jueves, 12 de noviembre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 DE NOVIEMBRE – SÁBADO – 32ª – SEMANA DEL T. O. – A – San José Pignatelli

 


 

14 DE NOVIEMBRE – SÁBADO –

 32ª – SEMANA DEL T. O. – A –

San José Pignatelli

 

Lectura de la tercera carta del apóstol san Juan (5-8):

Querido amigo Gayo, te portas con plena lealtad en todo lo que haces por los hermanos, y eso que para ti son extraños. Ellos han hablado de tu caridad ante la comunidad de aquí. Por favor, provéelos para el viaje como Dios se merece; ellos se pusieron en camino para trabajar por él sin aceptar nada de los gentiles. Por eso debemos nosotros sostener a hombres como éstos, cooperando así en la propagación de la verdad.

 

Palabra de Dios

 

Salmo:111,1-2.3-4.5-6

R/. Dichoso quien teme al Señor

Dichoso quien teme al Señor

y ama de corazón sus mandatos.

Su linaje será poderoso en la tierra,

la descendencia del justo será bendita. R/.

En su casa habrá riquezas y abundancia,

su caridad es constante, sin falta.

En las tinieblas brilla como una luz

el que es justo, clemente y compasivo. R/.

Dichoso el que se apiada y presta,

y administra rectamente sus asuntos.

El justo jamás vacilará,

su recuerdo será perpetuo. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

"Hazme justicia frente a mi adversario."

Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:

"Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»

Y el Señor añadió:

«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

 

Palabra del Señor

 

1. Jesús insiste en que los discípulos han de orar. Y han de orar siempre, sin cansarse jamás. Con esto, Jesús destaca la importancia de la oración en la vida.

Porque todos en la vida, de una manera o de otra, por un motivo o por otro, nos vemos en la situación de la viuda que reclama justicia. Lo que ocurre es que, con demasiada frecuencia, no tenemos esa experiencia de seres necesitados, indigentes. Nuestra autosuficiencia nos incapacita para la oración. Porque ni sentimos lo necesaria que es.

 

2. Si "orar" es "desear", - ¿por qué será que no nos damos cuenta de lo que tendríamos que desear intensamente, constantemente, como la viuda que

tanto le insistió al juez injusto?

El problema que tenemos es que la sociedad en que vivimos nos proporciona una serie de satisfacciones inmediatas, que tienen la particularidad de que nos producen la impresión de que no hay que pedirle más a la vida. Y así, seguimos de capricho en capricho, sin caer en la cuenta de que tenemos que clamar para que nos hagan justicia, nos faciliten una forma de vida y de convivencia, que nos haga poder tener lo que de verdad nos hará felices y nos dará la esperanza que necesitamos para que nuestra vida tenga sentido.

 

3. En definitiva, el problema es asunto de fe: la convicción de que nosotros no nos bastamos a nosotros mismos, es decir, la convicción de que más allá de los límites de la vida, hay una realidad última que es la que nos humaniza y da sentido a nuestras vidas.

 

San José Pignatelli

 


Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de la familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.

Se forma entre Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio de los jesuitas y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando humanidades. Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre enseñanza y visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los jesuitas son expulsados por decreto de Carlos III, en 1767.

Civitacecchia, Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia (1773-1797) dan testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes de altura humana con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.

La Orden de San Ignacio ha sido abolida en 1773, sus miembros condenados al destierro y sus bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su vida en la prisión del castillo de Sant’Angelo. Sólo quedan jesuitas con reconocimiento en Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han soportado las maniobras exteriores y no han publicado los edictos papales, aunque la resistencia de Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda como último reducto la Compañía de Rusia con un reconocimiento verbal primero por parte del Papa Pío VI y oficial después con documento del Papa Pío VII. José de Pignatelli comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de pasar por la adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en su capilla privada de Bolonia.

No verá el día en que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús en toda la Iglesia, el día 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno para que esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos candidatos, reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y buscará nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de Parma, don Fernando de Borbón nieto de Felipe V, y como provincial de Italia por nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.

En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en el alfoz del Coliseo.

Estuvo convencido el santo aragonés de que, si el restablecimiento de su Orden era cosa de Dios, tenía que pasar por el camino de la tribulación, del fracaso, de la humillación, de la cruz, de la vida interior que no se presupone sin humildad, sin confianza.

 

Fuente: http://www.archimadrid.es/princi/princip/otros/santoral/santora

 

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