lunes, 9 de noviembre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 11 DE NOVIEMBRE – MIERCOLES – 32ª – SEMANA DEL T. O. – A – SAN MARTÍN DE TOUR

 


11 DE NOVIEMBRE – MIERCOLES

 – 32ª – SEMANA DEL T. O. – A –

SAN MARTÍN  DE  TOUR

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito (3,1-7):

Recuérdales que se sometan al gobierno y a las autoridades, que los obedezcan, que estén dispuestos a toda forma de obra buena, sin insultar ni buscar riñas; sean condescendientes y amables con todo el mundo. Porque antes también nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. Mas cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 22,1-3a.3b-4.5.6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

 «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»

Al verlos, les dijo:

«ld a presentaros a los sacerdotes.»

Y, mientras iban de camino, quedaron limpios.

Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo:

«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»

Y le dijo:

«Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Se suele explicar este episodio hablando de la gratitud del que volvió a Jesús; y de la ingratitud de los nueve que no volvieron a dar las gracias por la curación recibida. Y es evidente que uno fue agradecido, mientras que los otros no lo fueron. 

Jesús, por tanto, tenía motivos para quejarse.  Pero el problema, que plantea este relato, no está en que uno fuera agradecido y los otros no. La cuestión es otra. Y mucho más grave.

 

2.  El que volvió a Jesús era samaritano. Los que no volvieron eran judíos. O sea, volvió el que no era observante de la religión verdadera. Y no volvieron los que eran observantes de la verdadera religión. - ¿Por qué sucedió esto?

No por una actitud ética (gratitud de uno, ingratitud de los otros), sino por una motivación religiosa.

Según la ley judía (Lev 13,39), el que se curaba de la lepra, debía presentarse a un sacerdote como acción de gracias. Se trataba, pues, de una observancia religiosa. Por eso, los nueve judíos, que creían en la eficacia de las observancias religiosas, pensaron que con eso era suficiente. Así cumplían con la religión, por más que no cumplieran con el ser humano, que era el que los había curado.

Por el contrario, el samaritano, como no creía en las observancias religiosas, no le quedaba más motivación que la gratitud humana ante el que le había devuelto la salud.

 

3.  Las observancias religiosas que deshumanizan, que nos ciegan para ver dónde está la verdadera causa de lo que nos ocurre en la vida, que nos endurecen el corazón, no las quiere Dios.

El evangelio de Lucas es duro en este sentido.  En el caso del buen samaritano (Lc 10, 30-35), el sacerdote y el levita, los observantes religiosos, pasan de largo ante el que se desangra en la cuneta del camino.

 Lucas es claro: la religión tiene el enorme peligro de tranquilizar la conciencia mediante la observancia de los rituales sagrados. Y eso suele llevar consigo el endurecimiento del corazón y la inhumanidad que, con frecuencia, se advierte en los profesionales de lo sagrado.  Esto es muy peligroso y hace mucho daño a la religión. Por eso, siguiendo a Jesús y su modo de vida, tenemos que optar por un cristianismo laico. Cuando, ante Dios nos quedamos sin religión, de manera que solo nos queda la bondad, estamos en el camino que trazó Jesús. Pero eso es lo que nos da más miedo en la vida.

 

SAN MARTÍN  DE  TOUR

 


 

San Martín nació en Panonia, Hungría, el 316. Sus padres eran paganos. Estudia en Pavía, donde conoce el Cristianismo. Su padre, que era tribuno militar, para desviarle del cristianismo, le obliga a ingresar en el ejército. Martín concilia sus deberes militares con sus aspiraciones cristianas. Vida ejemplar de monje y soldado: valentía y vida santa y caritativa.

Siendo militar sucedió el hecho tan tratado en la iconografía. Era invierno, y al entrar en Amiens, encuentra un mendigo casi helado, sin ropa. Divide su clámide en dos partes y entrega una al pobre. Cristo se le aparece vestido con la media capa: "Martín, catecúmeno, me ha cubierto con este vestido".

Pronto recibe el bautismo. Deja la milicia para seguir a Cristo. San Hilario de Poitiers quiere ordenarle de diácono. Él se queda de exorcista. Vuelve a su patria, convierte a su madre. De nuevo en Poitiers, funda Ligugé, auténtico monasterio misional. Allí pasa once años, feliz en su ambiente. Preguntado más adelante por qué profesiones había ejercido respondía: "fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma". Por eso hay quien resume la vida de Martín así: "soldado por fuera, obispo a la fuerza, monje por gusto".

Sulpicio Severo escribió Cartas y Diálogos y sobre todo la Vida de San Martin. Pocos libros habrán sido más leídos que éste, que ha servido de fuente para llevar por todas partes a través de cantares y poemas, representaciones teatrales, la pintura y la escultura la imagen de este Santo "el más popular y conocido de toda Europa".

Un historiador ha contado en Francia 3.667 parroquias dedicadas a él y 487 pueblos que llevan su nombre. Un buen número hay también en Alemania, Italia y España. Es simpático el párrafo en que Don Quijote enseña a Sancho la imagen de San Martín y le explica el caso de la capa.

Martín vivía feliz en Ligugé. Pero Tours se había quedado sin obispo. Un día del año 371, fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar. Establece cerca, para su humilde residencia, el monasterio de Marmoutiers, centro misionero de donde saldrán San Patricio y San Paulino de Nola. Desde allí parte para sus agotadoras correrías apostólicas, durante 35 años, por toda la Galia. Nada le retiene. Acusa a emperadores, reprime a los herejes, defiende a los débiles y a los condenados a muerte, realiza innumerables milagros, y entre ellos se le atribuye la resurrección de varios muertos. Su fama es indescriptible. Es llamado "el apóstol de las Galias" nadie hizo tanto como él por Francia católica y San Gregorio de Tours le invoca como "Patrón especial del mundo entero".

Tan intensos viajes apostólicos, tanta obra de caridad, hasta vaciarse totalmente, agotaron sus fuerzas físicas. Se veía morir. Sus discípulos le piden que no les deje huérfanos. Martín contestó: "Señor, si aún soy necesario, no rehúso el trabajo. Sólo quiero tu voluntad". La liturgia comenta: "¡Oh feliz varón, que ni temió morir, ni recusó la vida”!

Los discípulos querían colocarle más cómodo. "Dejadme así, les dijo, mirando al cielo, para dirigir mi alma en dirección hacia Dios". El demonio no dejaba de importunarle. "¿Qué haces ahí, gritó Martín, bestia sanguinaria? No hay nada en mí que te pertenezca, maldito. El seno de Abrahán me espera". Y entregó su alma a Dios. Era el 8 de noviembre del año 397.

Martín fue un asceta, un apóstol, un hombre de oración, muy influyente en toda la espiritualidad medieval. Su faceta principal, la caridad. El gesto de Amiens, dar media capa, fue superado, cuando siendo obispo, entregó su túnica entera a un mendigo gesto menos conocido. Sus mismos milagros, como los de Cristo, fueron milagros de caridad. Pasó haciendo el bien.

 

 

 

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