28 DE FEBRERO - DOMINGO –
2ª – SEMANA DE CUARESMA – B
SAN ROMAN
Lectura del libro del Génesis (22,1-2.9-13.15-18):
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:
«¡Abrahán!»
Él respondió:
«Aquí me tienes.»
Dios le dijo:
«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y
ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el
altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar,
encima de la leña.
Entonces Abrahán tomó el cuchillo
para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
«¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó:
«Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a
Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la
maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su
hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
«Juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Por haber hecho esto, por no
haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes
como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes
conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo
se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
Palabra de Dios
Salmo:115,10.15.16-17.18-19
R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de
alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-34):
Si Dios está con nosotros, - ¿quién estará contra nosotros? El que no
perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, - ¿cómo no
nos dará todo con él? - ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? - ¿Dios, el que
justifica? - ¿Quién condenará? - ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún,
resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con
ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos
se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero
del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
«Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con
ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar
de entre los muertos».
Palabra del Señor
La anticipación del
triunfo de Jesús.
El domingo 1º de
Cuaresma se dedica siempre a las tentaciones de Jesús, y el 2º a la
transfiguración. El motivo es fácil de entender: la Cuaresma es etapa de
preparación a la Pascua; no sólo a la Semana Santa, entendida como recuerdo de
la pasión y muerte de Jesús, sino también a su resurrección. Este episodio, que
anticipa su triunfo final, nos ayuda a enfocar adecuadamente estas semanas.
La primera lectura
recuerda otro episodio clave de la historia de la salvación: el sacrificio de
Abrahán, en el que siempre se vio prefigurada la muerte de Jesús. La segunda
lectura saca las consecuencias de esta entrega: si Dios no se reservó a su
propio Hijo, ¿cómo no nos dará todo con él?
Dos padres, dos
hijos, dos escándalos
Las dos primeras lecturas de este domingo se relacionan
por oposición. En la primera, Abrahán está dispuesto a sacrificar a su único
hijo si Dios se lo pide, cosa que no ocurre. En la segunda, Dios entrega a su
hijo para demostrarnos que está dispuesto a concedernos todo. Los dos textos
extrañan, incluso escandalizan, a muchos cristianos.
Primer escándalo: el
sacrificio de Abrahán (Génesis 22,1-2. 9-13.15-18)
La práctica de los
sacrificios humanos estaba muy extendida en los más diversos pueblos y
culturas, desde Escandinavia al Japón. Pero el Antiguo Testamento nos informa
también de algo más terrible: el sacrificio del primogénito. En casos de
extrema necesidad, el rey, o el jefe militar, ofrecía en sacrificio a los
dioses lo más valioso que poseía: el hijo o la hija primogénito. No sabemos si esta
práctica estaba difundida también a nivel privado. Si lo que dice el profeta
Jeremías no es exageración, cabe pensar que sí.
En esa práctica,
desde la óptica de aquellos siglos, hay algo muy valioso: se reconoce el
derecho de Dios a lo más querido para cualquier persona. Pero en Israel
intuyeron pronto que Dios no quiere esa forma de piedad. Había que compaginar
dos cosas aparentemente contradictorias: Dios tiene derecho a la vida del
primogénito, pero no quiere ejercer ese derecho.
El relato del sacrificio
de Abrahán cumple perfectamente este objetivo: el patriarca reconoce el derecho
de Dios, pero Dios no quiere que lo ponga en práctica. Cuando se conocen las
circunstancias históricas y culturales, el relato no escandaliza, sino que
alegra.
Segundo escándalo: el
sacrificio de Jesús (Romanos 8, 31b-34)
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra
nosotros? El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios?
Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió,
todavía, resucitó y está a la derecha de Dios, y que además intercede por
nosotros?
Más difícil de
explicar es este segundo escándalo. Porque nadie comprende que Dios sacrifique
a su hijo para salvar a gente como nosotros. Lo curioso es que los primeros
autores cristianos (los evangelistas y los apóstoles en sus cartas) nunca se
escandalizaban de este hecho. Se admiraban, pero no se escandalizaban. Por un
motivo muy sencillo: no se quedaban en la muerte de Jesús, todo lo pensaban a
partir de la resurrección. La historia había terminado maravillosamente bien. Y
eso les capacitaba para ver de forma positiva incluso los aspectos más
escandalosos. Las palabras de Pablo en esta lectura no pueden ser más duras:
Dios «no perdonó a su propio Hijo». Sin embargo, Pablo no deduce de ahí que
Dios es cruel, sino que está dispuesto a darnos todo con él.
Ya que la idea del
juicio final se ha utilizado a menudo para angustiar a la gente, conviene
advertir cómo lo enfoca Pablo. El fiscal es Dios; pero no el Dios justiciero,
sino un fiscal que se pone de parte de los culpables. Y el juez es Jesús, que
ha muerto y sigue intercediendo por nosotros. Es el caso más escandaloso de corrupción
de la justicia. Afortunadamente para nosotros.
La mejor forma de ser
agradecidos con este fiscal y este juez es vivir de acuerdo con sus palabras en
el evangelio: «Este es mi Hijo amado, escuchadlo».
La anticipación del
triunfo de Jesús: la Transfiguración (Marcos 9,2-10)
Jesús ha anunciado
que debe padecer mucho, ser rechazado, morir y resucitar. Pedro, que no quiere
oír hablar de sufrimiento y muerte, lo lleva aparte y lo reprende, provocando
la respuesta airada de Jesús: «Retírate, Satanás». Luego llama a toda la gente
junto con los discípulos, y les dice algo más duro todavía: no solo él sufrirá
y morirá; los que quieran seguirle también tendrán que negarse a sí mismos y
cargar con la cruz. Pero tendrán su recompensa cuando él vuelva triunfante. Y añade:
«Algunos de los aquí presentes no morirán antes de ver llegar el reinado de
Dios con poder». ¿Se cumplirá esa extraña promesa? ¿Hay que hacerle caso a uno
que pone condiciones tan duras para seguirle? Seis días después tiene lugar
este extraño episodio.
El relato podemos
dividirlo en tres partes: la subida a la montaña, la visión y la bajada.
Desde el punto de
vista literario es una teofanía, una manifestación de Dios, y Marcos utiliza
los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para
describirla. Por eso, antes de analizar cada
una de las partes, recordaré brevemente algunos datos de la famosa teofanía del
Sinaí, cuando Dios se revela a Moisés.
En primer lugar, Dios no se manifiesta en un espacio
cualquiera, sino en un sitio especial, la montaña, que por su altura se concibe
como la morada de Dios. A esa montaña no tiene acceso todo el pueblo, sino solo
Moisés, al que a veces puede acompañar su hermano Aarón (Ex 19,24), o Aarón,
Nadab y Abihú junto con los setenta dirigentes de Israel (Ex 24,1). La presencia
de Dios se expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que Dios
habla (Ex 19,9). Es también frecuente que se mencione en este contexto el
fuego, el humo y el temblor de la montaña, como símbolos de la gloria y el
poder de Dios que se acerca a la tierra. Estos elementos, sobre los que
volveremos al comentar el relato, demuestran que los evangelistas no pretenden
ofrecer un informe objetivo, «histórico», de lo ocurrido, sino crear un clima
semejante al de las teofanías del Antiguo Testamento.
La subida
a la montaña
Es significativo el
hecho de que Jesús solo elige a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan. La
exclusión de los otros nueve no debemos interpretarla solo como un privilegio;
la idea principal es que va a ocurrir algo tan importante que no puede ser
presenciado por todos. Por otra parte, se dice que subieron «a un monte alto».
Mc usa el frecuente simbolismo de la montaña como morada o lugar de revelación
de Dios. Entre los antiguos cananeos, el monte Safón era la morada del panteón
divino. Para los griegos se trataba del Olimpo. Para los israelitas, el monte
sagrado era el Sinaí. También el Carmelo tuvo un prestigio especial entre
ellos, igual que el monte Sión en Jerusalén.
La visión
En la visión hay
cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud.
1) La
transformación de las vestiduras de Jesús, que se vuelven «de un blanco
deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo». Mc
parece sugerir que del interior de Jesús brota una luz deslumbradora que
transforma sus vestidos. Esa luz simboliza la gloria de Jesús, que los
discípulos no habían percibido hasta ahora de forma tan sorprendente.
2) Elías y Moisés.
Curiosamente, el primer plano lo ocupa Elías, considerado en el judaísmo el
precursor del Mesías (Eclesiástico 48,10); el puesto secundario que ocupa
Moisés resulta difícil de explicar. Moisés es el gran mediador entre Dios y su
pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Sin Moisés, humanamente
hablando, no habría existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el
profeta que salva a esa religión en su mayor momento de crisis, hacia el siglo
IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea.
Sin él, habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos
concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se
aparezcan ahora a los discípulos (no a Jesús), es una manera de confirmarles
la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un
loco, no está destruyendo la labor religiosa de los siglos pasados, se
encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.
3) En este contexto, las
palabras de Pedro proponiendo hacer tres tiendas suenan a simple
despropósito. Mc lo justifica aduciendo que estaban espantados y no sabía lo
que decía. Generalmente nos fijamos en las tres tiendas. Pero esto es simple
consecuencia de lo anterior: «qué bien se está aquí». Pedro no quiere que
Jesús sufra. Mejor quedarse en lo alto del monte con Jesús, Moisés y Elías que
tener que seguirle con la cruz.
4) La nube y la
voz. Como en el Sinaí, Dios se manifiesta en la nube y habla desde ella.
Sus primeras palabras repiten exactamente las que se escucharon en el momento
del bautismo de Jesús, cuando Dios lo presentaba como su siervo. Pero aquí se
añade un imperativo: «¡Escuchadlo!». La orden se relaciona con las anteriores
palabras de Jesús, que han provocado tanto escándalo en Pedro, y con la dura
alternativa entre vida y muerte que ha planteado a sus discípulos. Ese mensaje
no puede ser eludido ni trivializado. «¡Escuchadlo!»
Este episodio está
contado como experiencia positiva para los apóstoles y para todos nosotros.
Después de haber escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las duras
condiciones que impone a sus seguidores, tienen tres experiencias
complementarias:
1) ven a Jesús
transfigurado de forma gloriosa;
2) se les aparecen
Moisés y Elías;
3) escuchan la voz
del cielo.
Lo cual supone una
enseñanza creciente:
1) al ver
transformados sus vestidos tienen la experiencia de que su destino final no es
el fracaso, sino la gloria;
2) al aparecérseles
Moisés y Elías, se confirman en que Jesús es el culmen de la historia religiosa
de Israel y de la revelación de Dios;
3) al escuchar la voz
del cielo saben que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al
plan de Dios.
El
descenso de la montaña: necesidad del sufrimiento
(vv.9-13).
Dos hechos se cuentan en este momento. La orden de
Jesús de que no hablen de la visión hasta que él resucite (v.9-10) y la
pregunta de los discípulos sobre la vuelta de Elías (vv.11-13).
Lo primero se inserta en la línea de la prohibición
de decir que él es el Mesías (16,20). No es momento ahora de hablar del poder y
la gloria, suscitando falsas ideas y esperanzas. Después de la resurrección,
cuando para creer en Cristo sea preciso aceptar el escándalo de su pasión y
cruz, se podrá hablar con toda libertad también de su gloria. Es interesante la
indicación de que los discípulos ignoran qué significa resucitar de los
muertos.
El segundo dato, la pregunta sobre Elías, no es
simple anécdota. Según la teología tradicional, basada en un texto de Malaquías
(3,23) y otro del Eclesiástico (48,10), antes de que llegue el Mesías debe
volver el profeta Elías para renovarlo todo. Lo que dicen los escribas
constituye una objeción muy seria para aceptar que Jesús es el Mesías. Si Elías
no ha vuelto, Jesús no puede ser el Mesías. Y si ha vuelto, y ha arreglado
todo, el Mesías no puede sufrir.
Jesús resuelve el problema de un plumazo. Elías ya
ha vuelto, era Juan Bautista, y lo trataron a su antojo. La respuesta de Jesús
demuestra una autoridad asombrosa, porque es totalmente desmitificadora.
Frente a una interpretación mítica de la revelación, Jesús propone una
interpretación realista y simbólica al mismo tiempo.
SAN ROMAN
Abad
Martirologio Romano: En el monte Jura, en la región lugdunense de la Galia, sepultura del abad
san Román, que, siguiendo los ejemplos de los antiguos monjes, primero abrazó
la vida eremítica y después fue padre de numerosos monjes (460).
Breve Biografía
Son escasas las noticias que han llegado hasta nosotros de este ilustre
ermitaño y célebre fundador de Monasterios, sobre todo de su juventud y
formación intelectual. Parece que apenas tenía estudios, pero sí gozaba de una
sabiduría e inteligencia nada comunes y que en su hogar familiar había recibido
una esmerada educación cristiana que, a pesar de las no pocas dificultades por
las que el trajín de la vida le arrastró, jamás llegó a olvidar.
Su vida se mueve en aquellos años tan difíciles cuando el Imperio Romano de
Occidente se desmorona y cuando los pueblos bárbaros venidos del norte de
Europa amenazan avasallarlo todo. De hecho, reina la barbarie y la desolación.
El cristianismo que hace poco ha conocido los aires de la libertad, al poder
celebrar sus actos fuera de las catacumbas, encuentra ahora este enemigo al que
tan sólo le interesa el materialismo y la barbarie, polos opuestos a la dulzura
y valores eternos que predica la fe de Jesucristo.
La Divina Providencia iba dirigiendo los pasos de Román y poco a poco le
hacía ver que aquella vida que llevaba no podía satisfacer ni llenar las ansias
de su corazón. Estaba dotado de un carácter vivo, fogoso y expansivo. Por otra
parte, también le arrastraba la soledad y la entrega a Dios en el silencio y la
oración. ¿Quién vencerá la batalla?
Es ordenado sacerdote en Besancón por el ilustre Hilario de Arlés en tiempos
tan difíciles para la Iglesia. No por cobardía, sino por necesidad interior,
renuncia a todas las prebendas que podía ofrecerle su Ordenación sacerdotal y
se retira a la soledad para vivir la vida eremítica. Allí pasa unos años no
teniendo otra compañía que los árboles, las plantas y algunos animales. Toda su
jornada la pasa entregado a la oración, a la mortificación y hace también
algunos trabajos manuales.
Pronto se enteran algunos hombres, igual que él hambrientos de vida de mayor
entrega al Señor, y le piden los acepte en su compañía... Así van echándose los
cimientos de aquel género de vida que llamará la atención por aquellos
alrededores y que será foco de virtudes cristianas. Román conocía bien la vida
y escritos de los Padres del Desierto de Egipto, la Tebaida, etc... y pensó
que, sin abandonar su Patria, en la misma Galia, podía él y los suyos organizar
el mismo género de vida que aquellos Padres... De aquí surgió su célebre
convento de Condat que será después la semilla de otros muchos Monasterios o
una especie de lauras aglutinadas en torno al abad o padre espiritual de todo
el Monasterio.
Cierto día se sumó a aquellos monjes el mismo hermano de Román, llamado Lupicino,
que después también será inscrito en el Catálogo de los Santos. Entre los dos
llevaban la dirección del Monasterio. Lupicino era más fogoso que Román y a
veces era un tanto duro en las penitencias que él se imponía y quería también
para los demás. Entonces aparecía Román, y con su gran bondad, traía la paz y
descargaba a los monjes de penitencias exageradas.
Gracias al buen hacer de Román no hubo nunca escisiones en el Monasterio y
todos vivían como verdaderos hermanos, teniendo, como dice el libro de los
Hechos "un mismo sentir y siendo todo común entre ellos".
Román también supo ser duro e intransigente con los príncipes y nobles
cuando veía que los derechos humanos y de la Iglesia eran pisoteados por ellos.
Condat se había convertido en una de las escuelas más famosas de su tiempo y de
allí salían fervorosos misioneros y trabajadores para todos los campos en la
viña del Señor. Famosos se hicieron aquellos cenobios por su sabiduría, copia
de códices, enseñanza de idiomas antiguos, composición de preciosos tratados de
vida espiritual y obradores de muchos prodigios. Lleno de méritos expiraba el
año 460.
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