19 DE NOVIEMBRE – JUEVES –
33ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Santo Profeta Abdías
Lectura del libro del Apocalipsis (5,1-10):
Yo, Juan, vi en la mano derecha
del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y
sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, que pregonaba en alta voz:
«¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?».
Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra,
podía abrir el libro ni mirarlo. Yo lloraba mucho, porque no se había
encontrado a nadie digno de abrir el libro y de mirarlo. Pero uno de los
ancianos me dijo:
«Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el
retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos».
Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de
los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete cuernos y siete
ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. Se acercó
para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono.
Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro
ancianos se postraron ante el Cordero; tenían cítaras y copas de oro llenas de
perfume, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo:
«Eres digno de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque
fuiste degollado, y con tu sangre has adquirido para Dios
hombres de toda
tribu, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de
sacerdotes, y reinarán sobre la tierra».
Palabra de Dios
Salmo: 149,1-2.3-4.5-6a.9b
Has hecho de nosotros para nuestro
Dios un reino de sacerdotes.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su
alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre
Israel por su Creador,
los hijos de
Sión por su Rey. R/.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con
tambores y cítaras;
porque el Señor
ama a su pueblo
y adorna con la
victoria a los humildes. R/.
Que los fieles festejen su gloria
y canten
jubilosos en filas:
con vítores a
Dios en la boca;
es un honor para
todos sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,41-44):
En aquel tiempo, aquel tiempo, al
acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz!
Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de
trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con
tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo
de tu visita».
Palabra del Señor
1. Los estudiosos del
evangelio de Lucas han discutido ampliamente si este texto reproduce lo que
realmente dijo y vivió Jesús o, más bien, lo que aquí se cuenta es producto del
mismo Lucas, que, cuando escribió este texto sabía perfectamente todo lo que
había sucedido el año 70, cuando los romanos invadieron Jerusalén y la
arrasaron. O sea, aquí no se reproduciría una profecía de Jesús, sino lo que
Lucas había vivido el año 70.
En este momento, después de muchas discusiones,
no se ha llegado a una conclusión definitiva. En cualquier caso, se suele dar
por cierto que el contenido sustancial de este relato proviene de Jesús, sin
que se pueda precisar el origen de los detalles. Pero llama la atención este
dato: si el redactor conocía la historia de la guerra de los judíos contra
Roma, - ¿cómo no alude a los numerosos detalles que cuenta Flavio Josefo en su
Historia de la Guerra de los judíos, el De Bello ludaico?
2. Lo central del
vaticinio de Jesús es la destrucción de la ciudad santa y la desaparición del
Templo.
Este asunto es central en el mensaje
de Jesús, que anunció proféticamente tal acontecimiento (Mc 13, 2; Jn 2, 10-20;
Mt 24, 21, 6).
Además, sabemos que Jesús mostró su
desacuerdo con el Templo, de que sus dirigentes habían hecho una cueva de bandidos
(Mt 22, 13; cf. Jr1). Además, la Iglesia primitiva tuvo muy clara la convicción
de que Jesús había iniciado un nuevo culto.
La Iglesia no dudó en aceptar como
evangelio autentico el anuncio según el cual la verdadera adoración a Dios
no será el culto ligado a un edificio, a un templo de piedra, sino el culto en
espíritu y verdad (Jn 4, 21-23).
No es ya el culto que se celebra en
un sitio concreto, en este o en aquel (Jn 4, 23).
Los expertos discuten en qué consiste el
culto "en espíritu y verdad". En cualquier caso, lo que
está fuera de duda es que el culto a Dios, según el texto de hebreos 2- 21-23,
no es el culto de los ceremoniales religiosos y de los rituales que celebran en
sitios sagrados. No es ciertamente el culto ritual, sino el culto vivencial,
que presenta y justifica la Carta a los Hebreos (Hb 8, 7-13; 9, 11-27).
Jesús no ofreció a Dios un culto
ritual, sino que se ofreció a sí mismo en su existencia toda (A. Van hoye).
La conclusión es clara: No os
olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que tales sacrificios son los
que agradan a Dios (Hb 13, 16).
Por otra parte -y esto es de extrema
importancia- queda claro que Jesús amaba a su pueblo, su capital, su
Templo. Cuando un hombre, cabal e íntegro, llora como un
chiquillo por una causa concreta, es que esa causa le llega al alma y le
importa mucho. - ¿Qué nos dice esto? Por lo menos, una cosa capital:
Jesús no atacó a la religión de su
pueblo, sino a la religión de los ritos, el culto de los sacrificios sagrados,
la religión de los sacerdotes sea de quien sea. Dios no quiere esa
mediación. La mediación para encontrar a Dios es la vida que cada cual
lleva, su honradez y su bondad.
Santo Profeta Abdías
Abdías, cuyo nombre significa "siervo
de Dios" aparece mencionado el cuarto de los doce llamados “profetas
menores” del Antiguo Testamento. Vivió acerca del año 500 antes de Cristo,
reinando Ozías.
Su obra, de la que solo conservamos un
capítulo, pero que probablemente fue más extensa versa sobre Edom (símbolo de
los que se alejan de Dios y su promesa) y el anuncio del castigo que habría de
caer sobre los edomitas, por volverse "contra su hermano Jacob". El
caso es que Edom en primer lugar se había aliado con Israel frente a Babilonia,
pero cuando vio que este imperio asolaba Jerusalén con éxito, traicionó y se
pasó al bando vencedor. Y no solo eso, sino que entró a la ciudad santa
saqueando como los babilonios. Es la eterna pugna entre los hijos de Jacob y
los de Esaú, entre los hijos de Dios que le permanecen fieles al Señor y los
que le traicionan. Finalmente, Israel resplandecerá y Edom será destruido.
En ocasiones a San Abdías se le representa
con un pan y una jarra de agua, pero esto es porque se le confunde con Abdías,
mariscal de Acab que aparece en 1 Reyes 18, y que alimentó a los profetas
perseguidos por Jezabel. Es este error muy antiguo, pues incluso San Jerónimo
(30 de septiembre y 9 de mayo, traslación de las reliquias) cae en él. El mismo
Doctor habla de su sepultura junto a la de San Eliseo (14 de junio) en Sebaste,
que él mismo veneró, y donde Dios realizaba estupendos milagros. En el siglo IV,
Juliano el Apóstata profanó el sepulcro y quemó las reliquias, pero unos monjes
lograron salvar unos pocos huesos y se fueron con ellos a Alejandría, desde
donde pasó la supuesta cabeza de Eliseo y algunas reliquias de Abdías a la
basílica de San Apolinar, en Rávena.
Fuentes:
http://ecatolico.com/biblia/38_biblia_libro_abdias.htm -Biblia de Jerusalén.
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