lo dice porque no tenemos pan.»
Dándose cuenta, les dijo Jesús:
«¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís?
A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?»
Ellos contestaron:
«Doce.»
«¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?»
Le respondieron:
«Siete.»
Él les dijo:
«¿Y no acabáis de entender?»

Palabra del Señor

1.  La levadura (zymé) no significa lo mismo que fermento, cosa que en tiempos antiguos era poco frecuente. La nueva masa se fermentaba    mezclándola con una pequeña porción de masa  de la semana anterior, que se había guardado  con el fin de que se convirtiera en levadura, tal y como hoy se hace con el yogur de la cocción anterior. De ahí que la palabra "levadura", en este texto, puede significar aproximadamente    como "pan con levadura" o fermentado (cf. Lv 7, 13) (Marcus Joel, L. I. Robinowitz).
Esta sencilla explicación ayuda a comprender que, por más que fuera poco frecuente el uso de nuestra levadura actual, podía utilizarse como metáfora para referirse a conductas que tenían
poder de transformación de la realidad.

2.  Esto supuesto, Jesús les advierte a los discípulos que tengan cuidado con la levadura de los fariseos y de Herodes.
Por tanto, Jesús les advierte a sus seguidores (los de entonces y los de ahora) que tengan cuidado con la influencia (normalmente negativa) que una persona o un mensaje puede
tener.
Esta imagen se utilizaba como advertencia (Lev 2, 11; Mt 13, 13; 1 Cor 5, 6-8; Gal 5, 9) (H. Windisch).
¿Por qué esta advertencia en este caso?
Los fariseos y la gente de Herodes aparecen, en el evangelio de Marcos, asociados nada menos que para matar a Jesús (Mc 3, 6).
Jesús advierte a los discípulos del peligro de ceguera, que les puede llevar a situarse en contra de él.
¿Por qué?

3.  Porque no acababan de fiarse de Jesús. Y por eso mismo, no creían de verdad en él.
En este caso: no creían en la fuerza que tiene la decisión de ir por la vida  compartiendo lo que se tiene. Por tanto, no creían que quien
comparte lo que tiene, jamás se verá falto de lo que necesita. O sea, aquellos hombres no creían en la fuerza de cambio que tiene la solidaridad.
Por eso mismo, lo que realmente les pasaba es que no creían en Jesús. Esto ocurre
demasiadas veces en la vida: "no terminamos de creer -en serio y de verdad- en Jesús".
No estamos persuadidos de que, viviendo   como él vivió, la vida cambia por completo. En esto radica nuestro mayor problema.

San Eladio


Arzobispo importante por su cometido entre los visigodos toledanos de su tiempo. Tuvo el buen gusto de admitir al diaconado a san Ildefonso que le sucedería también en la sede arzobispal de Toledo. Pasó dieciocho años al servicio de los cristianos como sucesor de los Apóstoles, desde que murió Aurasio, su antecesor en el mismo ministerio, y construyó también el templo de santa Leocadia.
Su padre llevó antes que él su nombre y ocupaba un cargo importante en la Corte. En familia de buenos cristianos nació Eladio, en Toledo, pasando la segunda mitad del siglo VI. Llega a sobresalir tanto en el cuidado de los negocios y tan merecedor es de confianza que el rey lo nombra administrador de sus finanzas ¡un antecedente de los ministros de Hacienda de hoy!
No se le sube a la cabeza de mala manera el honor, ni las riquezas, ni el poder que su cargo conlleva. No, no se dejó deslumbrar por la grandeza. Desde siempre era conocida su devoción y la fidelidad a las prácticas de vida cristiana. San Ildefonso dice de él que «aunque vestía secular, vivía como un monje». Y no le faltaba razón, porque frecuentaba el retiro monacal del monasterio Agaliense próximo a Toledo y algo se le pegaría.
Entre los afanes de las cuentas, recaudaciones, ajustes y distribución de dineros le llega la hora de la vocación a cosas más altas. Hay un cambio de negocio y quien lo propone es el Señor. Con voluntad desprendida deja bienes, afanes terrenos, comodidades, familia y mucho honor. Tomado hábito, a la muerte del abad, los monjes le eligen para esa su misión.
Después viene otra muerte, porque así vamos pasando los hombres. Se resiste Eladio a aceptar la distinción de arzobispo, pero la silla toledana necesita un sucesor después de la muerte de Aurasio. Los años no son obstáculo para reformar el estamento eclesiástico, mejorar el estado secular y cuidar el culto divino. Como obispo no puede olvidar a los más necesitados en lo material porque sin caridad no hay cristianismo creíble; y es en este punto donde su discípulo y sucesor Ildefonso escribe: «Las limosnas y misericordias que hacía Eladio eran tan copiosas que era como si entendiese que de su estómago estaban asidos como miembros los necesitados, y de él se sustentaban sus entrañas»; este era un motivo más para cuidar la austeridad de su mesa arzobispal, debía ser frugal en la comida para no defraudar a los pobres.
Aún tuvo más entresijos su vida; negoció delicadamente con Sisebuto la ardua cuestión que planteaba la convivencia diaria entre las comunidades de judíos y cristianos que era fuente permanente de conflictos religiosos y de desorden social.
Murió el 18 de febrero del año 632.


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