DE FEBRERO – JUEVES –
4ª – SEMANA DEL T.O. –
B –
Santa Catalina de Ricci, virgen
Lectura de la carta a los
Hebreos (12,18-19.21-24):
Vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, a
un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la
trompeta; ni habéis oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les
siguiera hablando. Y tan terrible era el espectáculo, que Moisés exclamó:
«Estoy temblando de
miedo.»
Vosotros os habéis
acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares
de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo,
a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y
al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una
sangre que habla mejor que la de Abel.
Palabra de Dios
Salmo: 47
R/. Oh Dios, meditamos tu
misericordia
en medio de tu templo
Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R/.
El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. R/.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre. R/.
Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a los
Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus
inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni
pan, ni alforjas, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no
una túnica de repuesto. Y añadió:
"Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y
si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los
pies, para probar su culpa'.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían
con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor
1. Este relato no empieza hablando de "potestad", sino de
"autoridad. Pero la "autoridad" que Jesús da a sus
discípulos no es para enseñar, sino para curar.
En las ideas que la gente tenía en
aquellos tiempos, entraba que los "espíritus inmundos" era el nombre
que se les ponía a algunas enfermedades. En los evangelios está claro que
a Jesús le preocupaba más la salud de la gente que las ideas que cada uno tuviera.
Y, sobre todo, lo que más llama la atención es que el interés de Jesús se
centraba en la salud (lo profano), no en la religión (lo sagrado). Jesús veía
claro que a Dios lo encontramos en la humanidad. Por eso, para salvar al
mundo, Dios se hizo humano, se encarnó en un ser humano, en Jesús.
2. Para la misión, es decir, para curar, para sanar, para dar vida, a
juicio de Jesús, no se necesita dinero ni aparecer como personas importantes.
Jesús no quería que fueran pobres, sino que fueran libres. Porque los bienes
atan, crean dependencias y hasta esclavizan. Y así, desde luego, se podrán
organizar muchas cosas, pero vida y felicidad no se da mucha o quizá ninguna.
3. La libertad de los discípulos no debe dejarles atarse a
nada. Donde no les reciban, no deben insistir. Lo que recomienda Jesús es
que se vayan a otra parte. Jesús quería (y quiere) hombres siempre libres como
las aves del cielo.
Es el ideal utópico del Evangelio, que tendría que marcar los caminos de todo el que pretenda enseñar la Buena Noticia, transmitir esperanza y contagiar felicidad. Solo así podemos encontrar a Dios.
Santa Catalina de Ricci, virgen
Martirologio Romano: En Prato, de la Toscana, santa Catalina de’ Ricci,
virgen, de la Tercera Orden Regular de Santo Domingo, que se dedicó de lleno a
la restauración de la religión y por su asidua meditación de los misterios de
la pasión de Jesucristo, obtuvo experimentarla de alguna manera (1590).
Fecha de canonización: 29 de junio de 1746 por el Papa Benedicto XIV.
Breve Biografía
El 23 de abril de 1522 nace en Florencia, Alejandra Lucrecia Rómola, hija de
la noble familia de´ Ricci, que tuvo mucho poder e importancia en la ciudad.
Muerta su madre cuando ella era todavía muy niña, quedó bajo el cuidado de
una madrastra. Poco después la puso su padre en el convento de las monjas de
Monteceli donde estaba una tía suya. Allí recibe su primera educación y
sobresale por su aplicación en los estudios.
A la niña le gustan los relatos de la Pasión de Cristo. Celebérrimo es
el Crucifijo que se venera en aquel monasterio y que desde entonces se llama el
Crucifijo de la Alejandrina.
A los doce años participa en un retiro en la comunidad del monasterio
de san Vicente Ferrer en Prato, perteneciente a la Tercera Orden Regular de
Santo Domingo.
Queda impactada por el estilo de vida y trabajo de las hermanas y pide la
admisión en la comunidad. Cuando su padre fue a buscarla para volverla a casa,
no quiso ir. El lunes de Pentecostés, 18 de mayo de 1535, a los trece años,
tomó el hábito de terciaria de Santo Domingo, de manos de su tío Timoteo de´
Ricci O.P., mudando el nombre de Alejandrina por el de Catalina.
Profesó al año siguiente y lo en tal forma a la contemplación, singularmente
de la Pasión del Señor, que de ordinario estaba abstraída de los sentidos. Por
su gran humildad, siempre se puso bajo la obediencia de los superiores.
Dotada de natural prudencia, fue superiora dieciocho años, ganando mucho las
religiosas en lo espiritual y en lo temporal por las muchas limosnas que le
enviaban, con lo que pudo acabar la fábrica del convento y acoger muchas
jóvenes.
Piénsese que Catalina era Madre Priora de una comunidad de, por lo menos,
120 monjas y que en unos años llegó a contar hasta 160 religiosas... Durante
doce años, 1542-1554, revivió en su cuerpo las llagas del Crucificado y la
Pasión del Señor.
Poco después de su profesión, el Señor vino a visitarla enviándole una
terrible y múltiple enfermedad, ya que fueron varias las dolencias que a la vez
afligían su débil cuerpo. Las mismas religiosas y los médicos quedaban
admirados cómo era posible que pudiera resistir tanto dolor de todo tipo.
Se le apareció un alma beata de su Orden, hizo sobre ella la señal de la
cruz y quedó curada por varios años. Durante estos atroces tormentos tenía una
medicina que la curaba, por lo menos le daba paz y alivio: Era el meditar en la
Pasión del Señor, en los muchos dolores que Él sufrió por nosotros... Meditaba
paso a paso, en toda su viveza y a veces se le manifestaba el Señor bien con la
Cruz a cuestas, bien coronado de espinas o clavado en la Cruz.
Recibió muchos dones y regalos del cielo: revelaciones, gracias de profecía
y milagros, el don de leer los corazones... Luces especiales en los más
delicados asuntos de los que ella nada sabía. Por ello acudieron a consultarla
Papas, cardenales, los príncipes de Florencia, el Hijo del Rey de Baviera,
igual que personas sencillas y humildes.
A todos atendía con gran bondad y humildad ya que se veía anonada por
sus miserias y se sentía la más pecadora de los mortales. Tuvo gran amistad y
correspondencia con San Carlos Borromeo, San Felipe Neri, San Pío V y Santa
María Magdalena de´ Pazzi.
El día Primero de febrero de 1590 recibió los santos sacramentos. Recibió el
viático de rodillas, su rostro se resplandecía como él de un ángel.
Llamó después a las religiosas, le hizo una exhortación al amor de Dios y a
la observancia regular, poniéndose de nuevo en oración hasta la noche. Murió
poco después, era el día dos de febrero del año 1590 y toda la ciudad de Prato
se conmovió.
Fue beatificada por Clemente XII el 23 de noviembre de 1732 y canonizada por
Benedicto XIV el 29 de Junio de 1746. Catalina es también compatrona de la
ciudad y diócesis de Prato en Italia, y en Guantánamo, desde 1836, una
parroquia está dedicada a ella (hoy catedral).
Llena del fuego del Espíritu Santo buscó incansablemente la gloria del
Señor. Promovió la reforma de la vida regular, inspirada especialmente por fray
Jerónimo Savonarola, a quien admiraba con agradecido afecto. Su amor a la
Pasión del Señor la llevó a componer el "Cántico de la Pasión", una
meditación reposada sobre los sufrimientos de Cristo.
Debemos a su maestra, Sor María Magdalena Strozzi, si Catalina empezó a
escribir sus extraordinarias experiencias místicas. Una muchedumbre de
"Cartas" son muestra de su profundo itinerario en el Espíritu.
Trabajó con solicitud en la atención de enfermos, hermanas o laicos. La
extraordinaria abundancia de carismas celestiales, junto con una exquisita
prudencia y especial sentido práctico, hicieron de ella la superiora ideal.
El cuerpo incorrupto de la santa se venera en la Basílica menor de San
Vicente Ferrer y Santa Catalina de´ Ricci en Prato, donde las monjas dominicas
siguen viviendo su espiritualidad y su mensaje de amor.
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