22 DE ABRIL - JUEVES –
3ª - SEMANA DE PASCUA – B –
Lectura del
libro de los Hechos de los apóstoles (8,26-40):
En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo:
«Levántate y
marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto».
Se levantó, se
puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de
Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén
para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías.
El Espíritu dijo
a Felipe:
«Acércate y
pégate a la carroza».
Felipe se acercó
corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó:
«¿Entiendes lo
que estás leyendo?».
Contestó:
«Y cómo voy a
entenderlo si nadie me guía?».
E invitó a Felipe
a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era
este:
«Como cordero fue
llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
así no abre su boca.
En su humillación
no se le hizo justicia.
¿Quién podrá
contar su descendencia?
Pues su vida ha
sido arrancada de la tierra».
El eunuco
preguntó a Felipe:
«Por favor, ¿de
quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?».
Felipe se puso a hablarle
y, tomando píe de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús.
Continuando el
camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:
«Mira, agua. ¿Qué
dificultad hay en que me bautice?».
Mandó parar la
carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando
salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió
a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.
Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando
la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.
Palabra de
Dios
Salmo:
65,8-9.16-17.20
R/. Aclamad
al Señor, tierra entera
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros
pies. R/.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R/.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Juan (6,44-51):
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede
venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el
último día.
Está escrito en
los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.
Todo el que
escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no
ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre.
En verdad, en
verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Y o soy el pan de la
vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el
pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan
vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida
del mundo».
Palabra del Señor
1. En
este texto del discurso en Cafarnaún, Jesús avanza en su
propuesta. da un paso decisivo. Hasta ahora ha dicho algo
fundamental, que repite una vez más: Yo soy el pan de la vida.
La propuesta
religiosa, que Jesús hace, es propuesta de pan que sacia apetencias y que da
vida. Vida eterna, es decir, una vida sin limitación alguna, sin principio ni
fin.
Decir
"eterna" no es hablar de duración, sino de plenitud. Tomar en serio a
Jesús es tomar en serio la vida, la propia y la de los demás.
2. Esto
supuesto, el paso decisivo que ahora da Jesús es asegurar algo sorprendente: el
pan que yo daré es mi carne. Ya no se trata del pan que representa a Jesús en
cuanto que sustituye a la Ley y pone en marcha una nueva forma de entender y
vivir la religión, según lo ya explicado. Ahora se trata de que Jesús mismo se da como pan.
La palabra "carne" (sarx) tiene en el griego antiguo entre otros significados, también el de "persona", es decir, el ser humano en su totalidad. Por eso, cuando Jesús dice: "el pan que yo daré es mi carne", quiere decir: "el pan que yo daré no es solo el proyecto y el ejemplo de mi vida, sino que soy yo mismo. Jesús está presente en la vida del que cree en él. Jesús esta en el creyente y le acompaña en su vida.
3. Jesús
hace esto para la vida del mundo, es decir, para que en el mundo haya
vida. Jesús no habla aquí de la vida "religiosa", ni de la
vida "sobrenatural, "espiritual" o "eterna".
Jesús habla
de la vida sin adjetivo. Es lo más elemental y lo central que todos apetecemos:
vivir. Y vivir bien, con seguridad, con salud, con dignidad.
Esto es lo que, ante todo y, sobre todo, quiere y propone Jesús.
San Sotero y San Cayo
Papas - (†175 y †296)
Tiempos nada fáciles los que le tocaron
vivir a San Sotero. Fue el sucesor en el pontificado del Papa Aniceto muerto el
año 165. Había nacido en la Campania italiana, en Fondi y su padre se llamaba
Concordio.
Durante su pontificado se extendió la
Iglesia ya que él mismo ordenó a bastantes diáconos, sacerdotes y obispos. En
el terreno disciplinar dictó leyes sobre el lugar de las mujeres en la Iglesia
y, sobre todo, atajó con gran valentía las herejías que se cernían sobre la
Iglesia en aquellos tiempos iniciales del cristianismo.
En su tiempo se extendió la herejía de
Montano que propugnaba un exagerado rigorismo de costumbres. La penitencia más
rigurosa y la vida más perfecta debían practicarla todos los cristianos para no
caer en pecado, sobre todo si se trataba de pecados muy graves, ya que no se
les podían perdonar porque la Iglesia carecía de poder para ello. Esta doctrina
que después defenderían Tertualiano y, sobre todo, Novaciano, fue condenada por
la Iglesia en tiempos del Papa San Sotero. Él defendió la doctrina que siempre
se había predicado y defendido en la Iglesia desde Jesucristo, que para el
pecador arrepentido no hay pecado alguno, por grande que éste sea, que no se le
pueda conceder el perdón. Así desaparecía el clima de rigorismo y pesimismo que
atormentaba a los cristianos tan en contradicción con la doctrina del Evangelio
que es de amor, perdón, alegría y esperanza...
Otra característica de San Sotero fue su
ardiente caridad para con los necesitados. Él era todo para todos y quería que
se viviera de acuerdo con lo que los Hechos de los Apóstoles expresan de los
primeros cristianos, que «todo era común entre ellos» y que «todos eran un solo
corazón y una sola alma»... San Sotero pedía limosnas a las Iglesias más ricas
para distribuirlas entre las más pobres y se esforzaba «por tratar a todos con
palabras y obras como un padre trata a sus hijos». Durante su pontificado el
emperador Marco Aurelio (161-180), persiguió sañudamente a la Iglesia y durante
este tiempo hubo abundantes mártires, entre ellos el mismo Papa que parece que
murió mártir el 22 de Abril del 175.
San Cayo vivió un siglo más tarde y a
pesar de ello en la tradición cristiana han caminado siempre unidos ambos
Santos aunque nada tengan en común a no ser el haber muerto por Cristo y el
haber sido Obispos de Roma. Su vida va entretejida de bastantes leyendas y
datos poco dignos de fiar pero sabemos cierto que sucedió en el Pontificado al
Papa San Eutiquiano el año 283. La última persecución más violenta fue la de
Valeriano. Después casi todo el siglo II fue tiempo de paz y durante él la
Iglesia quedó robustecida fuertemente. San Cayo se aprovechó de esta paz y
patrocinó, sobre todo las dos escuelas célebres de Oriente: Alejandrina y
Antioquena que tantos y tan ilustres hijos produjeron. A pesar de esta paz
relativa también hubo algunos conatos de persecución y de hecho el mismo papa
San Cayo pasó temporadas oculto en las Catacumbas de San Calixto y desde allí
alentaba a los cristianos. Él, valiente, animaba a que fueran fieles a su fe en
Jesucristo y que por nada del mundo renegaran de ella. Si no estaban dispuestos
a morir por Jesucristo – les decía – que por lo menos perseveraran ocultos
entregados a la oración y buenas obras.
El año 283 empezó una nueva persecución
contra los cristianos decretada por Caro que, aunque no tan sangrienta como
otras anteriores, causó graves daños a la Iglesia, siendo muchos los hombres y
mujeres que derramaron generosamente su sangre por confesar a Jesucristo.
No son claras las noticias sobre el
martirio de San Cayo. Hay historiadores que afirman que murió mártir, otros que
a causa de las persecuciones y también quienes niegan que fuera mártir. Desde
el siglo IV se celebra este día. Murió el 296.
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