miércoles, 11 de noviembre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 DE NOVIEMBRE – VIERNES – 32ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Diego de Alcalá

 


 

13 DE NOVIEMBRE – VIERNES –

 32ª – SEMANA DEL T. O. – A –

San Diego de Alcalá

 

Lectura de la segunda carta del apóstol san Juan (4-9):

Señora elegida:

Me alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según el mandamiento que el Padre nos dio. Ahora tengo algo que pedirte, señora. No pienses que escribo para mandar algo nuevo, sino sólo para recordaros el mandamiento que tenemos desde el principio, amarnos unos a otros. Y amar significa seguir los mandamientos de Dios. Como oísteis desde el principio, éste es el mandamiento que debe regir vuestra conducta.

Es que han salido en el mundo muchos embusteros, que no reconocen que Jesucristo vino en la carne. El que diga eso es el embustero y el anticristo. Estad en guardia, para que recibáis el pleno salario y no perdáis vuestro trabajo. Todo el que se propasa y no permanece en la doctrina de Cristo no posee a Dios; quien permanece en la doctrina posee al Padre y al Hijo.

 

Palabra de Dios

 

Salmo:118,1.2.10.11.17.18

R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

Dichoso el que, con vida intachable,

camina en la voluntad del Señor. R/.

Dichoso el que, guardando sus preceptos,

lo busca de todo corazón. R/.

Te busco de todo corazón,

no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R/.

En mi corazón escondo tus consignas,

así no pecaré contra ti. R/.

Haz bien a tu siervo: viviré

y cumpliré tus palabras. R/.

Ábreme los ojos, y contemplaré

las maravillas de tu voluntad. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,26-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará.

Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»

Ellos le preguntaron:

«¿Dónde, Señor?»

Él contestó:

«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Se ha dicho con razón que no podemos afirmar con seguridad que Jesús pronunció estas palabras, camino de Jerusalén. De forma que esta instrucción sobre "los días del Hijo del Hombre", con su sombría tonalidad escatológica (lo que se refiere al fin de los tiempos), es una añadidura del propio Lucas ante el evidente retraso de la venida del Señor, venida que la comunidad cristiana esperaba, pero que no llegaba (J. A. Fitzmyer).

 

2.  Con frecuencia las religiones orientan sus discursos en la dirección de amenazas tremendistas que no pueden tener otra finalidad que atemorizar a los fieles. El contenido de este discurso, que Lucas puso en labios de Jesús, tiene claramente esta orientación. A eso sin duda se refieren los recuerdos tenebrosos de Noé y el diluvio, de Lot y el fuego que arrasó Sodoma, el recuerdo de la mujer de Lot convertida en estatua de sal, etc. Por desgracia y desde muy pronto, el cristianismo tomó el camino de la sombría temática de "el pecado y el miedo", que tan profundamente ha marcado la cultura de Occidente (J. Delumeau).

 

3.  El Padre del Cielo, que se nos reveló en Jesús, no coincide con este Dios del terror. Todo este pasaje nos viene a decir, en definitiva, que, a juicio del redactor de este evangelio (Lucas), "no habrá gloria sin crucifixión, no habrá futuro sin pasado, ni gloria sin humildad" (F. Bovon).

 

San Diego de Alcalá


 

En Alcalá de Henares, en España, san Diego, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que se distinguió tanto en las islas Canarias como en la iglesia de Santa María de Araceli, en Roma, por su humildad y caridad en el cuidado de los enfermos.

 

BIOGRAFIA

San Diego, posteriormente llamado de Alcalá, nace a finales del siglo XIV en San Nicolás del Puerto, Sevilla, en el seno de una humilde familia.

Desde muy joven buscará la dirección espiritual que orientara sus deseos de santidad, encontrándola en un sacerdote ermitaño, cerca de pueblo natal. De allí irá a un convento de Córdoba, donde profesará como hermano lego en los franciscanos.

Ya allí su fama como taumaturgo se extendió rápidamente; se decía que de la lámpara que iluminaba la imagen de la Virgen extraía el aceite con que curaba a los enfermos. Fue nombrado portero del convento, con lo que tuvo ocasión de ejercer la caridad con todos los pobres que llamaban a su puerta.

Posteriormente, comenzará su vida andariega por pueblos de Córdoba, Sevilla y Cádiz, dejando un auténtico reguero de caridad y milagros.

Posteriormente, marchará a las islas Canarias. Siendo la isla de Fuerteventura, sobre todo, donde atrajo al cristianismo miles de guanches y de cuyo convento fue nombrado guardián, en la que principalmente desarrolló su labor apostólica..

El año 1450, proclamado Año Santo por Nicolás V, ofreció a Diego la ocasión de marchar a Roma para lucrar las indulgencias del Jubileo. Fue una larga y penosa peregrinación de varios meses que aprovechó para predicar y hacer el bien por muchos pueblos de Francia e Italia.

Asistió a la canonización de San Bernardino de Siena, a la que habían acudido miles de franciscanos, declarándose entre ellos la peste. Ante esta situación San Diego se distingue por sus atenciones con los enfermos, consolándoles y mitigando sus dolores. Durante este tiempo residirá durante varios meses en el convento de Santa María de Araceli.

De vuelta a España, le destinan a Alcalá de Henares, su última estación, donde a pesar de ser hermano lego alcanzó gran popularidad por su gran corazón. Allí profesaría en el convento franciscano de San Francisco o Santa María de Jesús, que acabaría llevando su nombre.

Su fama se vería incrementada tras su muerte, el 13 de noviembre del año 1463 en la ciudad complutense, gracias a los numerosos milagros y al poder curativo que se atribuye a sus restos mortales.

Así, el rey Enrique IV de Castilla acudió a su sepulcro para pedirle la curación de la Beltraneja, ruego, que según las crónicas, se cumplió.

Pero el caso más conocido fue el de Felipe II, que estando su hijo, el príncipe Carlos, enfermo de gravedad, mandó trasladar los restos de San Diego a la cámara regia para conseguir su curación. Este milagro lo popularizo Lope de Vega, tomándolo como argumento en una de sus comedias.

San Diego de Alcalá finalmente subió a los altares en el año 1588, bajo el pontificado de Sixto V, con el nombre de San Diego de Alcalá.

Su proceso de canonización había sido introducido por el Papa Pío IV, a instancias, sobre todo, de Felipe II, y uno de los milagros exigidos y aprobados para su canonización fue precisamente el de la curación de su hijo Carlos.

Sus restos se venerarán durante siglos en el convento franciscano de Alcalá de Henares en el que profesó y por cuyo motivo acabó llamándose de San Diego, hasta que pasaron a La Magistral. 

 

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