16 DE NOVIEMBRE – LUNES –
33ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Santa Margarita de Escocia
Comienzo del libro del Apocalipsis
(1,1-4;2,1-5a):
Revelación de Jesucristo, que Dios le encargó mostrar a sus
siervos acerca de lo que tiene que suceder pronto. La dio a conocer enviando su
ángel a su siervo Juan, el cual fue testigo de la palabra de Dios y del
testimonio de Jesucristo de todo cuanto vio.
Bienaventurado el que lee, y los que
escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está escrito,
porque el tiempo está cerca.
Juan a las siete iglesias de Asia:
«Gracia y paz a vosotros de parte del
que es, el que era y ha de venir; de parte de los siete Espíritus que están
ante su Trono».
Escuché al Señor que me decía:
Escribe al ángel de la Iglesia en
Éfeso:
«Esto dice el que tiene las siete
estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de
oro. Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a
los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no
lo son, y has descubierto que son mentirosos. Tienes perseverancia y has
sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has
abandonado tu amor primero. Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y
haz las obras primeras».
Palabra de Dios
Salmo: 1,1-2.3.4.6
R/. Al vencedor le daré a comer del árbol
de la vida.
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol,
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (18,35-43):
Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado
al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué
era aquello; y le informaron:
«Pasa Jesús el Nazareno».
Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión
de mí!».
Los que iban delante lo regañaban
para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo
trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo:
«Señor, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha
salvado».
Y enseguida recobró la vista y lo
seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
Palabra del Señor
1. Jesús se acerca ya a Jerusalén. Y antes de llegar,
en Jericó, le devuelve la vista a un ciego. Esta curación se relata también en
los otros sinópticos (Mc 10, 46-52; Mt 9, 27-31 y 20, 29-34). Estamos ante un
hecho que interesó vivamente a la Iglesia primitiva. Sin duda porque indica que
Jesús hizo todo su camino, hacia el conflicto y la muerte, aliviando
sufrimientos, dando luz y vida a quienes van por la vida sin posibilidad de ver
la realidad que les rodea.
2. Además el relato termina diciendo que el mendigo que
recobró la vista y "todo el pueblo", al ver lo que Jesús había hecho,
glorificaba ya/ababa a Dios.
Como es bien sabido, la glorificación y la alabanza a Dios son
dos experiencias y dos manifestaciones fundamentales de la religiosidad en casi
todas las tradiciones religiosas de la humanidad. Pero lo notable,
en este caso, es que la gloria y la alabanza no se expresan en el culto sagrado
del templo, sino cuando la gente ve la alegría de quien se siente liberado de
sus limitaciones y sufrimientos.
3. ¿No tendríamos que pensar la religión de otra
manera y practicarla de forma distinta?
Cada día que pasa, la gente es más insensible al culto
sagrado y a las ceremonias rituales de los templos. Y esto ocurre de forma que,
a medida que decrece el interés por lo sagrado, en esa misma medida se acentúa
y aumenta el interés por lo humano.
Pues bien, si algo nos dejó claro Jesús, es que él vio que la
gente (la de entonces y la de ahora) alaba a Dios en experiencias que
representan el desplazamiento de lo sagrado a lo humano.
Santa Margarita de Escocia
Santa
Margarita, nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia, que dio
a luz ocho hijos, fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia,
y a la oración y a los ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando
así un óptimo ejemplo como esposa, madre y reina.
Vida de Santa Margarita de Escocia
De estirpe regia y
de santos. Por parte de padre emparenta con la realeza inglesa y por parte de
madre con la de Hungría. Los santos son, por parte de padre, san Eduardo
Confesor que era su bisabuelo y, por parte de madre, san Esteban, rey de
Hungría.
Nació del
matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en Hungría, con fecha difícil de
determinar. Su padre nunca llegó a reinar, porque al ser llamado por la nobleza
inglesa para ello, resulta que el normando Guillermo el Conquistador invade sus
tierras, se corona rey e impone el juramento de fidelidad; al poco tiempo murió
Eduardo de muerte natural.
Pero esta
situación fue la que hizo que Margarita llegara a ser reina de Escocia por
casarse con el rey. Su madre había previsto y dispuesto que la familia regresara
al continente al quedarse viuda tras la muerte de su esposo y, bien sea por
necesidad de puerto a causa de tempestades, bien por la confianza en la buena
acogida de la casa real escocesa, el caso es que atracaron en Escocia y allí se
enamoró el rey Malcon III de Margarita y se casó con ella.
Es una mujer
ejemplar en la corte y con la gente paño de lágrimas. Se la conoce delicada en
el cumplimiento de sus obligaciones de esposa; esmerada en la educación de los
hijos, les dedica todo el tiempo que cada uno necesita; sabe estar en el sitio
que como a reina le corresponde en el trato con la nobleza y asume
responsabilidades cristianas que le llenan el día. Señalan sus hagiógrafos las
continuas preocupaciones por los más necesitados: visita y consuela enfermos
llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda habitualmente a
familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con bienes propios y de
palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros Santos, los medita y lo
que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las enseñanzas de Jesús! De ellos saca
las luces y las fuerzas. De hecho, su libro de rezos, un precioso códice
decorado con primor —milagrosamente recuperado sin sufrir daño del lecho del
río en que cayó— se conserva en la biblioteca bodleiana de Oxford (Inglaterra).
También se ocupó
de restaurar iglesias y levantar templos, destacando la edificación de la
abadía de Dunferline.
Puso también
empeño en eliminar del reino los abusos que se cometían en materia religiosa y
se esforzó en poner fin a las abundantes supersticiones; para ello, convocó
concilios con la intención de que los obispos determinaran el modo práctico de
exponer todo y sólo lo que manda la Iglesia y las enseñanzas de los Padres.
"Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar tantas desgracias
juntas". Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte de su esposo y
de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue cuando marcharon a recuperar el
castillo de Aluwick, en Northumberland, del que se había apoderado el usurpador
Guillermo. Ella soportaba en aquellos momentos la larga y penosísima enfermedad
que le llevó a la muerte el año 1093, en Edimburgo.
Es la reina
Margarita la patrona de Escocia, canonizada por el papa Inociencio IV en el año
1250. Pero no pueden venerarse sus reliquias por desconocerse el lugar donde
reposan. Por la manía que tenían los antiguos de desarmar los esqueletos de los
santos, su cráneo —que perteneció a María Estuardo— se perdió con la Revolución
francesa, porque lo tenían los jesuitas en Douai y, desde luego, no salieron
muy bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo encontrar cuando lo
pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, aunque se sabe que se
trasladó a España por empeño de Felipe II quien mandó tallar un sepulcro en El
Escorial para los restos de Margarita y de su esposo.
Fuente: http://es.catholic.net/santoral/
No hay comentarios:
Publicar un comentario