jueves, 5 de noviembre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 7 DE NOVIEMBRE – SÁBADO – 31ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Ernesto

 


7 DE NOVIEMBRE – SÁBADO –

31ª – SEMANA DEL T. O. – A –

San Ernesto

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (4,10-19):

Me alegré muchísimo en Cristo de que ahora por fin pudierais expresar el interés que sentís por mí; siempre lo habíais sentido, pero os faltaba la ocasión. Aunque ando escaso de recursos, no lo digo por eso; yo he aprendido a arreglarme en toda circunstancia. Sé vivir en pobreza y abundancia.

Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación.

Vosotros, los filipenses, sabéis además que, desde que salí de Macedonia y empecé a predicar el Evangelio, ninguna Iglesia, aparte de vosotros, me abrió una cuenta de haber y debe. Ya a Tesalónica, me mandasteis más de una vez un subsidio para aliviar mi necesidad; no es que yo busque regalos, busco que los intereses se acumulen en vuestra cuenta. Éste es mi recibo: por todo y por más todavía. Estoy plenamente pagado al recibir lo que me mandáis con Epafrodito: es un incienso perfumado, un sacrificio aceptable que agrada a Dios. En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús.

Palabra de Dios

 

Salmo: 111,1-2.5-6.8a.9

R/. Dichoso quien teme al Señor

Dichoso quien teme al Señor

y ama de corazón sus mandatos.

Su linaje será poderoso en la tierra,

la descendencia del justo será bendita. R/.

Dichoso el que se apiada y presta,

y administra rectamente sus asuntos.

El justo jamás vacilará,

su recuerdo será perpetuo. R/.

Su corazón está, seguro, sin temor.

Reparte limosna a los pobres;

su caridad es constante, sin falta,

y alzará la frente con dignidad. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,9-15):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

«Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.

Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, - ¿quién os confiará lo que vale de veras?

Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, - ¿lo vuestro, quién os lo dará?

Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo.

No podéis servir a Dios y al dinero.»

Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él.

Jesús les dijo:

«Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta.»

 

Palabra del Señor

 

1.-  La terrible sentencia de Jesús, con que empieza este evangelio, confirma el significado de la parábola del administrador injusto. Jesús no está en contra del dinero, como instrumento de cambio.  Ni está en contra del capital, necesario para la productividad, para el progreso, para generar vida y bienestar. Pero con tal que el dinero y el capital se utilicen para bien. Y para bien de todos, pero nunca para acumular riqueza a costa del hambre y la necesidad de los más débiles e indigentes. Por eso Jesús recomienda hacerse amigos con el "dinero injusto" (mamoná tes adikías).

Sencillamente, quedándose sin él, es decir, dándolo. Y así, cuando os quedéis sin la mamona iniquitatis, entonces os recibirán "en las moradas eternas".

 

2.  Jesús no era un "comunista prematuro". Era un hombre honesto y libre. El término mamona aparece en los evangelios solo en boca de Jesús, normalmente asociado a la "iniquidad" o la "injusticia" (Mt 6, 24 par; Lc 16, 13; 16, 9; 16, 11).

El mamona se asocia con la adquisición no honrada de bienes o con el afán de obtener ganancias (H. Balz). Y esto es lo que Jesús no soporta. Es más, resulta indignante ver los equilibrios que hacen no pocos exegetas de renombre para terminar justificando el lucro y el afán de ganancias. Sobre todo, cuando sabemos que eso (las ganancias o "valor añadido" que produce el capital) lleva consigo y es la causa del hambre y de la muerte de millones de seres humanos.

 

3.  Por todo esto se comprende la incompatibilidad que Jesús establece entre Dios y el afán de ganancias.  Como también se comprende la dura sentencia contra los fariseos, "amigos del dinero":

Presumís de observantes, pero Dios os conoce por dentro. Es sano, es honesto, sentirse con mala conciencia cuando se quiere aparecer como persona religiosa y honesta; y al mismo tiempo uno se siente

seguro por la sana y sólida cuenta corriente que se tiene en el banco. 

Quien siendo así, no siente mala conciencia, -¿cómo puede considerarse "observante"?

San Ernesto

Nace en Suiza (actual Alemania) en el siglo XII. Fue abad del monasterio benedictino de Zwiefalten en la región de Wurttemberg entre 1141 y 1146. Renuncia para ir a la segunda cruzada. Predica en Persia y Arabia. Es apresado por los sarracenos, torturado y muere en La Meca en 1148 mártir.

 

Vida de San Ernesto

El joven Ernesto, muerto en el año 1147, vivió de lleno en la época de la primera cruzada (1099).

Fue ella la que permitió abrir nuevos caminos para los Lugares santos a todos los peregrinos. Y, además, permitió la fundación de cuatro pequeños estados cristianos en tierras del Islám: Jerusalén, Antioquía, Edesa y Trípoli. Sin embargo, desde 1144, la caída de Edesa mostró que los musulmanes podían volver a coger lo que los franceses les habían arrebatado anteriormente, incluida Jerusalén. Esto dio lugar a la segunda cruzada (1147-1149).

Se sabe por la historia que fue un desatino.

De los 200.000 hombres y mujeres que partieron para el Oriente, volvieron sólo algunos miles.

Ernesto de Steisslingen fue uno de ellos. En su juventud entró de monje en la abadía de Zwiefalten, que da al bello lago de Constanza.

Lo eligieron abad durante cinco años para dirigir humana y espiritualmente a los sesenta y dos monjes que la habitaban.

Al término de su mandato, se marchó de nuevo a la cruzada con el ejército alemán, comandado por el emperador Conrado III.

Cuando se despidió de sus hermanos religiosos, les dijo: "Creo que no volveré a veros en esta tierra, pues Dios me concederá que vierta mi sangre por él. Poco importa la muerte que me reserva, si me permite sufrir por el amor de Cristo".

Sus predicciones se cumplieron. Y desde entonces no se supo nunca cómo y dónde murió.

 

 


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