15
DE FEBRERO - LUNES –
6ª – SEMANA DEL T.O. –
B –
SAN
CLAUDIO DE LA COLUMBIERE
Lectura del libro del
Génesis (4,1-15.25):
EL hombre conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a
luz a Caín. Y ella dijo:
«He adquirido un
hombre con la ayuda del Señor».
Después dio a luz a
Abel, su hermano. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo.
Pasado un tiempo, Caín
ofreció al Señor dones de los frutos del suelo; también Abel ofreció las
primicias y la grasa de sus ovejas.
El Señor se fijó en
Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se
enfureció y andaba abatido.
El Señor dijo a Caín:
«Por qué te enfureces
y andas abatido? ¿No estarías animado si obraras bien?; pero, si no obras bien,
el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo».
Caín dijo a su hermano
Abel:
«Vamos al campo».
Y, cuando estaban en
el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató.
El Señor dijo a Caín:
«Dónde está Abel, tu
hermano?».
Respondió Caín:
«No sé; ¿soy yo el guardián
de mi hermano?».
El Señor le replicó:
«¿Qué has hecho? La
sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo.
Por eso te maldice ese
suelo que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu
hermano.
Cuando cultives el
suelo, no volverá a darte sus productos. Andarás errante y perdido por la
tierra».
Caín contestó al
Señor:
«Mi culpa es demasiado
grande para soportarla. Puesto que me expulsas hoy de este suelo, tendré que
ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y cualquiera que me
encuentre me matará».
El Señor le dijo:
«El que mate a Caín lo
pagará siete veces».
Y el Señor puso una
señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matase.
Adán conoció otra vez
a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo:
«Dios me ha dado otro
descendiente en lugar de Abel, asesinado por Caín».
Palabra de Dios
Salmo: 49,1.8.16bc-17.20-21
R/. Ofrece a Dios un
sacrificio de alabanza
V/. El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de
oriente a occidente.
«No te reprocho tus
sacrificios,
pues siempre están tus
holocaustos ante mí. R/.
V/. ¿Por qué recitas mis preceptos,
y tienes siempre en la
boca mi alianza,
tú que detestas mi
enseñanza
y te echas a la
espalda mis mandatos? R/.
V/. Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de
tu madre;
Esto haces, ¿y me voy
a callar?
¿Crees que soy como
tú?
Te acusaré, te lo
echaré en cara». R/.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (8,11-13):
EN aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se
pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del
cielo.
Jesús dio un profundo
suspiro y dijo:
«Por qué esta
generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a
esta generación».
Los dejó, se embarcó
de nuevo y se fue a la otra orilla.
Palabra del Señor
1. Lo que piden los fariseos, los observantes de la religión es un
"signo del cielo". Pedir un signo así, era en realidad no fiarse de
Jesús no creer en él. Los hombres de la religión veían en Jesús un hombre. Por
eso ellos querían un "signo del cielo".
La religión no se fía de Él y solamente pone su seguridad en lo divino.
Pero esto es lo que indignaba a
Jesús: que le pidieran un "signo del cielo" (Mc 8, 11 ss; Mt 16,
1; Lc 11, 16; cf. Mt 12, 38).
Para Jesús, pedir "signos del cielo" es una perversión (Mc 8, 12;
Mt 16, 4; 12, 39).
- ¿Por qué esta reacción de Jesús?
- ¿Qué podía haber de malo en pedir una señal del cielo?
2. Sencillamente, que quien solo se fía del cielo y de los signos
divinos, con eso demuestra que no cree en lo humano. Y, por tanto, no se fía de
nada ni de nadie de este mundo. Lo cual quiere decir que un tipo así es
un ser deshumanizado. Lo cual, por desgracia es frecuente. Porque la
religión, a fuerza de ponderar tanto a Dios y lo divino, lo celestial y lo
angélico, termina por maltratar a lo humano y a los humanos. Por eso es tan
frecuente el hecho escandaloso de las religiones que no aceptan los derechos
humanos, ni los defienden, ni los aprueban, ni de esos derechos sacan las consecuencias que deberían
deducir para la vida y la convivencia humana.
3. Cuando en los evangelios se habla de esta generación (Mt 11, 16;
Lc 7, 31; Mt 23, 36; Lc 11, 50; Mt 12, 42; Lc 11, 31; Mt 13, 45) se habla de
gente sin fe, que no tiene buenas intenciones. Jesús viene a decir que las
personas, a quienes les interesan más los signos extraordinarios
que el Evangelio, son gente sin fe y no muy de fiar. Por eso Jesús
los dejó y se fue a otra parte.
Las personas que solamente se tranquilizan mediante "signos
extraordinarios" o "signos celestiales" son gente que sitúa lo
importante de la vida, no en lo normal, lo cotidiano, lo que hacemos o dejamos
de hacer a diario. Lo importante es "lo celestial". Pero aquí
se nos dice que Jesús quiere "la honradez y la bondad en la vida diaria". Esto es lo importante.
SAN CLAUDIO
DE LA COLUMBIERE
En la Iglesia Católica hay 12 santos que
se llaman Claudio, y éste es el más moderno. Tiene el honor de haber sido el
director espiritual de la propagadora de la devoción al Sagrado Corazón de
Jesús, Santa Margarita María Alacoque.
Nació cerca de Lyon, en Francia, en 1641. De familia muy piadosa y acomodada, al
principio sentía mucho temor a entrar a una comunidad religiosa. Pero llevado a
estudiar a un colegio de los Padres Jesuitas, adquirió un enorme entusiasmo por
esta Comunidad y pidió ser admitido como religioso jesuita. Fue admitido y en
la ciudad de Avignon hizo su noviciado y en esa misma ciudad dio clases por
bastantes años.
El año en que fue declarado santo San
Francisco de Sales (1665) los superiores encomendaron a Claudio de la
Colombiere que hiciera el sermón del nuevo santo ante las religiosas Salesas o
de la Visitación. Y en aquella ocasión brillaron impresionantemente las
cualidades de orador de este joven jesuita, y las religiosas quedaron muy entusiasmadas
por seguir escuchando sus palabras.
El Padre Claudio preparaba con mucho
esmero cada uno de sus sermones, y los escribía antes de pronunciarlos. No los
leía al público, porque la lectura de un sermón le quita muchísima de su
vitalidad, pero antes de proclamarlos se esmeraba por ponerlos por escrito. En
Avignon, en Inglaterra, y en París impresionó muy provechosamente a los que lo
escuchaban predicar.
Uno de los más provechosos descubrimientos
de su vida fue el de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, tomado de las
revelaciones que recibió Santa Margarita. Cuando Claudio cumplió los 33 años se
propuso, después de hacer un mes de Retiros Espirituales, morir al mundo y a
sus vanidades y dedicarse totalmente a la oración, a la vida interior, a la
predicación y a la enseñanza del catecismo, y a dirigir cuantas más almas
pudiera, por el camino de la santificación.
En 1675 el Padre Claudio fue nombrado
superior del colegio de los jesuitas en Paray le Monial, la ciudad donde vivía
Santa Margarita. Esta santa se encontraba en un mar de dudas, y no hallaba un
director espiritual que lograra comprenderla. Le había contado a un sacerdote
las revelaciones y apariciones que le había hecho el Sagrado Corazón de Jesús,
pero aquel sacerdote, que sabía poco de mística, le dijo que todo eso eran
engaños del demonio. Entonces ella se dedicó a pedirle a Nuestro Señor que le
enviara un santo y sabio sacerdote que la comprendiera, y su oración fue
escuchada.
Escribe así Santa Margarita: "El
Padre Claudio vino a predicarnos un sermón, y mientras él hablaba oí en mi
corazón que Jesucristo me decía: ‘He aquí al sacerdote que te he enviado’.
Después del sermón fui a confesarme con él, y me trató como si ya estuviera
enterado e informado de lo que me estaba sucediendo. En la segunda confesión
que hice con él le informé que yo sentía una gran aversión y repugnancia a
confesarme, y me dijo que me felicitaba por esto, pues con vencer la tal
aversión podía cumplir aquel mandato de Jesús que dice: ‘El que quiera
seguirme, que se niegue a sí mismo’. Este piadoso sacerdote me fue guiando con
gran sabiduría, y demostrando un gran respeto por mi alma me fue diciendo todo
lo bueno y lo malo que había en mi corazón, y con sus consejos me consoló
muchísimo. Me insistía continuamente que aceptara cada día el que se cumpliera
en mí todo lo que la Santa Voluntad de Dios permitiera que me sucediera, y me
enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir las comunicaciones divinas con
fe y humildad".
Claudio no sólo dirigió espiritualmente a
la santa que el Sagrado Corazón escogió para hacerle sus revelaciones, sino que
dedicó toda su vida restante y sus muchas energías en propagar por todas partes
la devoción del Corazón de Jesús.
Fue enviado el santo sacerdote a
Inglaterra, y allí, como predicador de los altos empleados del gobierno, logró
muchas conversiones de protestantes hacia el catolicismo. Su tema favorito era
la devoción al Sagrado Corazón. Pero los protestantes, que eran muy poderosos
en aquel país, le inventaron toda clase de calumnias y obtuvieron que fuera
puesto preso y condenado a muerte. Sólo la intervención del rey Luis XIV de
Francia logró que no lo mataran. Pero los meses pasados en la prisión le
destruyeron casi por completo su salud.
Fue expulsado de Inglaterra a Paray le
Monial, la ciudad desde donde se propagó a todo el mundo la devoción al Corazón
de Jesús. Santa Margarita le anunció que él moriría en aquella ciudad, y así
sucedió el 15 de febrero del año 1682. Santa Margarita recibió una revelación
en la cual se le decía que el Padre Claudio estaba ya en el cielo.
El Papa Juan Pablo II lo declaró santo en
1992.
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