miércoles, 3 de febrero de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 5 DE FEBRERO – VIERNES – 4ª – SEMANA DEL T.O. – B – SANTA ÁGUEDA

 

 


5 DE FEBRERO – VIERNES –

4ª – SEMANA DEL T.O. – B –

SANTA ÁGUEDA

 

Lectura de la Carta a los Hebreos (13,1-8):

 

HERMANOS:

Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, “hospedaron” a ángeles.

Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvierais en su carne.

Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará.

Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo:

«Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir:

«El Señor es mi auxilio: nada temo;

¿qué podrá hacerme el hombre?».

Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.

Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 26

 

R/. El Señor es mi luz y mi salvación

 

V/. El Señor es mí luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es la defensa de mi vida,

¿quién me hará temblar? R/.

 

V/. Si un ejército acampa contra mí,

mi corazón no tiembla;

si me declaran la guerra,

me siento tranquilo. R/.

 

V/. Él me protegerá en su tienda

el día del peligro;

me esconderá en lo escondido de su morada,

me alzará sobre la roca. R/.

 

V/. Tu rostro buscaré, Señor,

no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,

que tú eres mi auxilio;

no me deseches. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,14-29):

 

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él.

Unos decían:

«Juan Bautista ha resucitado, y por eso los ángeles actúan en él.»

Otros decían:

«Es Elías.»

Otros:

«Es un profeta corno los antiguos.»

Herodes, al oírlo, decía:

«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.»

Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.

El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía.

Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados.

El rey le dijo a la joven:

«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»

Y le juró:

«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»

Ella salió a preguntarle a su madre:

«¿Qué le pido?»

La madre le contestó:

«La cabeza de Juan, el Bautista.»

Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:

«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»

El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.

Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

 

Palabra del Señor

 

1.  Este relato es el ejemplo vivo de lo que es el poder despótico. Y también el precio que tiene la libertad profética. El poder despótico carece de ética. La libertad profética termina pagando con la vida el riesgo y el atrevimiento de lo que significa ser libre y actuar con libertad y coherencia.

Es la ley del poder. Y también la ley de la libertad frente a los abusos del poder. Así ocurría en los tiempos antiguos. Y exactamente lo mismo sigue ocurriendo en la actualidad, en este preciso momento.

 

2.  Pero hay algo, muy serio, que nunca conviene olvidar. La eficacia del poder es inmediata, como lo demuestra el encarcelamiento de Juan y el asesinato del que fue víctima. Por el contrario, la eficacia de la profecía es lenta, hasta dar la impresión de que, a veces, al profeta lo matan, lo entierran y no pasa nada, todo sigue igual.

La muerte de Juan Bautista, como la de Jesús, como la de tantos hombres y mujeres que han dado sus vidas por ser fieles a su conciencia, son una fuerza de cambio incontenible. Pero un cambio a largo plazo.

 

3.  Pero, mientras que el poder despótico de los tiranos se recuerda con desprecio, el dolor y el fracaso de los profetas es el motor de la historia.

Si hoy la sociedad es menos inhumana que en tiempos de Herodes y Pilatos, eso se debe a que han existido legiones de esclavos anónimos, de víctimas desconocidas, de personas ejemplares que han dado lo mejor de sí mismas, para que haya menos abusos y más humanidad.

 

SANTA ÁGUEDA

 

Padeció el martirio en Catania (Sicilia), probablemente en la persecución de Decio (249-251).

Desde la antigüedad su culto se extendió por toda la Iglesia y su nombre fue introducido en el Canon romano.

 

La fama de su virtud heroica- virginidad consciente y constante, puesta a prueba de mil modos insinuantes y coercitivos- se extendió por toda la cristiandad y se confirmó por diversos prodigios después de su muerte.

 

VIDA

Santa Águeda fue una joven cristiana de Catania (o Palermo), en la isla de Sicilia, que murió mártir en el siglo III. Prometida en matrimonio a Quinciano, gobernador de la isla, ella no acepta por haberse consagrado a Dios desde su infancia.

partir de esta negativa las fuentes nos hablan de distintas pruebas que culminaron en su martirio durante la persecución de Decio (Passio Santa Agathae), o durante la de Diocleciano (Aldelmo, De laudibus virginitatis, cap. 42: PL 89, 142). Son, pues, inciertas las fechas de su nacimiento y de su muerte (ca. 251).

El proceso de su martirio se narra en la Passio Santa Agathae. Ante la primera negativa a los requerimientos del gobernador, Águeda es encomendada a una tal Afrodisia que trata de persuadirla durante 30 días. Presentada de nuevo ante el tribunal de Quinciano, se declara cristiana y es condenada a prisión.

Después de algunos días la llevan nuevamente al tribunal y la someten a nuevo interrogatorio. Vuelve a rehusar, haciendo profesión de su fe en Cristo.

Su actitud provoca la ira del gobernador, quien ordena le arranquen los pechos, y la envía una vez más a prisión.

En esta etapa de su encarcelamiento recibe la visita milagrosa y confortante del apóstol San Pedro. La constancia de Águeda encuentra réplica en la tozudez de Quinciano, que vuelve a la carga, haciéndole renovadas instancias y disponiendo, finalmente, suplicios que le acarrearon la muerte.

La fama de su virtud heroica- virginidad consciente y constante, puesta a prueba de mil modos insinuantes y coercitivos- se extendió por toda la cristiandad y se confirmó por diversos prodigios después de su muerte.

 

EL CULTO A SANTA ÁGUEDA

El fervor popular la constituyó patrona de Catania y abogada en las erupciones del Etna. Más adelante se le consideró abogada en caso de incendio.

Finalmente, y por una extensión fácilmente comprensible, pasó a invocarse como patrona de los constructores de campanas (éstas anunciaban la aparición de un fuego).

Las reliquias de Santa Águeda se conservaron primero en Catania, mas, por temor a la profanación sarracena, fueron trasladadas a Constantinopla, de donde se rescataron definitivamente en 1126.

Hay constancia de su culto muy difundido en diversos documentos y monumentos: varias iglesias reciben su nombre. Aparece en el Martirologio Jeronimiano, en el Calendario Cartaginés, y en el Calendario Mozarábigo, en las Sinaxis griegas, y también se inserta su nombre en el Canon de la Misa, probablemente por intervención directa del papa San Gregorio (cfr. J. Jungmann, El sacrificio de la Misa, Madrid 1953, 937).

Los documentos litúrgicos de los siglos VI al X fijan la fecha de celebración de su festividad el 5 de febrero.

El documento fundamental  y más abundante relacionado con su martirio es la Passio Santa Agathae. Existen de esta narración varias recensiones, una latina y dos griegas, que se remontan a una recensión original común del siglo VI que suscita la sospecha de los estudiosos a la hora de pronunciarse sobre su valor histórico.

Ello no obstante, puede afirmarse sin ningún género de duda que, en fuerza de los testimonios monumentales y litúrgicos aducidos, son absolutamente seguros desde el punto de vista histórico tanto el hecho de su martirio y del culto que se le tributó desde muy pronto, como también el lugar de su muerte, aunque algunas particularidades que se dicen acompañaron a su martirio resulten dudosas.

 

 

 

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