24 DE FEBRERO – LUNES –
7ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Lectura
de la carta del apóstol Santiago (3,13-18):
¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo
demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría.
Pero, si tenéis el corazón amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis
gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduria no viene del cielo, sino
que es terrena, animal, diabólica.
Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La
sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz,
comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera.
Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.
Palabra de Dios
Salmo:
18,8.9.10.15
R/.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son
verdaderos
y enteramente justos. R/.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi
corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (9,14-29):
En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos
bajaron de la montaña, al llegar a donde estaban los demás discípulos, vieron
mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús,
la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
Él les preguntó:
«¿De qué discutís?»
Uno le contestó:
«Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar
y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y
se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido
capaces.»
Él les contestó:
«¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré
que soportar? Traédmelo.»
Se lo llevaron.
El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se
revolcaba, echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre:
«¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?»
Contestó él:
«Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para
acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.»
Jesús replicó:
«¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.»
Entonces el padre del muchacho gritó:
«Tengo fe, pero dudo; ayúdame.»
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo:
«Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.»
Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un
cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo
levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas:
«¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Él les respondió:
«Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.»
Palabra del Señor
1. Después de la
Transfiguración (Mc 9, 2-8), Jesús vuelve al mundo del sufrimiento y el dolor.
Es lo primero que sucede, en cuanto Jesús desciende del monte en el que se ha
transfigurado.
En realidad, lo que aquí se palpa es (que el
Transfigurado" es el Dios "humanizado".) El Dios que se ocupa
del dolor humano. Porque tal es el comportamiento de Jesús en cuanto desciende
del monte de la teofanía.
Dios se manifiesta sanando al niño enfermo de
epilepsia, ya que eso es lo que indica el relato al describir las
características de enfermedad. Como ya se ha dicho a propósito de otros
relatos de endemoniados, hablar de "espíritus inmundos", en las
culturas antiguas, era la forma de expresar ciertos tipos de enfermedad.
2. Pero, en este
caso, no se trataba de una enfermedad cualquiera. Más que eso, se trataba de
una fuerza de muerte, que lanzaba a la criatura al fuego para acabar con el
muchacho.
Al presentar este
relato inmediatamente después de la Transfiguración, el evangelio de Marcos
está diciendo que el "Transfigurado", que es plenitud de vida,
defiende la vida y libera de las amenazas de muerte donde las haya.
Por tanto, creer en
Jesús transfigurado y resucitado es ir por la vida luchando contra tantos
peligros de muerte y exterminio, que por desgracia encontramos con tanta
frecuencia por todas partes.
3. Pero esto
se consigue a base de tener una fe sólida y consecuente. No se trata de no
tener dudas. Se puede tener una fe con dudas, y las inseguridades y
oscuridades, como le ocurría al padre del niño epiléptico. Y como nos ocurre al
común de los mortales.
Lo importante es
tener la actitud de aquel padre que, desde la oscuridad y la debilidad de una
fe sin claridad alguna, pide ayuda, muestra el deseo, el anhelo del que se siente
débil.
Es la actitud de la
fe que alcanza lo que necesita. En los problemas de fe, lo importante no es la
claridad y la seguridad, sino la búsqueda que nunca se cansa de buscar.
San Sergio de Capadocia
San Sergio, cuya fiesta
se celebra hoy, fue un mártir de Cesarea de Capadocia, casi ignorado por las
fuentes hagiográficas griegas y bizantinas. Tuvo una cierta popularidad,
gracias a una Passio latina que así nos describe su martirio: Durante las
celebraciones anuales en honor de Júpiter, en la época del emperador
Diocleciano, el gobernador de Armenia y Capadocia, Sapricio, cuando estaba en
Cesarea, ordenó que fueran convocados ante el templo pagano todos los
cristianos de la ciudad a rendir culto a Júpiter. Entre la multitud compareció
también Sergio, un anciano magistrado, que desde hacía tiempos había abandonado
la toga para llevar vida eremítica.
Su presencia produjo el
efecto sorprendente de apagar los fuegos preparados para los sacrificios.
Inmediatamente se atribuyó la causa del extraño fenómeno a los cristianos que
con su rechazo habían irritado al dios. Sergio se adelantó y explicó que la
razón de la impotencia de los dioses paganos había que buscarla muy arriba, en
la omnipotencia del verdadero y único Dios, que adoraban los cristianos.
Sergio fue arrestado y
llevado ante el gobernador, que con un juicio sumario lo condenó inmediatamente
a la decapitación. Pronto ejecutaron la sentencia: era el 24 de febrero. Los
cristianos recogieron el cuerpo del mártir y lo enterraron en la casa de una
piadosa mujer. De ahí fueron llevadas las reliquias a España, a la ciudad de
Úbeda, Jaén en Andalucía.
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