8 DE ABRIL JUEVES
OCTAVA DE PASCUA – B –
SAN DIONISIO
Lectura del libro de
los Hechos de los apóstoles (3,11-26):
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía
aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico
llamado de Salomón, donde estaban ellos.
Al verlo, Pedro dirigió la
palabra a la gente:
«Israelitas, - ¿por qué os
admiráis de esto? - ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho
andar a este con nuestro propio poder o virtud?
El Dios de Abrahán, de
Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús,
al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había
decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del
Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de
la vida, pero Dios Jo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos
de ello.
Por la fe en su nombre,
este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su
nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la
salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que
Jo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios
cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías
tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y
convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de
consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado,
al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de
la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo:
“El Señor Dios vuestro
hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo
que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”.
Y, desde Samuel en
adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de
los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando
le dijo a Abrahán:
“En tu descendencia serán
bendecidas todas las familias de la tierra”.
Dios resucitó a su Siervo
y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición,
apartándoos a cada uno de vuestras maldades».
Palabra de Dios
Salmo: 8, 2a.5.6-7.8-9
R/. Señor, dueño
nuestro
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.
Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (24,35-48):
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo
que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan.
Estaban hablando de estas
cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados
y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
« - ¿Por qué os
alarmáis?, - ¿por qué surgen dudas en vuestro
corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en
persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y
huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las
manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían
atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de
comer?».
Ellos le ofrecieron un
trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije
mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo
escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el
entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el
Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre
se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de
esto».
Palabra del Señor
1. Los
relatos de las apariciones quieren destacar la identidad entre el Crucificado y
el Resucitado.
El que murió en la cruz
y el que resucitó del sepulcro es el mismo. Por eso el Resucitado
muestra, como señas de su identidad, sus manos y sus pies.
Pide que le palpen.
Insiste en que un fantasma no tiene carne ni huesos. Y hasta se pone a comer
delante de ellos.
Lo importante aquí está
en que las señas de identidad que da el Resucitado son todas señas de identidad humana: manos,
pies, carne, huesos, comer...
2. Por tanto,
el que ha sido exaltado a la Gloria, no solo sigue identificado con lo humano,
sino que es precisamente en lo humano en lo que puede ser identificado.
El Cristo glorificado no
se identifica por su poder, su gloria, su dignidad, su divinidad, sino por su humanidad.
Un Dios que se desentiende de nuestra condición de carne y hueso, de lo que
vemos y palpamos, de nuestra necesidad de comer y beber, es un Dios
deshumanizado. Y por eso mismo, semejante "Dios", ya no es el Dios
que se nos ha comunicado en Jesús, el Crucificado y el
Resucitado.
3. En la
enseñanza religiosa, que se nos ha dado, se ha insistido mucho en la divinidad
de Cristo. Pero se ha insistido menos en la humanidad de Jesús. Y jamás se ha hablado de
la humanización de Dios.
Los hombres de la
religión se manejan bien con "lo divino". Como nadie lo ha
visto.., en nombre de "lo divino" se manda y se gobierna con poder
indiscutible.
El problema está en
que, si tomamos en serio que Dios se identifica con lo humano, no iremos por la
vida sacrificando o excluyendo "lo humano" porque así estamos más
cerca de "lo divino".
SAN DIONISIO
San Dionisio, Obispo Año
265
Entre los muchos santos que han llevado el nombre de
Dionisio, el santo de hoy fue llamado "El Grande", o Dionisio Magno.
San Atanasio lo llamó "Maestro de la Iglesia Católica", por su gran
sabiduría y el notable ascendiente que tuvo entre los católicos de su tiempo.
Nació y vivió en Alejandría, Egipto. Al principio era
pagano, pero después de haber tenido una visión, y al dedicarse a estudiar la
S. Biblia se dio cuenta de que la verdadera religión es la católica y se
convirtió.
En aquellos tiempos la escuela de teología más famosa
que tenía nuestra Santa Iglesia era la de Alejandría. Allá iban a enseñar o a
aprender los más destacados intelectuales del clero y Dionisio brilló allí como
un alumno especialmente dotado de gran inteligencia y de prodigiosa memoria, y
poco después de graduarse fue nombrado como director de tan famosa escuela,
cargo que ejerció durante 15 años con aplauso de todos.
En el año 247 Dionisio fue elegido obispo de
Alejandría, pero luego empezaron las persecuciones. Al principio eran los
sacerdotes paganos que incitaban al populacho contra los seguidores de Cristo.
Luego estalló la terrible persecución de Decio, y lo primero que hizo el
gobernador de Alejandría fue mandar llevar preso a Dionisio. Los perseguidores
lo buscaron por todas partes, menos en su casa, pues se imaginaban que había
salido huyendo. Pero él no se había movido de su habitación.
A los cuatro días Dionisio dispuso huir con todos
sus ayudantes pero la policía los atrapó y se los llevó presos a todos, menos a
uno de los empleados que logró huir a contar la noticia. El fugitivo se
encontró con un enorme grupo de personas que se dirigían a celebrar unas bodas
y les narró lo sucedido. Aquellas gentes se llenaron de indignación y con palos
y piedras atacaron a la policía y les quitaron a los prisioneros. Dionisio se
oponía a esto, y se entristecía de que ya no podía ser mártir. Pero aquellos
hombres no le hicieron caso a sus ruegos, sino que lo subieron sobre una mula y
lo mandaron al desierto, para que allá quedara libre de los perseguidores. En
el desierto estuvo varios años hasta que terminó la persecución.
Al volver a Alejandría se encontró con que algunos
teólogos se oponían al Pontífice de Roma y le pedían a él que los apoyara en
esta oposición. Dionisio escribió a Novaciano, que era jefe de los rebeldes:
"Es necesario estar resuelto a sufrir cualquier otro daño, antes que
destruir la unidad de la Iglesia. Hay que estar tan dispuesto a morir a favor
de la unidad de la Iglesia, como estaría uno dispuesto a morir por defender la
fe". Y siguió siendo fiel al Papa de Roma.
El hereje Novaciano decía que a los que cometen faltas
muy graves no se les debe perdonar nunca. San Dionisio, apoyando lo que
enseñaba el Papa San Cornelio, escribió varias cartas recomendando tener una
gran misericordia con los pecadores, y narraba cómo cuando un pobre que había
sido muy pecador en la vida, estando moribundo pedía el perdón y la comunión,
no teniendo más con quién enviarle la eucaristía, le mandaron la comunión con
un niñito, y el pobre pecador al comulgar exclamó: "Ya he quedado libre de
mis pecados. Puedo partir tranquilo para la eternidad". Y cuenta el santo
que aquel hombre pecador Dios le conservó milagrosamente la vida hasta que
llegó el que llevaba la Sagrada Eucaristía.
Dionisio que había estudiado y enseñado por 15 años lo
referente a la S. Biblia, empleó con gran maestría una serie de frases muy
especiales de la Sagrada Escritura para combatir a los herejes. Estas
respuestas de tan notable sabio sirvieron mucho en los siglos siguientes para
enfrentarse a los que negaban verdades de nuestra santa religión.
En el año 257 estalló la persecución de Valeriano. El
gobernador de Egipto llamó a Dionisio y a sus sacerdotes y les exigió que
adoraran a los ídolos del imperio. El santo obispo respondió: "Nosotros
los seguidores de Cristo no adoramos sino al único Dios que existe, que es el
Creador de cielos y tierra. Rezamos por Valeriano y los demás gobernantes, pero
en cuanto a la religión sólo obedecemos a nuestra Santa Iglesia. Ofrecemos
oraciones y sacrificios por la paz, el bienestar y la prosperidad de la patria,
pero en cuestiones religiosas dependemos solamente de Nuestro Señor
Jesucristo". Por más que el gobernador trató de convencerlos para que
adoraran a sus ídolos, ellos no aceptaron, y fueron desterrados al terrible
desierto de Libia.
Pero a los dos años el emperador perseguidor fue hecho
prisionero y esclavo por sus enemigos, y Dionisio y sus sacerdotes pudieron
volver a Alejandría. Más allá se encontraron que por falta de enseñanzas
religiosas las gentes se habían vuelto violentísimas y peleaban y se mataban
por cualquier cosa (la mayor parte de esas gentes eran paganas). No se podía ya
ni salir a la calle sin peligro de ser asesinados. El santo obispo escribía:
"Es más peligroso andar tres cuadras por esta ciudad, que viajar 300 kilómetros
por el resto de la nación". Les faltaba el espíritu cristiano, que es
caridad, perdón y paz con todos.
Y para colmo de penas llegaron la peste de tifo negro
y la disentería. Las gentes morían por centenares, pero entonces brilló la
caridad cristiana. Mientras los paganos echaban los cadáveres a las calles y
desterraban de sus casas a los enfermos, los cristianos dirigidos por su
obispo, sepultaban caritativamente a los muertos y asistían con gran caridad a
los infectados. Esto les atrajo muchas simpatías en la gran ciudad.
Después de haber sido obispo de Alejandría por 17 años
dando muestra de gran prudencia y santidad y ganándose la simpatía y la
admiración de creyentes e incrédulos, San Dionisio murió en el año 265.
San Epifanio cuenta que por muchos años las gentes lo
recordaban como un verdadero padre y maestro, y dedicaron un templo en su
honor. Sus virtudes y sus sabios escritos le dieron fama universal.
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