13 DE NOVIEMBRE – VIERNES –
32ª – SEMANA
DEL T. O. – A –
San Diego de Alcalá
Lectura de la segunda carta del apóstol
san Juan (4-9):
Señora elegida:
Me alegré mucho al enterarme de que
tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio.
Ahora tengo algo que pedirte, señora. No pienses que escribo para mandar algo
nuevo, sino sólo para recordaros el mandamiento que tenemos desde el principio,
amarnos unos a otros. Y amar significa seguir los mandamientos de Dios. Como
oísteis desde el principio, éste es el mandamiento que debe regir vuestra
conducta.
Es que han salido en el mundo muchos
embusteros, que no reconocen que Jesucristo vino en la carne. El que diga eso
es el embustero y el anticristo. Estad en guardia, para que recibáis el pleno
salario y no perdáis vuestro trabajo. Todo el que se propasa y no permanece en
la doctrina de Cristo no posee a Dios; quien permanece en la doctrina posee al
Padre y al Hijo.
Palabra de Dios
Salmo:118,1.2.10.11.17.18
R/. Dichoso el que camina en la voluntad
del Señor
Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor. R/.
Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.
Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R/.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti. R/.
Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras. R/.
Ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu voluntad. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (17,26-37):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como sucedió en los días de Noé, así
será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban,
hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con
todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían,
sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y
azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el
Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa,
que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la
mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda
la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán
dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos
moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron:
«¿Dónde, Señor?»
Él contestó:
«Donde se reúnen los buitres, allí
está el cuerpo.»
Palabra del Señor
1. Se ha dicho con razón
que no podemos afirmar con seguridad que Jesús pronunció estas palabras, camino
de Jerusalén. De forma que esta instrucción sobre "los días del Hijo del
Hombre", con su sombría tonalidad escatológica (lo que se refiere al fin
de los tiempos), es una añadidura del propio Lucas ante el
evidente retraso de la venida del Señor, venida que la comunidad cristiana
esperaba, pero que no llegaba (J. A. Fitzmyer).
2. Con frecuencia las
religiones orientan sus discursos en la dirección de amenazas tremendistas que
no pueden tener otra finalidad que atemorizar a los fieles.
El contenido de este discurso, que Lucas puso en labios de Jesús, tiene
claramente esta orientación. A eso sin duda se refieren los recuerdos
tenebrosos de Noé y el diluvio, de Lot y el fuego que arrasó Sodoma, el
recuerdo de la mujer de Lot convertida en estatua de sal, etc. Por desgracia y
desde muy pronto, el cristianismo tomó el camino de la sombría temática de
"el pecado y el miedo", que tan profundamente ha marcado la cultura
de Occidente (J. Delumeau).
3. El Padre del Cielo, que
se nos reveló en Jesús, no coincide con este Dios del terror. Todo este pasaje
nos viene a decir, en definitiva, que, a juicio del redactor de este evangelio
(Lucas), "no habrá gloria sin crucifixión, no habrá futuro sin pasado, ni
gloria sin humildad" (F. Bovon).
San Diego de Alcalá
En Alcalá de Henares, en España, san
Diego, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que se distinguió tanto
en las islas Canarias como en la iglesia de Santa María de Araceli, en Roma,
por su humildad y caridad en el cuidado de los enfermos.
BIOGRAFIA
San Diego,
posteriormente llamado de Alcalá, nace a finales del siglo XIV en San Nicolás
del Puerto, Sevilla, en el seno de una humilde familia.
Desde muy joven
buscará la dirección espiritual que orientara sus deseos de santidad,
encontrándola en un sacerdote ermitaño, cerca de pueblo natal. De allí irá a un
convento de Córdoba, donde profesará como hermano lego en los franciscanos.
Ya allí su fama
como taumaturgo se extendió rápidamente; se decía que de la lámpara que
iluminaba la imagen de la Virgen extraía el aceite con que curaba a los
enfermos. Fue nombrado portero del convento, con lo que tuvo ocasión de ejercer
la caridad con todos los pobres que llamaban a su puerta.
Posteriormente,
comenzará su vida andariega por pueblos de Córdoba, Sevilla y Cádiz, dejando un
auténtico reguero de caridad y milagros.
Posteriormente,
marchará a las islas Canarias. Siendo la isla de Fuerteventura, sobre todo,
donde atrajo al cristianismo miles de guanches y de cuyo convento fue nombrado
guardián, en la que principalmente desarrolló su labor apostólica..
El año 1450,
proclamado Año Santo por Nicolás V, ofreció a Diego la ocasión de marchar a
Roma para lucrar las indulgencias del Jubileo. Fue una larga y penosa
peregrinación de varios meses que aprovechó para predicar y hacer el bien por
muchos pueblos de Francia e Italia.
Asistió a la
canonización de San Bernardino de Siena, a la que habían acudido miles de
franciscanos, declarándose entre ellos la peste. Ante esta situación San Diego
se distingue por sus atenciones con los enfermos, consolándoles y mitigando sus
dolores. Durante este tiempo residirá durante varios meses en el convento de
Santa María de Araceli.
De vuelta a
España, le destinan a Alcalá de Henares, su última estación, donde a pesar de
ser hermano lego alcanzó gran popularidad por su gran corazón.
Allí profesaría en el convento franciscano de San Francisco o Santa
María de Jesús, que acabaría llevando su nombre.
Su fama se vería
incrementada tras su muerte, el 13 de noviembre del año 1463 en la ciudad
complutense, gracias a los numerosos milagros y al poder curativo que se
atribuye a sus restos mortales.
Así, el rey
Enrique IV de Castilla acudió a su sepulcro para pedirle la curación de la
Beltraneja, ruego, que según las crónicas, se cumplió.
Pero el caso más
conocido fue el de Felipe II, que estando su hijo, el príncipe Carlos, enfermo
de gravedad, mandó trasladar los restos de San Diego a la cámara regia para
conseguir su curación. Este milagro lo popularizo Lope de Vega, tomándolo como
argumento en una de sus comedias.
San Diego de
Alcalá finalmente subió a los altares en el año 1588, bajo el pontificado de
Sixto V, con el nombre de San Diego de Alcalá.
Su proceso de
canonización había sido introducido por el Papa Pío IV, a instancias, sobre
todo, de Felipe II, y uno de los milagros exigidos y aprobados para su
canonización fue precisamente el de la curación de su hijo Carlos.
Sus restos se
venerarán durante siglos en el convento franciscano de Alcalá de Henares en el
que profesó y por cuyo motivo acabó llamándose de San Diego, hasta que pasaron
a La Magistral.
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