martes, 9 de febrero de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 11 DE FEBRERO – JUEVES – 5ª – SEMANA DEL T.O. – B – NTRA. SEÑORA DE LOURDES -DIA DEL ENFERMO- MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA XXIX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 

                           


11 DE FEBRERO – JUEVES –

5ª – SEMANA DEL T.O. – B –

 

NTRA. SEÑORA DE LOURDES

-DIA DEL ENFERMO-

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA XXIX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 

Lectura del libro del Génesis (2,18-25):

 

EL Señor Dios se dijo:

«No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude».

Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó a Adán, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que Adán le pusiera.

Así Adán puso nombre a todos los ganados, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontró ninguno como él, que le ayudase.

Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla, y le cerró el sitio con carne.

Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán.

Adán dijo:

«Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será mujer, porque ha salido del varón».

Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.

Los dos estaban desnudos, Adán y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 127,1-2.3.4-5

 

R/. Dichosos los que temen al Señor

 

V/. Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos.

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien. R/.

 

V/. Tu mujer, como parra fecunda,

en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa. R/.

 

V/. Esta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,24-30):

 

EN aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro.

Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.

Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.

La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.

Él le dijo:

«Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».

Pero ella replicó:

«Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».

Él le contestó:

«Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».

Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

 

Palabra del Señor

 

1.   Es verdad que, al final de este relato, la presencia de Jesús es también salud y vida para la chica que estaba enferma. Pero también es cierto que, según las palabras del propio Jesús, lo que sanó a la niña no fue el milagro de Jesús, sino lo que dijo la madre de aquella muchacha. Y lo que dijo aquella madre fueron unas palabras de tanta humildad y de tal bondad, que allí mismo se modificó el pensamiento de Jesús y se expulsó al demonio.  

La humildad y la bondad de las buenas personas desarman a Dios y espantan al diablo. No creemos lo

suficiente en la fuerza de la bondad, y menos aún creemos en lo irresistible que es el poder de la humildad.

El orgullo, la arrogancia y la prepotencia son  expresiones de la propia inconsistencia y de la propia debilidad.

 

2.  Sin embargo, este evangelio muestra las dificultades que generan las religiones por causa de las divisiones y preferencias que establecen.  En el judaísmo existía el convencimiento de que los judíos eran los preferidos de Dios, aunque la salvación alcanzaría también, en segundo lugar, a los demás pueblos.  De esta idea participaba san Pablo (Rm  1, 16; cf. Hch 13, 46). Y es el criterio que Marcos, refleja aquí.

 

3.  Jesús, educado en la cultura y en la religión de su pueblo, seguramente participaba de estas ideas. Pero, a juicio del relato de Marcos, la humanidad y la bondad de una pobre mujer extranjera fueron más fuertes que todo. Al mismo Jesús le hicieron ver las cosas de otra manera.

                               

NTRA. SEÑORA DE LOURDES

-DIA DEL ENFERMO-



La festividad coincide con la Jornada Mundial por los enfermos. La imagen de la Virgen se apareció a una niña en 1858 en Francia.

En el calendario católico, hoy, se celebra la festividad de Nuestra Señora de Lourdes en el día su primera aparición: el 11 de febrero de 1858. Recién en 1992, el Papa Juan Pablo II instituyó la celebración de la “Jornada Mundial del Enfermo” en ese mismo día, en memoria de la Virgen de Lourdes.

Cuenta la historia que el 11 de febrero de 1858, en la villa francesa de Lourdes, a orilla del río Gave, apareció la Virgen María ante una niña de 14 años, llamada Bernadette (Bernardita) Soubirous.

Esta niña había salido junto a sus dos amigas en buscar de leña, en la Roca de Masabielle. Para ello tenían que atravesar un pequeño río, pero como Bernardita sufría de asma, no podía meter los pies en agua fría, y las aguas de aquel riachuelo estaban muy heladas. Por eso ella se quedó a un lado del río, mientras las dos compañeras iban a buscar la leña.

Fue en ese momento, que Bernardita vio a Nuestra Madre, y rezaron juntas. A los pocos días, la Virgen vuelve a aparecer ante Bernardita en la misma gruta. Sin embargo, al enterarse su madre se disgustó mucho creyendo que su hija estaba inventando cuentos, al mismo tiempo algunos pensaban que se trataba de un alma del purgatorio, y a Bernardita le fue prohibido volver a la roca y a la gruta de Masabielle.

A pesar de la prohibición, muchos amigos de la niña le pedían que vuelva a la gruta; ante ello, su mamá le dijo que consultara con su padre. El señor Soubiruos, después de pensar y dudar, le permitió volver el 18 de febrero.

Esta vez, Bernardita fue acompañada por varias personas. Al llegar todos los presentes comenzaron a rezar el rosario; es en ese momento que Nuestra Madre se aparece por tercera vez, donde la niña hablo con la Virgen y le dijo “si vienes de parte de Dios, acércate”. Ella dio un paso hacia delante. La Virgen le dijo “ven aquí durante quince días seguidos y yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro”.

 

Luego de ese intenso momento que cubrió a todos los presentes, la noticia de las apariciones se corrió por todo el pueblo, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso que les había relatado.

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA XXIX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

 


 

Uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos (Mt 23,8).

La relación de confianza, fundamento del cuidado del enfermo.

Queridos hermanos y hermanas:

La celebración de la 29.a Jornada Mundial del Enfermo, que tendrá lugar el 11 de febrero de 2021, memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, es un momento propicio para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades. Pienso, en

particular, en quienes sufren en todo el mundo los efectos de la pandemia del coronavirus.

A todos, especialmente a los más pobres y marginados, les expreso mi cercanía espiritual, al mismo tiempo que les aseguro la solicitud y el afecto de la Iglesia.

 

1. El tema de esta Jornada se inspira en el pasaje evangélico en el que Jesús critica la hipocresía de quienes dicen, pero no hacen (cf. Mt 23,1-12). Cuando la fe se limita a ejercicios verbales estériles, sin involucrarse en la historia y las necesidades del prójimo, la coherencia entre el credo profesado y la vida real se debilita. El riesgo es grave; por este motivo, Jesús usa expresiones fuertes, para advertirnos del peligro de caer en la idolatría de nosotros mismos, y afirma: «Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos» (v. 8).

La crítica que Jesús dirige a quienes «dicen, pero no hacen» (v. 3) es beneficiosa, siempre y para todos, porque nadie es inmune al mal de la hipocresía, un mal muy grave, cuyo efecto es impedirnos florecer como hijos del único Padre, llamados a vivir una fraternidad universal.

Ante la condición de necesidad de un hermano o una hermana, Jesús nos muestra un modelo de comportamiento totalmente opuesto a la hipocresía. Propone detenerse, escuchar, establecer una relación directa y personal con el otro, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse

involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del servicio (cf. Lc 10,30-35).

 

2. La experiencia de la enfermedad hace que sintamos nuestra propia vulnerabilidad y, al mismo tiempo, la necesidad innata del otro. Nuestra condición de criaturas se vuelve aún más nítida y experimentamos de modo evidente nuestra dependencia de Dios. Efectivamente, cuando estamos enfermos, la incertidumbre, el temor y a veces la consternación, se apoderan de la mente y del corazón; nos encontramos en una situación de impotencia, porque nuestra salud no

depende de nuestras capacidades o de que nos “angustiemos” (cf. Mt 6,27).

La enfermedad impone una pregunta por el sentido, que en la fe se dirige a Dios; una pregunta que busca un nuevo significado y una nueva dirección para la existencia, y que a veces puede ser que no encuentre una respuesta inmediata. Nuestros mismos amigos y familiares no siempre pueden ayudarnos en esta búsqueda trabajosa.

A este respecto, la figura bíblica de Job es emblemática. Su mujer y sus amigos no son capaces de acompañarlo en su desventura, es más, lo acusan aumentando en él la soledad y el desconcierto. Job cae en un estado de abandono e incomprensión. Pero precisamente por medio de esta extrema fragilidad, rechazando toda hipocresía y eligiendo el camino de la sinceridad con

Dios y con los demás, hace llegar su grito insistente a Dios, que al final responde, abriéndole un nuevo horizonte. Le confirma que su sufrimiento no es una condena o un castigo, tampoco es un estado de lejanía de Dios o un signo de su indiferencia. Así, del corazón herido y sanado de Job, brota esa conmovida declaración al Señor, que resuena con energía: «Te conocía sólo de oídas,

pero ahora te han visto mis ojos» (42,5).

 

3. La enfermedad siempre tiene un rostro, incluso más de uno: tiene el rostro de cada enfermo y enferma, también de quienes se sienten ignorados, excluidos, víctimas de injusticias sociales que niegan sus derechos fundamentales (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 22). La pandemia actual ha sacado a la luz numerosas insuficiencias de los sistemas sanitarios y carencias en la atención de

las personas enfermas. Los ancianos, los más débiles y vulnerables no siempre tienen

garantizado el acceso a los tratamientos, y no siempre es de manera equitativa. Esto depende de las decisiones políticas, del modo de administrar los recursos y del compromiso de quienes ocupan cargos de responsabilidad. Invertir recursos en el cuidado y la atención a las personas enfermas es una prioridad vinculada a un principio: la salud es un bien común primario. Al mismo tiempo, la pandemia ha puesto también de relieve la entrega y la generosidad de agentes

sanitarios, voluntarios, trabajadores y trabajadoras, sacerdotes, religiosos y religiosas que, con profesionalidad, abnegación, sentido de responsabilidad y amor al prójimo han ayudado, cuidado,

consolado y servido a tantos enfermos y a sus familiares. Una multitud silenciosa de hombres y mujeres que han decidido mirar esos rostros, haciéndose cargo de las heridas de los pacientes, que sentían prójimos por el hecho de pertenecer a la misma familia humana.

La cercanía, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad. Como cristianos, vivimos la projimidad como expresión del amor de Jesucristo, el buen Samaritano, que con compasión se ha hecho cercano a todo ser humano, herido por el pecado. Unidos a Él por la acción del Espíritu Santo, estamos llamados a ser misericordiosos como el Padre y a amar, en particular, a los hermanos enfermos, débiles y que sufren (cf. Jn13,34-35). Y vivimos esta cercanía, no sólo de manera personal, sino también de forma

comunitaria: en efecto, el amor fraterno en Cristo genera una comunidad capaz de sanar, que no abandona a nadie, que incluye y acoge sobre todo a los más frágiles.

A este respecto, deseo recordar la importancia de la solidaridad fraterna, que se expresa de modo concreto en el servicio y que puede asumir formas muy diferentes, todas orientadas a sostener al prójimo. «Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de

nuestro pueblo» (Homilía en La Habana, 20 septiembre 2015).

En este compromiso cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta

de los más frágiles. […] El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su

projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas» (ibíd.).

 

4. Para que haya una buena terapia, es decisivo el aspecto relacional, mediante el que se puede adoptar un enfoque holístico hacia la persona enferma. Dar valor a este aspecto también ayuda a los médicos, los enfermeros, los profesionales y los voluntarios a hacerse cargo de aquellos que sufren para acompañarles en un camino de curación, gracias a una relación interpersonal de

confianza (cf. Nueva Carta de los agentes sanitarios [2016], 4). Se trata, por lo tanto, de

establecer un pacto entre los necesitados de cuidados y quienes los cuidan; un pacto basado en la confianza y el respeto mutuos, en la sinceridad, en la disponibilidad, para superar toda barrera defensiva, poner en el centro la dignidad del enfermo, tutelar la profesionalidad de los agentes sanitarios y mantener una buena relación con las familias de los pacientes.

Precisamente esta relación con la persona enferma encuentra una fuente inagotable de

motivación y de fuerza en la caridad de Cristo, como demuestra el testimonio milenario de hombres y mujeres que se han santificado sirviendo a los enfermos. En efecto, del misterio de la muerte y resurrección de Cristo brota el amor que puede dar un sentido pleno tanto a la condición del paciente como a la de quien cuida de él. El Evangelio lo testimonia muchas veces, mostrando que las curaciones que hacía Jesús nunca son gestos mágicos, sino que siempre son fruto de un encuentro, de una relación interpersonal, en la que al don de Dios que ofrece Jesús le corresponde la fe de quien lo acoge, como resume la palabra que Jesús repite a menudo: “Tu fe

te ha salvado”.

 

5. Queridos hermanos y hermanas: El mandamiento del amor, que Jesús dejó a sus discípulos, también encuentra una realización concreta en la relación con los enfermos. Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno. Caminemos hacia esta meta, procurando que

nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado.

Le encomiendo a María, Madre de misericordia y Salud de los enfermos, todas las personas enfermas, los agentes sanitarios y quienes se prodigan al lado de los que sufren. Que Ella, desde la Gruta de Lourdes y desde los innumerables santuarios que se le han dedicado en todo el mundo, sostenga nuestra fe y nuestra esperanza, y nos ayude a cuidarnos unos a otros con amor fraterno. A todos y cada uno les imparto de corazón mi bendición.

 

Roma, San Juan de Letrán, 20 de diciembre de 2020, cuarto domingo de Adviento.

 

Francisco

 

 

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