21 DE NOVIEMBRE – SÁBADO –
33ª – SEMANA
DEL T. O. – A –
Presentación de santa María Virgen
Lectura del libro del Apocalipsis
(11,4-12):
Me fue dicho a mí, Juan:
«Aquí están dos testigos míos, estos
son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra.
Y si alguien quiere hacerles daño, sale un fuego de su boca y devora a sus
enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, es necesario que muera de esa
manera. Estos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia
durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para
convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre
que quieran.
Y cuando hayan terminado su
testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra y los vencerá y
los matará. Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama
espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Y
gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres
durante tres días y medio y no permiten que sus cadáveres sean puestos en un
sepulcro. Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y
se enviarán regalos unos a otros, porque los dos profetas fueron un tormento
para los habitantes de la tierra».
Y después de tres días y medio, un
espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran
temor cayó sobre quienes los contemplaban.
Y oyeron una gran voz del cielo, que
les decía:
«Subid aquí».
Y subieron al cielo en una nube, y
sus enemigos se quedaron mirándolos.
Palabra de Dios
Salmo: 143,1.2.9-10
R/. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!
Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R/.
Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio,
que me somete los pueblos. R/.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (20,27-40):
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que
dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito:
“Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, que tome la
mujer como esposa y dé descendencia a su hermano».
Pues bien, había siete hermanos; el
primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella,
y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la
mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque
los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y
las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en
el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni
ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como
ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo
indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios
de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de
vivos: porque para él todos están vivos».
Intervinieron unos escribas:
«Bien dicho, Maestro».
Y ya no se atrevían a hacerle más
preguntas.
Palabra del Señor.
1.- Una de las cuestiones
teológicas fundamentales, que distinguían a los saduceos de los fariseos, era
que no creían en la resurrección para la vida eterna, mientras que los fariseos
sí creían en eso.
Conviene recordar que en todo el
Antiguo Testamento no se menciona la fe en la vida eterna. Solo en Dn 12, 2; 2
Mac 7, 9 y Jub 23, 31.
La fe de los fariseos era, en cierto
modo una innovación teológica.
2. Los saduceos, para
defender su postura, echan mano de la ley del levirato, muy extendida en el
Oriente antiguo. Y plantean a Jesús un caso extravagante, pero no caen en la
cuenta de que la vida, posterior a la resurrección de los muertos, no necesita
perpetuarse mediante las leyes biológicas que son
fuente de fecundidad y de vida en este
mundo. Aunque, hablando con más precisión, de la vida
después de la muerte solo podemos hablar por negaciones: sabemos lo que no
es. Pero nunca sabremos en este mundo lo que es la vida que, por la fe,
esperamos para después de la muerte.
3. Además, es importante
dejar claro que la "ley del levirato" (de "levir" =
cuñado), según establece Deut 25, 5-10, tenía la finalidad de asegurar el
nombre y la herencia de la familia (J. Dheilly).
Es evidente que eso no tiene, ni
puede tener, sentido cuando hablamos de la "otra vida".
Presentación de santa María Virgen
En este día en que se recuerda la
dedicación, en el año 543, de la iglesia de Santa María la Nueva, construida
cerca del templo de Jerusalén, celebramos, junto con los cristianos de la
Iglesia oriental, la «dedicación» que María hizo de sí misma a Dios, ya desde
su infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su
concepción inmaculada.
Ana y Joaquín, en
un acto de fe quisieron darle gracias a Dios por el nacimiento de esta niña.
Esta fiesta
arranca desde el lejano año 543. Fue el tiempo en que se dedicó una basílica a
“La Virgen María la Nueva”.
Se levantó en
el mismo monte Sión en la explanada del Templo.
Las Iglesias
orientales, muy sensibles ante las fiestas marianas, conmemoran este día la
Entrada de María en el Templo para indicar que, aunque era purísima, no
obstante, cumplía con los ritos antiguos de los judíos para no llamar la
atención.
La liturgia
bizantina la trata como "la fuente perpetuamente manante del amor, el
templo espiritual de la santa gloria de Cristo Nuestro Señor".
En Occidente,
se la presenta como el símbolo de la consagración que la Virgen Inmaculada hizo
de sí misma al Señor en los albores de su vida consciente.
Este episodio
de la Virgen María no se encuentra en los cuatro evangelios. Sí que aparece,
por el contrario, en un libro apócrifo, el “Protoevangelio de Santiago”.
Pero, como
siempre, quien manda es el pueblo cristiano. Desde siempre la espiritualidad y
la piedad popular han estado marcadas y han subrayado la disponibilidad de
María la Virgen ante los mandatos e insinuaciones mínimas del Señor Dios.
Por eso, tanto
en Occidente como en Oriente esta fiesta tuvo en seguida un éxito resonante
entre todos los cristianos.
María estaba
destinada a ser un templo vivo de la divinidad. Según este evangelio apócrifo,
la escena no puede ser más sencilla:" Ana y Joaquín, en un acto de fe y de
cortesía, quisieron darle gracias a Dios por el nacimiento de esta niña".
No pensaron
una cosa mejor que consagrársela de por vida. Cuando tenía tres años, la
llevaron al Templo, la cogió un sacerdote mediante unas palabras que recuerdan
el Magnificat, el himno del Virgen María en acción de gracias por lo que el
Señor había hecho con ella.
Esta fiesta
data del siglo VI.
¡Felicidades a
quienes lleven este nombre y las Hermanas de la Presentación!
Fuente: Catholic.net
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