3 DE NOVIEMBRE – MARTES –
31ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Martín de Porres
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Filipenses (2,5-11):
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo
Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de
Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó
hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
levantó sobre todo y le concedió el «Nombre sobre todo nombre»; de modo que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
Salmo: 21,26b-27.28-30a.31-32
R/. El Señor es mi alabanza en la gran
asamblea
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R/.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos. R/.
Porque del Señor es el reino,
el gobierna a los
pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba. R/.
Mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(14,15-24):
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús:
«¡Dichoso el que coma en el banquete
del reino de Dios!»
Jesús le contestó:
«Un hombre daba un gran banquete y
convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los
convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron
uno tras otro.
El primero le dijo: "He comprado
un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor."
Otro dijo: "He comprado cinco
yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor."
Otro dijo: "Me acabo de casar y,
naturalmente, no puedo ir."
El criado volvió a contárselo al amo.
Entonces el dueño de casa, indignado,
le dijo al criado:
"Sal corriendo a las plazas y
calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los
cojos."
El criado dijo:
"Señor, se ha hecho lo que
mandaste, y todavía queda sitio."
Entonces el amo le dijo:
"Sal por los caminos y senderos
e insísteles hasta que entren y se me llene la casa."
Y os digo que ninguno de aquellos
convidados probará mi banquete.»
Palabra del Señor
1. Las parábolas son
pequeñas historias, tomadas de la vida diaria, pero contadas de tal forma que,
en el relato, se produce inesperadamente un "corte" con lo que suele
ocurrir en la vida cotidiana. Ese "corte" es un elemento de
"sorpresa", que constituye una auténtica extravagancia con lo normal,
con lo que sucede en la vida diaria de los seres humanos normales (Paul
Ricoeur, W. Harnisch).
Este corte sorpresivo es tan
importante que en eso está la clave para entender lo que la parábola quiere
enseñar, y para interpretar su significado.
2. Según lo dicho, lo
primero que queda claro en esta parábola es que el gran banquete es la imagen
del Reino de Dios. Un banquete es fiesta, gozo, disfrute. Y todo eso
compartido, vivido y disfrutado con los demás. Pero lo sorprendente es que en
el gran banquete de Dios no entran los que, según las normas de lo establecido
y de lo "razonable", tendrían que entrar. Esos no entran
porque, en realidad, no les interesa el banquete. Todos ellos tienen
asuntos que les interesan más. Asuntos relacionados con sus intereses
económicos o con su disfrute privado.
Por el contrario, los que entran en
el banquete de Dios son los que nadie diría que son los invitados: pobres,
lisiados, ciegos, cojos, y hasta los vagabundos de los caminos.
3. Jesús trastorna todos
nuestros criterios, nuestros esquemas de pensamiento, nuestras escalas de
valores. En el gran banquete de Dios no entran los que "oficial" y
"socialmente" se consideran los invitados, los que tienen títulos,
cargos, dignidades y tareas religiosas o apostólicas, que hacen pensar a la
gente que ellos son los que van a ir al cielo con pleno derecho.
Jesús era más laico y más secular que todo cuanto nosotros podemos imaginar. Jesús puso el gran banquete de Dios, no donde nosotros ponemos la gran solemnidad del boato sagrado, sino donde el mundo ha puesto la gran exclusión de los que nosotros pensamos que no tienen entrada para esa gran solemnidad, tan pomposa como falsa. Por eso hay que preguntarse: - ¿quiénes son los que van actualmente a misa? - ¿Van los que se podrían considerar como los actuales marginados y excluidos? - ¿Por qué los más desamparados y los sin techo y sin papeles no encuentran en nuestros templos la acogida que encontraron los vagabundos de entonces en el gran banquete del Reino de Dios?
San Martín de Porres
Nació en la ciudad de Lima, Perú, el día
9 de diciembre del año 1579. Fue hijo de Juan de Porres, caballero español de
la Orden de Calatrava, y de Ana Velásquez, negra libre panameña.
Martín es
bautizado en la iglesia de San Sebastián, donde años más tarde Santa Rosa de
Lima también lo fuera.
Son misteriosos
los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo confirmó en la fe de sus
padres. Fue Santo Toribio de Mogrovejo, primer arzobispo de Lima, quien hizo
descender el Espíritu sobre su moreno corazón, corazón que el Señor fue
haciendo manso y humilde como el de su Madre.
A los doce Martín
entró de aprendiz de peluquero, y asistente de un dentista. La fama de su
santidad corre de boca en boca por la ciudad de Lima.
Martín conoció al
Fraile Juan de Lorenzana, famoso dominico como teólogo y hombre de virtudes,
quien lo invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario.
Las leyes de aquel
entonces le impedían ser religioso por el color y por la raza, por lo que
Martín de Porres ingresó como Donado, pero él se entrega a Dios y su vida está
presidida por el servicio, la humildad, la obediencia y un amor sin medida.
San Martín tiene
un sueño que Dios le desbarata: "Pasar desapercibido y ser el
último". Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús. Se le confía
la limpieza de la casa; por lo que la escoba será, con la cruz, la gran
compañera de su vida.
Sirve y atiende a
todos, pero no es comprendido por todos. Un día cortaba el pelo a un
estudiante: éste molesto ante la mejor sonrisa de Fray Martín, no duda en
insultarlo: ¡Perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta fue una generosa sonrisa.
San Martín llevaba
ya dos años en el convento, y hacía seis que no veía a su padre, éste lo visita
y… después de dialogar con el P. Provincial, éste y el Consejo Conventual
deciden que Fray Martín se convierta en hermano cooperador.
El 2 de junio de
1603 se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés
testificará: "Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos,
dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con
singular amor". La portería del convento es un reguero de soldados
humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: "No hay gusto mayor
que dar a los pobres".
Su hermana Juana
tenía buena posición social, por lo que, en una finca de ella, daba cobijo a
enfermos y pobres. Y en su patio acoge a perros, gatos y ratones.
Pronto la virtud
del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde
sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar
en la calle. Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de
parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de
contradicciones que fue asemejando al mulato a su Reconciliador.
Los religiosos de
la Ciudad Virreinal van de sorpresa en sorpresa, por lo que el Superior le
prohíbe realizar nada extraordinario sin su consentimiento. Un día, cuando
regresaba al Convento, un albañil le grita al caer del andamio; el Santo le
hace señas y corre a pedir permiso al superior, éste y el interesado quedan
cautivados por su docilidad.
Cuando vio que se
acercaba el momento feliz de ir a gozar de la presencia de Dios, pidió a los
religiosos que le rodeaban que entonasen el Credo. Mientras lo cantaban,
entregó su alma a Dios. Era el 3 de noviembre de 1639.
Su muerte causó
profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y enfermero de todos,
singularmente de los más pobres. Todos se disputaban por conseguir alguna
reliquia. Toda la ciudad le dio el último adiós.
Su culto se ha
extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró Beato en 1837. Fue
canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía de la
canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: su
profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo
apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo
que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de "Martín
de la caridad".
Su fiesta se
celebra el 3 de noviembre.
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