domingo, 21 de febrero de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 23 DE FEBRERO - MARTES – 1ª – SEMANA DE CUARESMA – B San Policarpo

 

 


        23 DE FEBRERO - MARTES –

1ª – SEMANA DE CUARESMA – B

San Policarpo

 

Lectura del libro de Isaías (55,10-11):

 

ESTO dice el Señor:

«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,

de fecundarla y hacerla germinar,

para que dé semilla al sembrador

y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca:

no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 33,4-5.6-7.16-17.18-19

 

R/. El Señor libra de sus angustias a los justos

 

 Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió,

me libró de todas mis ansias. R/.

 

 Contempladlo, y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará.

El afligido invocó al Señor,

él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

 

    Los ojos del Señor miran a los justos,

sus oídos escuchan sus gritos;

pero el Señor se enfrenta con los malhechores,

para borrar de la tierra su memoria. R/.

 

 Cuando uno grita, el Señor lo escucha

y lo libra de sus angustias;

el Señor está cerca de los atribulados,

salva a los abatidos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):

 

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:

“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,

venga a nosotros tu reino,

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día,

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

 

Palabra del Señor

 

1.  Orar es expresar un deseo. Y el deseo es la experiencia lógica de una

carencia.

Cuando deseamos algo, sin duda alguna, lo que nos ocurre es que tenemos un vacío o sufrimos una carencia, que apetecemos satisfacer. De ahí, la importancia capital del "deseo" en nuestras vidas. Si lo que apetecemos pertenece a otro, el deseo de apropiarse lo ajeno es un asunto tan grave, que eso precisamente es lo que constituye el último de los mandamientos del Decálogo (Ex 20, 17) (cl. René Girard).

Por otra parte, cuando deseamos algo, que necesitamos y que es bueno, aunque no nos pongamos a rezar, el deseo íntimo es nuestra oración. Ese deseo, por sí solo, es ya nuestra oración. No hace falta más.

 

2.  El Padrenuestro es "un resumen de toda la enseñanza sobre la fe y las costumbres" (U. Luz). Es un breviarium totius Evangelii, la forma breve de expresar el Evangelio entero (Tertuliano).

De este "Breviario" de todo el Evangelio, se han hecho dos interpretaciones:

 

 1) Una, "dogmática": el resumen condensado de todo lo que Jesús nos enseñó en el Evangelio.

 

2) La interpretación "ética": la síntesis de lo que tenemos que hacer, una "guía para nuestra espiritualidad". Que nos viene a decir: Dios es siempre bueno. Sed vosotros también siempre buenos. Y buenos con todos, con los que te hacen el bien y con los que te hacen el mal.

Esta es la síntesis de nuestra religiosidad. No hay más. Ni menos tampoco.

 

3.  Esta oración es de una profundidad asombrosa: 

1) Se siente a Dios como Padre. Y nada más que como Padre.

2) Lo que más importa es que se haga lo que Dios quiere, no lo que nos interesa a los mortales.

 

3) Lo que apetecemos es que sea Dios el que mande, el que se imponga. Nada más que eso.

 

4)  Que no nos falte el pan, lo elemental para vivir. Y el compromiso de perdonar siempre, lo mismo exactamente, que queremos ser perdonados.

 

Tener siempre la tolerancia y el respeto con que queremos ser tratados.

ESTA ES NUESTRA RELIGIÓN.

 

San Policarpo

San Policarpo obispo y mártir (año 155)

 

 

Memoria de san Policarpo, obispo y mártir, discípulo de san Juan y el último de los testigos de los tiempos apostólicos, que en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, cuando contaba ya casi noventa años, fue quemado vivo en el anfiteatro de Esmirna, en Asia, en presencia del procónsul y del pueblo, mientras daba gracias a Dios Padre por haberle contado entre los mártires y dejado participar del cáliz de Cristo (c. 155).

 

Policarpo significa: el que produce muchos frutos de buenas obras. (poli = mucho, carpo = fruto).

San Policarpo tuvo el inmenso honor de ser discípulo del apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran admiración. Y entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios varones importantes más.

En una carta a un cristiano que había dejado la verdadera fe y se dedicaba a enseñar errores, le dice así San Ireneo: "Esto no era lo que enseñaba nuestro venerable maestro San Policarpo. Ah, yo te puedo mostrar el sitio en el que este gran santo acostumbraba a sentarse a predicar. Todavía recuerdo la venerabilidad de su comportamiento, la santidad de su persona, la majestad de su rostro y las santísimas enseñanza con que nos instruía. Todavía me parece estarle oyendo contar que él había conversado con San Juan y con muchos otros que habían conocido a Jesucristo, y repetir las palabras que había oído de ellos. Y yo te puedo jurar que, si San Policarpo oyera las herejías que ahora están diciendo algunos, se taparía los oídos y repetiría aquella frase que acostumbraba decir: Dios mío, ¿por qué me has hecho vivir hasta hoy para oír semejantes horrores? Y se habría alejado inmediatamente de los que afirman tales cosas".

San Policarpo era obispo de la ciudad de Esmirna, en Turquía, y fue a Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de acuerdo para unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia y los de Europa. Y andando por Roma se encontró con un hereje que negaba varias verdades de la religión católica. El otro le preguntó: ¿No me conoces? Y el santo le respondió: ¡Si te conozco! ¡Tú eres un hijo de Satanás!

Cuando San Ignacio de Antioquía iba hacia Roma, encadenado para ser martirizado, San Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus cadenas. Y por petición de San Ignacio escribió una carta a los cristianos del Asia, carta que, según San Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos cristianos.

Los cristianos de Esmirna escribieron una bellísima carta poco después del martirio de este gran santo, y en ella nos cuentan datos muy interesantes, por ejemplo, los siguientes:

"Cuando estalló la persecución, Policarpo no se presentó voluntariamente a las autoridades para que lo mataran, porque él tenía temor de que su voluntad no fuera lo suficientemente fuerte para ser capaz de enfrentarse al martirio, y porque sus fuerzas no eran ya tan grandes pues era muy anciano. Él se escondió, pero un esclavo fue y contó dónde estaba escondido y el gobierno envió un piquete de soldados a llevarlo preso. Era de noche cuando llegaron. Él se levantó de la cama y exclamó: "Hágase la santa voluntad de Dios". Luego mandó que les dieran una buena cena a los que lo iban a llevar preso y les pidió que le permitieran rezar un rato. Pasó bastantes minutos rezando y varios de los soldados, al verlo tan piadoso y tan santo, se arrepintieron de haber ido a llevarlo preso.

El populacho estaba reunido en el estadio y allá fue llevado Policarpo para ser juzgado. El gobernador le dijo:

"Declare que el César es el Señor".

Policarpo respondió:

"Yo sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios".

Añadió el gobernador:

¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncie a su Cristo y salvará su vida.

A lo cual San Policarpo dio una respuesta admirable. Dijo así:

"Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y Él nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a Él ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo".

El gobernador le grita:

"Si no adora al César y sigue adorando a Cristo lo condenaré a las llamas",.

Y el santo responde:

"Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga".

En ese momento el populacho empezó a gritar:

¡Este es el jefe de los cristianos, el que prohíbe adorar a nuestros dioses! ¡Que lo quemen! Y también los judíos pedían que lo quemaran vivo. El gobernador les hizo caso y decretó su pena de muerte, y todos aquellos enemigos de nuestra santa religión se fueron a traer leña de los hornos y talleres para encender una hoguera y quemarlo.

Hicieron un gran montón de leña y colocaron sobre él a Policarpo. Los verdugos querían amarrarlo a un palo con cadenas, pero él les dijo:

"Por favor: déjenme así, que el Señor me concederá valor para soportar este tormento sin tratar de alejarme de él". Entonces lo único que hicieron fue atarle las manos por detrás.

Policarpo, elevando los ojos hacia el cielo, oró así en alta voz:

"Señor Dios, Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te bendigo porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes la gracia de formar parte del grupo de tus mártires, y me das el gran honor de poder participar del cáliz de amargura que tu propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes de llegar a su resurrección gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre el grupo de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio te sea totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre Celestial por tu santísimo Hijo Jesucristo a quien sea dada la gloria junto al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos".

"Tan pronto terminó Policarpo de rezar su oración, prendieron fuego a la leña, y entonces sucedió un milagro ante nuestros ojos y a la vista de todos los que estábamos allí presentes (sigue diciendo la carta escrita por los testigos que presenciaron su martirio): las llamas, haciendo una gran circunferencia, rodearon al cuerpo del mártir, y el cuerpo de Policarpo ya no parecía un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los alrededores se llenaron de un agradabilísimo olor como de un fino incienso. Los verdugos recibieron la orden de atravesar el corazón del mártir con un lanzazo, y en ese momento vimos salir volando desde allí hacia lo alto una blanquísima paloma, y al brotar la sangre del corazón del santo, en seguida la hoguera se apagó".

"Los judíos y paganos le pidieron al jefe de la guardia que destruyeran e hicieran desaparecer el cuerpo del mártir, y el militar lo mandó quemar, pero nosotros alcanzamos a recoger algunos de sus huesos y los veneramos como un tesoro más valioso que las más ricas joyas, y los llevamos al sitio donde nos reunimos para orar".

El día de su martirio fue el 23 de febrero del año 155.

Esta carta, escrita en el propio tiempo en que sucedió el martirio, es una narración verdaderamente hermosa y provechosa.

 

ORACIÓN

Concédanos el Dios Todopoderoso poder también nosotros como San Policarpo ser fieles a Nuestro Señor Jesucristo hasta el último momento de nuestra vida.

 

www.ewtn.com/spanish/saints/Policarpo.htm

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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