18 DE NOVIEMBRE – MIERCOLES
– 33ª – SEMANA
DEL T. O. – A –
DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE
SAN PEDRO Y SAN PABLO
Lectura del libro del Apocalipsis (4,1-11):
Yo, Juan, miré y vi una puerta
abierta en el cielo; y aquella primera voz, como de trompeta, que oí hablando
conmigo, decía:
«Sube aquí y te mostraré lo que tiene que suceder después de
esto».
Enseguida fui arrebatado en espíritu. Vi un trono puesto en el cielo,
y sobre el trono uno sentado. El que estaba sentado en el trono era de aspecto
semejante a una piedra de diamante y cornalina, y había un arco iris alrededor
del trono de aspecto semejante a una esmeralda.
Y alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y sobre
los tronos veinticuatro ancianos sentados, vestidos con vestiduras blancas y
con coronas de oro sobre sus cabezas. Y del trono salen relámpagos, voces y
truenos; y siete lámparas de fuego están ardiendo delante del trono, que son
los siete espíritus de Dios, y delante del trono como un mar transparente,
semejante al cristal.
Y en medio del trono y a su alrededor, había cuatro vivientes,
llenos de ojos por delante y por detrás. El primer viviente era semejante a un
león, el segundo a un toro, el tercero tenía cara como de hombre, y el cuarto
viviente era semejante a un águila en vuelo. Los cuatro vivientes, cada uno con
seis alas, estaban llenos de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan
sin pausa:
«Santo, Santo,
Santo es el Señor Dios, el todopoderoso; el que era y es y ha de venir».
Cada vez que los vivientes dan gloria y honor y acción de
gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los
siglos, los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el
trono, adoran al que vive por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas
ante el trono diciendo:
«Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor
y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no
existía fue creado».
Palabra de Dios
Salmo: 150,1-2.3-4.5
R/. Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso.
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su
fuerte firmamento.
Alabadlo por sus
obras magníficas,
alabadlo por su
inmensa grandeza. R/.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con
arpas y cítaras;
alabadlo con
tambores y danzas,
alabadlo con
trompas y flautas. R/.
Alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con
platillos vibrantes.
Todo ser que
alienta alabe al Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,11-28):
EN aquel tiempo, Jesús dijo una
parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el reino de Dios
iba a manifestarse enseguida.
Dijo, pues:
«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el
título de rey, y volver después.
Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez onzas de oro,
diciéndoles:
“Negociad mientras vuelvo”.
Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una
embajada diciendo:
“No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”.
Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su
presencia a los siervos a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo
que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo:
“Señor, tu onza ha producido diez”.
Él le dijo:
“Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño,
recibe el gobierno de diez ciudades”.
El segundo llegó y dijo:
“Tu onza, señor, ha rendido cinco”.
A ese le dijo también:
“Pues toma tú el mando de cinco ciudades”.
El otro llegó y dijo:
“Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en un pañuelo,
porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente que retiras lo que no has
depositado y siegas lo que no has sembrado”.
Él le dijo:
“Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente,
que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué
no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los
intereses”.
Entonces dijo a los presentes:
“Quitadle a este la onza y dádsela al que tiene diez onzas”.
Le dijeron:
“Señor, ya tiene diez onzas”.
Os digo:
“Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le
quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no querían
que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia”».
Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Palabra del Señor
1. Esta parábola no es
sino una versión distinta de la parábola de los talentos (Mt 25,14-30). Pero la
enseñanza es la misma: el Dios, que nos vino a revelar Jesús, no soporta a los
que le tienen miedo. Porque el miedo, representado en el que
devolvió la onza tal como la recibió, paraliza, es improductivo y, sobre
todo, desagrada a Dios.
2. Lo peor que podemos
hacer en esta vida es dejarnos llevar por el miedo, no solo en nuestras
experiencias religiosas, sino en el conjunto de nuestra vida.
Una persona asustada y temerosa no va
a ninguna parte. Y no será sino una carga para quienes conviven con tal
persona. Porque el miedo bloquea, inutiliza, paraliza y, al final,
es la perdición del hombre asustado ante Dios y ante la sociedad y sus
semejantes en general. Con lo cual estamos diciendo también que el peor
servicio, que podemos hacerle a la causa del Evangelio y de la Iglesia, es
dedicarnos a predicar el miedo a Dios y el miedo a las instituciones públicas,
de la forma que sea.
Lo que importa de verdad no es la
responsabilidad angustiosa ante Dios y ante los demás, sino saber fiarnos tanto
de Dios como de todos los que vemos que merecen nuestra confianza.
3. Esto es tan serio y
tiene tal importancia, que debemos llegar hasta perder el miedo a pensar.
Sentirse libre para pensar es el paso
indispensable para ser una persona creativa y productiva.
El que bloquea su propia mente será
un inútil en la vida, por más que se empeñe en disimularlo.
DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
Ya en el siglo XII se
celebraba en la basílica vaticana de San Pedro y en la basílica de San Pablo,
en la vía Ostiense, el aniversario de las respectivas dedicaciones, hechas por
los santos papas Silvestre y Siricio en el siglo IV.
Esta conmemoración se extendió posteriormente a todo el rito romano. Del
mismo modo que en el aniversario de la basílica de Santa María la Mayor (el día
5 de agosto) se celebra la maternidad de la Santísima Virgen, así hoy son
honorados los dos principales apóstoles de Cristo.
La
actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo
el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica
antigua.
La
construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20
Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba
de San Pedro.
Allí
en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo) y ahí
mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino
una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios
durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron
construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante
siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.
Cuando
los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir
en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices
habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la
Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo.
La
Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de
altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el
mundo que le iguale en extensión.
Su
construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el
Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola). Trabajaron en ella los más
famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Ángel y Bernini. Su hermosura es
impresionante.
Hoy
recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al
otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las
tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la
cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en
cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontantas).
La
antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el
emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con
limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se
construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa,
la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de
reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo
IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".
Estas
Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos de todos los
tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso posible, y cómo nosotros
debemos contribuir generosamente para mantener bello y elegante el templo de
nuestro barrio o de nuestra parroquia.
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