martes, 20 de abril de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 22 DE ABRIL - JUEVES – 3ª - SEMANA DE PASCUA – B – San Sotero y San Cayo papas

 

 

 


22 DE ABRIL - JUEVES –

3ª - SEMANA DE PASCUA – B –

San Sotero y San Cayo papas

   

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (8,26-40):

En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo:

«Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto».

Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías.

El Espíritu dijo a Felipe:

«Acércate y pégate a la carroza».

Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó:

«¿Entiendes lo que estás leyendo?».

Contestó:

«Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?».

E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este:

«Como cordero fue llevado al matadero,

como oveja muda ante el esquilador,

así no abre su boca.

En su humillación no se le hizo justicia.

¿Quién podrá contar su descendencia?

Pues su vida ha sido arrancada de la tierra».

El eunuco preguntó a Felipe:

«Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?».

Felipe se puso a hablarle y, tomando píe de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús.

Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:

«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?».

Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.

Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 65,8-9.16-17.20

 

R/. Aclamad al Señor, tierra entera

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,

haced resonar sus alabanzas,

porque él nos ha devuelto la vida

y no dejó que tropezaran nuestros pies. R/.

Los que teméis a Dios, venid a escuchar,

os contaré lo que ha hecho conmigo:

a él gritó mi boca

y lo ensalzó mi lengua. R/.

Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica

ni me retiró su favor. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,44-51):

 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:

«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.

Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.

Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.

No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre.

En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.

Y    o soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

 

 Palabra del Señor

                                                                                                                                   

1.  En este texto del discurso en Cafarnaún, Jesús   avanza en su propuesta. da un paso decisivo.  Hasta ahora ha dicho algo fundamental, que repite una vez más: Yo soy el pan de la vida.

La propuesta religiosa, que Jesús hace, es propuesta de pan que sacia apetencias y que da vida. Vida eterna, es decir, una vida sin limitación alguna, sin principio ni fin.

Decir "eterna" no es hablar de duración, sino de plenitud. Tomar en serio a Jesús es tomar en serio la vida, la propia y la de los demás.

 

2.  Esto supuesto, el paso decisivo que ahora da Jesús es asegurar algo sorprendente: el pan que yo daré es mi carne. Ya no se trata del pan que representa a Jesús en cuanto que sustituye a la Ley y pone en marcha una nueva forma de entender y vivir la religión, según lo ya explicado. Ahora se trata de que Jesús mismo se da como pan.

La palabra "carne" (sarx) tiene en el griego antiguo entre otros significados, también el de "persona", es decir, el ser humano en su totalidad. Por eso, cuando Jesús dice: "el pan que yo daré es mi carne", quiere decir: "el pan que yo daré no es solo el proyecto y el ejemplo de mi vida, sino que soy yo mismo. Jesús está presente en la vida del que cree en él. Jesús esta en el creyente y le acompaña en su vida.

 

3.  Jesús hace esto para la vida del mundo, es decir, para que en el mundo haya vida.  Jesús no habla aquí de la vida "religiosa", ni de la vida "sobrenatural, "espiritual" o "eterna".

Jesús habla de la vida sin adjetivo. Es lo más elemental y lo central que todos apetecemos: vivir. Y vivir bien, con seguridad, con salud, con dignidad.

Esto es lo que, ante todo y, sobre todo, quiere y propone Jesús.

 

San Sotero y San Cayo papas

 


San Sotero y San Cayo

Papas - (†175 y †296)

 

Tiempos nada fáciles los que le tocaron vivir a San Sotero. Fue el sucesor en el pontificado del Papa Aniceto muerto el año 165. Había nacido en la Campania italiana, en Fondi y su padre se llamaba Concordio.

 

Durante su pontificado se extendió la Iglesia ya que él mismo ordenó a bastantes diáconos, sacerdotes y obispos. En el terreno disciplinar dictó leyes sobre el lugar de las mujeres en la Iglesia y, sobre todo, atajó con gran valentía las herejías que se cernían sobre la Iglesia en aquellos tiempos iniciales del cristianismo.

 

En su tiempo se extendió la herejía de Montano que propugnaba un exagerado rigorismo de costumbres. La penitencia más rigurosa y la vida más perfecta debían practicarla todos los cristianos para no caer en pecado, sobre todo si se trataba de pecados muy graves, ya que no se les podían perdonar porque la Iglesia carecía de poder para ello. Esta doctrina que después defenderían Tertualiano y, sobre todo, Novaciano, fue condenada por la Iglesia en tiempos del Papa San Sotero. Él defendió la doctrina que siempre se había predicado y defendido en la Iglesia desde Jesucristo, que para el pecador arrepentido no hay pecado alguno, por grande que éste sea, que no se le pueda conceder el perdón. Así desaparecía el clima de rigorismo y pesimismo que atormentaba a los cristianos tan en contradicción con la doctrina del Evangelio que es de amor, perdón, alegría y esperanza...

 

Otra característica de San Sotero fue su ardiente caridad para con los necesitados. Él era todo para todos y quería que se viviera de acuerdo con lo que los Hechos de los Apóstoles expresan de los primeros cristianos, que «todo era común entre ellos» y que «todos eran un solo corazón y una sola alma»... San Sotero pedía limosnas a las Iglesias más ricas para distribuirlas entre las más pobres y se esforzaba «por tratar a todos con palabras y obras como un padre trata a sus hijos». Durante su pontificado el emperador Marco Aurelio (161-180), persiguió sañudamente a la Iglesia y durante este tiempo hubo abundantes mártires, entre ellos el mismo Papa que parece que murió mártir el 22 de Abril del 175.

 

San Cayo vivió un siglo más tarde y a pesar de ello en la tradición cristiana han caminado siempre unidos ambos Santos aunque nada tengan en común a no ser el haber muerto por Cristo y el haber sido Obispos de Roma. Su vida va entretejida de bastantes leyendas y datos poco dignos de fiar pero sabemos cierto que sucedió en el Pontificado al Papa San Eutiquiano el año 283. La última persecución más violenta fue la de Valeriano. Después casi todo el siglo II fue tiempo de paz y durante él la Iglesia quedó robustecida fuertemente. San Cayo se aprovechó de esta paz y patrocinó, sobre todo las dos escuelas célebres de Oriente: Alejandrina y Antioquena que tantos y tan ilustres hijos produjeron. A pesar de esta paz relativa también hubo algunos conatos de persecución y de hecho el mismo papa San Cayo pasó temporadas oculto en las Catacumbas de San Calixto y desde allí alentaba a los cristianos. Él, valiente, animaba a que fueran fieles a su fe en Jesucristo y que por nada del mundo renegaran de ella. Si no estaban dispuestos a morir por Jesucristo – les decía – que por lo menos perseveraran ocultos entregados a la oración y buenas obras.

 

El año 283 empezó una nueva persecución contra los cristianos decretada por Caro que, aunque no tan sangrienta como otras anteriores, causó graves daños a la Iglesia, siendo muchos los hombres y mujeres que derramaron generosamente su sangre por confesar a Jesucristo.

 

No son claras las noticias sobre el martirio de San Cayo. Hay historiadores que afirman que murió mártir, otros que a causa de las persecuciones y también quienes niegan que fuera mártir. Desde el siglo IV se celebra este día. Murió el 296.

 

 

 

 

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