domingo, 23 de febrero de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 24 DE FEBRERO – LUNES – 7ª – SEMANA DEL T. O. – A –






24 DE FEBRERO – LUNES –
7ª – SEMANA DEL T. O. – A –

Lectura de la carta del apóstol Santiago (3,13-18):

¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero, si tenéis el corazón amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduria no viene del cielo, sino que es terrena, animal, diabólica.
Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.

Palabra de Dios

Salmo: 18,8.9.10.15

R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,14-29):

En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al llegar a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
Él les preguntó:
«¿De qué discutís?»
Uno le contestó:
«Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.»
Él les contestó:
«¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre:
«¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?»
Contestó él:
«Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.»
Jesús replicó:
«¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.»
Entonces el padre del muchacho gritó:
«Tengo fe, pero dudo; ayúdame.»
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:
«Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.»
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas:
«¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Él les respondió:
«Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.»

Palabra del Señor

1. Después de la Transfiguración (Mc 9, 2-8), Jesús vuelve al mundo del sufrimiento y el dolor. Es lo primero que sucede, en cuanto Jesús desciende del monte en el que se ha transfigurado.
En realidad, lo que aquí se palpa es (que el Transfigurado" es el Dios "humanizado".) El Dios que se ocupa del dolor humano. Porque tal es el comportamiento de Jesús en cuanto desciende del monte de la teofanía.
Dios se manifiesta sanando al niño enfermo de epilepsia, ya que eso es lo que indica el relato al describir las características de enfermedad.  Como ya se ha dicho a propósito de otros relatos de endemoniados, hablar de "espíritus inmundos", en las culturas antiguas, era la forma de expresar ciertos tipos de enfermedad.

2.  Pero, en este caso, no se trataba de una enfermedad cualquiera. Más que eso, se trataba de una fuerza de muerte, que lanzaba a la criatura al fuego para acabar con el muchacho. 
Al presentar este relato inmediatamente después de la Transfiguración, el evangelio de Marcos está diciendo que el "Transfigurado", que es plenitud de vida, defiende la vida y libera de las amenazas de muerte donde las haya.
Por tanto, creer en Jesús transfigurado y resucitado es ir por la vida luchando contra tantos peligros de muerte y exterminio, que por desgracia encontramos con tanta frecuencia por todas partes.

3.  Pero esto se consigue a base de tener una fe sólida y consecuente. No se trata de no tener dudas. Se puede tener una fe con dudas, y las inseguridades y oscuridades, como le ocurría al padre del niño epiléptico. Y como nos ocurre al común de los mortales.
Lo importante es tener la actitud de aquel padre que, desde la oscuridad y la debilidad de una fe sin claridad alguna, pide ayuda, muestra el deseo, el anhelo del que se siente débil.
Es la actitud de la fe que alcanza lo que necesita. En los problemas de fe, lo importante no es la claridad y la seguridad, sino la búsqueda que nunca se cansa de buscar.

San Sergio de Capadocia


San Sergio, cuya fiesta se celebra hoy, fue un mártir de Cesarea de Capadocia, casi ignorado por las fuentes hagiográficas griegas y bizantinas. Tuvo una cierta popularidad, gracias a una Passio latina que así nos describe su martirio: Durante las celebraciones anuales en honor de Júpiter, en la época del emperador Diocleciano, el gobernador de Armenia y Capadocia, Sapricio, cuando estaba en Cesarea, ordenó que fueran convocados ante el templo pagano todos los cristianos de la ciudad a rendir culto a Júpiter. Entre la multitud compareció también Sergio, un anciano magistrado, que desde hacía tiempos había abandonado la toga para llevar vida eremítica.
Su presencia produjo el efecto sorprendente de apagar los fuegos preparados para los sacrificios. Inmediatamente se atribuyó la causa del extraño fenómeno a los cristianos que con su rechazo habían irritado al dios. Sergio se adelantó y explicó que la razón de la impotencia de los dioses paganos había que buscarla muy arriba, en la omnipotencia del verdadero y único Dios, que adoraban los cristianos.

Sergio fue arrestado y llevado ante el gobernador, que con un juicio sumario lo condenó inmediatamente a la decapitación. Pronto ejecutaron la sentencia: era el 24 de febrero. Los cristianos recogieron el cuerpo del mártir y lo enterraron en la casa de una piadosa mujer. De ahí fueron llevadas las reliquias a España, a la ciudad de Úbeda, Jaén en Andalucía.

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