8 DE NOVIEMBRE – DOMINGO –
32ª – SEMANA DEL T. O. – A –
SANTA ISABEL DE LA TRINIDAD
Lectura del libro de la Sabiduría (6,12-16):
La sabiduría es
radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los
que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga
por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es
prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones;
ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda
benigna por los caminos y le sale al paso en cada pensamiento.
Palabra del Dios
Salmo: 62,2.3-4.5-6.7-8
R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor,
Dios mío
Oh Dios, tú eres
mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansía de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
¡Cómo te
contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.
Toda mi vida te
bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.
En el lecho me acuerdo
de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas
canto con júbilo. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo a los Tesalonicenses (4,13-17):
No queremos que
ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin
esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a
los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del
Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no
aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a
la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los
muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún
vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en
el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con
estas palabras.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(25,1-13):
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Se parecerá el reino de los cielos a diez
doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de
ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se
dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con
las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
"¡Que llega el esposo, salid a
recibirlo!"
Entonces se despertaron todas aquellas
doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las
sensatas:
"Dadnos un poco de vuestro aceite, que
se nos apagan las lámparas."
Pero las sensatas contestaron:
"Por si acaso no hay bastante para
vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis."
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo,
y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró
la puerta.
Más tarde llegaron también las otras
doncellas, diciendo:
"Señor, señor, ábrenos."
Pero él respondió:
"Os lo aseguro: no os conozco."
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni
la hora.»
Palabra
del Señor
Preparando el examen final.
"Tomaron
sus lámparas y salieron a esperar al esposo..."
Se acerca el fin del año (litúrgico)
Nos acercamos al final del año litúrgico, que terminará el 22 de noviembre.
Como si nos aproximáramos al final de curso y tuviéramos que hacer un examen,
la Iglesia quiere que nos preparemos a fondo y con tiempo. Para ello, en estos
tres últimos domingos del año (32-34º), se leen tres parábolas que se
complementan: las diez muchachas, los talentos, el Juicio Final. Estas
parábolas solo se encuentran en el evangelio de Mateo, que las añade con un fin
muy concreto. El evangelio de Marcos termina la enseñanza de Jesús con el
discurso sobre el fin del mundo. Era un final consolador, que promete la vuelta
del Señor y nuestra victoria. Pero Mateo añadió estas tres parábolas, que
animan a tomarse la vida muy en serio.
Un terremoto
inesperado
El 30 de octubre tuvo lugar un terremoto en el mar Egeo que afectó a
Turquía y algunas islas griegas. Los cien muertos contabilizados hasta el día 2
de noviembre, si pudieran volver a la vida estarían plenamente de acuerdo con
las palabras del evangelio: «Estad en vela, porque no sabéis el día ni la
hora».
Vigilar no es
vivir angustiado
San Luis Gonzaga estaba un día jugando al frontón y le preguntó un
compañero: «Hermano Luis, si supieras que ibas a morir dentro de poco, ¿qué
harías?». Y él respondió: «Seguir jugando». ¿Cómo se conjugan la vigilancia y
el juego? La parábola de hoy puede ayudarnos a comprenderlo.
La parábola de las diez muchachas
En tiempos de Jesús, cuando se celebraba una boda, un grupo de muchachas
acompañaba al novio a recoger a la novia para acompañarlo a la ceremonia. A
partir de este hecho tan trivial crea Jesús la parábola. Nos encontramos ante
diez muchachas divididas en dos grupos de cinco: unas necias, que se olvidan
del aceite para los candiles; otras sensatas, que llevan aceite de repuesto.
Hasta aquí todo es posible. Pero la parábola adquiere de repente un tono
irreal, porque quien da el plantón no es la novia, sino el novio, que se
retrasa hasta la medianoche.
Mientras, las diez se han quedado dormidas. Y los candiles siguen consumiendo
aceite. Al llegar el novio, unas pueden reponerlo fácilmente, los otros están
casi agotados. Las sensatas no quieren darles aceite, y el novio se niega a
admitirlas después de cerrada la puerta.
La conclusión de la parábola es desconcertante: “Por tanto, estad en vela,
porque no sabéis el día ni la hora”. Es desconcertante, porque ninguna de la
diez ha velado, todas se quedaron dormidas. Lo cual significa que la
vigilancia, en este caso, equivale a la sensatez de llevarse la provisión de
aceite. ¿Qué significa esto en la práctica?
interpretaciones posibles
La parábola se ha interpretado en dos líneas principales.
- Una concede especial importancia al aceite, viéndolo como imagen de la
fe, del fervor, de las buenas obras, de lo que debemos estar provistos cuando
llegue el esposo, Cristo.
- Otra no presta atención al aceite; lo importante es estar preparados ya,
y no retrasarlo hasta un momento que resulte demasiado tarde. Esta segunda
línea parece la más exacta, como lo demuestra su traducción al lenguaje
moderno. Diez universitarios se acercan al fin de curso. Cinco han estudiado
durante todo el año, asistido a las prácticas, tomado apuntes; otros cinco han
empalmado movida con movida. En el momento de entrar al examen piden a los
primeros que les pasen las respuestas. Los otros se niegan, como es lógico. El
examen se prepara con tiempo, no se improvisa ni se copia.
De todos modos, las dos interpretaciones se complementan. Si decimos: «Lo
importante es estar preparados», ¿en qué consiste la preparación? «En llevar
aceite de repuesto». Y ¿qué es el aceite? Mateo dejará claro dentro de dos
domingos, en la parábola del juicio final, que el aceite del que debemos estar
provistos son las buenas obras: dar de comer al hambriento, de beber al
sediento, vestir al desnudo, etc.
La clave de la 1ª lectura
La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, ofrece una
perspectiva muy interesante. Se ha elegido porque su tema empalma con el de la
sensatez de las cinco muchachas.
En esta lectura, la sabiduría no es algo intelectual, un conjunto de
conocimientos, sino una persona a la que se ama, se busca y se encuentra, o que
se encuentra sentada a nuestra puerta esperándonos. Los primeros cristianos
aplicaron esta imagen personalizada de la sabiduría a Jesús, que es la
Sabiduría de Dios.
Con esto, la parábola adquiere un sentido nuevo. ¿Cómo podemos
estar preparados? ¿En qué consiste la vigilancia? En tener ese contacto
con Jesús, pensar en Él, hablar con Él, dejarnos encontrar por Él. Para que no
nos ocurra lo que dice el novio a las cinco muchachas insensatas: “No os
conozco”. La amistad con Jesús, la capacidad de diálogo con Él, no se
improvisan. Hay que ejercitarlas todos los días para poder disfrutar luego del
banquete de bodas. Sin olvidar que el segundo mandamiento es igual que el
primero: el amor y la preocupación por el prójimo tampoco se improvisan a
última hora.
SANTA ISABEL DE
LA TRINIDAD
Martirologio
Romano: En Dijon, en Francia, Santa Isabel de la Santísima Trinidad Catez, virgen,
de la Orden de las Carmelitas Descalzas, que desde niña anheló buscar en lo
profundo de su corazón el conocimiento y la contemplación de la Trinidad, y
afligida por muchos sufrimientos, todavía joven continuó caminando, como
siempre había soñado, «hacia el amor, hacia la luz y hacia la vida». († 1906)
Etimológicamente: Isabel = "juramento de Dios". Viene de la lengua hebrea.
Fecha
de beatificación: 25 de noviembre de 1984, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de octubre de 2016, por S.S. Francisco
Breve
Biografía
Una mañana del 18
de Julio de 1880 nace en un campo militar de Avor, cerca de Bourges (Francia).
Su familia está inquieta porque los médicos han dicho que el bebé no podrá
salvar su vida. María Rolland, su mamá, espera su primera hija. Todos rezan y
se ofrecen misas por la nueva criatura. En contra de todos los pronósticos la
niña llega a este mundo “muy hermosa y vivaracha”. Cuatro días después, el 22
de julio, es bautizada con el nombre de Isabel Josefina.
La señora Catez se
ha dado cuenta del talento musical de su hija. La inscribe en el Conservatorio
a los siete años. Isabel pasa muchas horas en el piano. No va a la escuela
porque las instituciones del estado son demasiado laicas, en cambio recibirá la
formación más elemental en casa.
El 19 de abril de
1891 es la Primera Comunión. Sus cartas nos revelan la experiencia de ser amada
y darse. “Este gran día nos hemos dado por completo el uno al otro” (C 178).
Gozo, alegría, saciedad, plenitud, belleza, música interior…son las realidades
que siente en su corazón.
También los santos
tienen vacaciones. Estamos en el verano de 1894, las Catez marchan a Carlipa,
allí visitan a sus tías. Isabel siempre recodará el espectáculo cósmico de los
Pirineos:” ¿Te acuerdas de nuestros paseos por la sierra durante la noche, a la
luz de la luna, mientras escuchábamos las alegres campanadas? “¡Oh, tía, qué
bello estaba el valle a la luz de las estrellas, esa inmensidad, ese infinito,
todo me hablaba de Dios” (C 139)!
Así era Isabel
humana y divina, centrada en el interior y viviendo las alegrías de la vida.
Con frecuencia participaba en veladas y bailes que organizaban las familias
militares. En estos lugares la joven Isabel quiere ser como el sol que irradia
su luz.
El 2 de agosto de
1901 entra en el Carmelo. Una vida dedicada por entero a la oración. Una
comunidad de hermanas que viven el ideal de santa Teresa. Una sencillez en el
uso de las cosas y en el trato con las personas. Un ideal apostólico que amplía
sus horizontes al mundo entero. El Epistolario refleja de una forma maravillosa
sus primeras impresiones. “No encuentro palabras para expresar mi dicha”, “aquí
ya no hay nada, sólo Él…Se le encuentra en todas partes, lo mismo en la colada
que en la oración” (C 91).
El 11 de enero de
1903, domingo y fiesta de la Epifanía, ante la comunidad carmelitana de Dijon,
Isabel pronuncia sus votos religiosos. Se siente invadida por Dios, por su
abundante gracia, un derroche.
Sus experiencias
religiosas son alimentadas por sus lecturas. El Nuevo Testamento tiene un lugar
privilegiado en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas de san Pablo,
a quien llamará “padre de su alma”. Las páginas de san Juan de la Cruz han
ejercido una influencia considerable en el camino de la unión con Dios.
El año 1904 es muy
significativo. El 21 de noviembre Isabel lo pasa ante el Santísimo. Por la
noche redacta una oración, que es expresión de su entrega al Dios Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice así:
“¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayudadme a olvidarme enteramente para
establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la
eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de vos, ¡mi
Inmutable!, sino que cada minuto me haga penetrar más en profundidad de vuestro
misterio. Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada amada
y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí jamás solo, sino que esté
allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, completamente
entregada a vuestra acción creadora”.
Ella ha
descubierto su vocación en la Iglesia: ser para Dios “una alabanza de gloria”
(Ef 1,6). Hasta tal punto que esta mística francesa lo toma como un nombre
simbólico, laudem gloriae, “alabanza de gloria”.
Los días 7 y 8 de
noviembre está en silencio. Las últimas palabras que le oyeron sus hermanas de
comunidad fueron: “Voy a la Luz, al Amor, a la Vida”. En el amanecer del 9 de
noviembre de 1906, deja de respirar, la ciudad de Dijon está tranquila. Las que
estaban allí presentes se dan cuenta que Isabel ha emprendido el viaje a la
Trinidad que tanto amó en la tierra y como un profeta nos llama a cada uno a
disfrutar de su Presencia en lo cotidiano de la vida.
Un primer milagro
obtenido por intercesión de Sor Isabel se verificó el 17 de febrero de 1984.
Fue la curación milagrosa de Fray Jean Chanut, un monje de la abadía
cisterciense, por entonces maestro de novicios. Tenía 31 años en 1938 y sufría
de tuberculosis renal. A pesar de la extracción de un riñón, la enfermedad se
extendió por todo el tracto urogenital. Fray Jean sufría mucho, estaba
incapacitado para continuar con sus oficios dentro de la comunidad y todo
parecía indicar que el único desenlace sería la muerte. Sin embargo, en enero
de 1943, siguiendo el consejo de un padre predicador, la comunidad cisterciense
comenzó una novena de oración, confiando en la intercesión de Sor Isabel.
Concluida la novena el Fray Chanut recuperó las fuerzas y pudo reanudar
rápidamente la plena observancia de la Regla, las vigilias y los ayunos severos
propios del estilo de vida cisterciense. Las pruebas de laboratorio que se le
realizaron demostraron la milagrosa desaparición de la enfermedad. Fray Chanut
más tarde fue abad del monasterio y murió en África en 1980. Este milagro
permitió la beatificación de Sor Isabel el 25 de noviembre de 1984.
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