20 DE FEBRERO – SÁBADO
DESPUES DE CENIZA –
SAN ELEUTERIO
Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):
ESTO dice el Señor:
«Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y
la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma
afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía.
El Señor te guiará siempre,
hartará tu alma en
tierra abrasada, dará vigor a tus huesos.
Serás un huerto bien
regado,
un manantial de aguas
que no engañan.
Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a
levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”,
“restaurador de
senderos”, para hacer habitable el país.
Si detienes tus pasos el sábado,
para no hacer negocios
en mi día santo, y llamas al sábado “mi delicia” y lo consagras a la gloria del
Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de
discutir tus asuntos,
entonces encontrarás
tu delicia en el Señor.
Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del
patrimonio de Jacob, tu padre.
Ha hablado la boca del Señor».
Palabra de Dios
Salmo: 85,1-2.3-4.5-6
R/. Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad
V/. Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre
desamparado;
protege mi vida, que
soy un fiel tuyo;
salva, Dios mío, a tu
siervo, que confía en ti. R/.
V/. Piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy
llamando todo el día;
alegra el alma de tu
siervo,
pues levanto mi alma
hacia ti, Señor. R/.
V/. Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia
con los que te invocan.
Señor, escucha mi
oración,
atiende a la voz de mi
súplica. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):
EN aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví,
sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví
ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos
un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas
diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y
pecadores?»
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No
he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».
Palabra del Señor
1. Si Jesús pretendía promover en Galilea un movimiento alternativo,
lo más desacertado que podía hacer era meter en el grupo a un recaudador de
impuestos. Los recaudadores eran odiados por la gente, porque eran los primeros
colaboracionistas con el poder opresor del Imperio. Además, poner a Leví el
"publicano", junto a Judas el "ladrón" Un 12, 6), ¿no era
meterse en el peligro de reunir un colectivo de codiciosos, que no serían
precisamente un ejemplo de vida honrada? La respuesta a esta pregunta es tan
clara como determinante: para Jesús, había algo mucho más decisivo: cambiar la
mentalidad de aquellos hombres, conviviendo él con ellos.
El que de verdad convive con Jesús, deja de
ambicionar el dinero y solamente
ambiciona la felicidad de todos.
2. Jesús dio un paso decisivo en su vida y en la historia de las
religiones, el día que se fue al gran banquete de los recaudadores. Desde
aquel día, Jesús (con su Evangelio) quedó asociado a aquel grupo de hombres a
los que la gente tenía por ladrones e indeseables. El acto de comer juntos -lo
que se llamaba el simposio- llevaba consigo un tipo de comportamiento que
simbolizaba la existencia de sentimientos comunes. Así, Jesús se jugó su
imagen pública.
Para él, lo decisivo era la cercanía humana a quienes, desde el punto de
vista de la religión, se veían como los más indeseables.
3. Los observantes religiosos, los fariseos y los que se veían como
"los más dignos", no podían soportar que un hombre, que influía en la
gente, se mezclase así con aquellos despreciables. Es un hecho que los más
piadosos y observantes, por eso mismo, se ven como los mejores. Y los mejores
no se mezclan con la chusma. Por eso, entre otras cosas, la religión divide
tanto a la gente.
SAN ELEUTERIO
Nació en Nicopoli en Epiro. Mártir.
Elegido en el 175, murió en el 189. Mandó a Fugacio y Damián a convertir a los
bretones. Suprimió algunas costumbres hebraicas sobre la pureza e impureza de
las viandas de las cuales los cristianos daban gran importancia.
Martirologio Romano: En Roma, san Eleuterio, papa, al que los famosos mártires de Lyon,
apresados entonces, escribieron una célebre carta para que mantuviera la paz en
la Iglesia (189).
Etimológicamente: Eleuterio = Aquel que se comporta con generosidad y libertad, es de
origen griego.
San Eleuterio, natural de Nicópolis, ciudad de Grecia, diácono y discípulo
del Santo Pontífice Aniceto, sucedió a San Sotero en el pontificado el año
175.Tuvo en su tiempo alguna paz y tranquilidad la Iglesia, y con esta quietud
se iba multiplicando maravillosamente, y en Roma muchos caballeros y señores,
cansados ya de la superstición de sus vanos dioses y de la crueldad y
abominaciones de sus emperadores, por la doctrina y predicación del Santo
Pontífice Eleuterio, recibían la luz del Evangelio y se convertían al Señor.
Y no menos en las otras provincias y reinos descubría sus claros rayos
y resplandores nuestra Santa Religión; particularmente se vio esto en
Britannia, que ahora llamamos Inglaterra, porque Lucio su rey, habiendo
entendido la santa vida y milagros de los cristianos, y, que poco antes Marco
Aurelio emperador había alcanzado por oración de ellos una gran victoria contra
los marcomanos, y que por esto permitían que viviesen en su ley y que algunos
caballeros y senadores romanos se habían bautizado y seguido al estandarte de
Cristo, movido del mismo Señor, envió solemne embajada con Elvano y Meduino,
criados suyos, a San Eleuterio, suplicándole que le enviase algunos ministros
suyos, para que a él y a toda su casa y reino hiciese cristianos y los
reconociese como a ovejas suyas y del rebaño del Señor.
No se puede creer la alegría que el Santo Pontífice Eleuterio recibió con
esta embajada; y para cumplimiento de lo que por ella se pedía, envió a Fugacio
y Donacio, que otros llaman Damiano, varones dignos de tan grande empresa, a
Britannia, para que enseñasen los misterios de nuestra San Fe a Lucio y a su
reino, y con el agua del santo bautismo los reengendrasen en Cristo. Ellos
fueron, y lo hicieron, y todo conforme al deseo y orden de Eleuterio; y el rey
se bautizó y fue Santo, y como de tal hizo mención de él el Martirologio romano
al 3 de diciembre, y su reino públicamente aceptó la fe de Jesús, y fue el
primero del mundo que por público decreto y común parecer de los moradores de
él recibió y profesó la religión cristiana; puesto caso que en España y
Francia, y en los otros reinos y provincias, ya había en este tiempo muchos
cristianos. Esta conversión de Lucio fue en el año de 183, según el cardenal
Baronio.
Con la paz que tuvo la Iglesia en este
tiempo, se levantaron algunos herejes que la turbaron, como los Valentinianos,
Marcionistas, Severianos, y otros más; a los cuales el Pontífice Eleuterio
resistió valerosamente, y fue ayudado de San Ireneo, discípulo de San
Policarpo, y de Papías, que habían enviado de la Iglesia de Lyon de Francia, y
en el tiempo que estuvo en ella escribió contra los herejes, y les hizo la
guerra como varón doctísimo, confutando los disparates que ellos enseñaban, con
la doctrina y tradiciones apostólica que él había aprendido; y después volvió a
Lyon, de donde fue obispo y mártir gloriosísimo.
Y porque algunos herejes enseñaban que Dios había creado muchas cosas malas,
y que no se había de comer algunos manjares, por ser tales, Eleuterio mandó que
nadie desechara por superstición género alguno de manjar de las creaturas que
Dios hizo para servicio del hombre; no porque no sea lícito y loable de
abstenerse de manjares regalados y gustosos para mortificar y refrenar la carne
y sus apetitos, o porque no se deba obedecer a la Iglesia cuando nos manda
abstenernos de ellos en los días de ayuno, que esto es necesario, sino porque
no se han de desechar, por pensar que son malos de su naturaleza.
Ordenó asimismo que ningún sacerdote fuera depuesto, sin que primero fuese
legítimamente convencido de algún grave delito, y que ningún ausente fuese
condenado antes de ser oído; pues Cristo no condenó, ni dejó de comulgar a
Judas, con saber quién era, porque aún no era notorio su pecado. Dió tres veces
órdenes en el mes de diciembre, y en ellas ordenó 12 presbíteros, 8 diáconos y
15 obispos; y después de haber gobernado santamente la Iglesia romana, fue
martirizado, dando su vida por Cristo, siendo Cómodo emperador, aunque los
Martirológios romanos antiguos no declaran con que género de muerte fue
coronado. Su cuerpo fue sepultado en el Vaticano.
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