9 DE ABRIL VIERNES
OCTAVA DE PASCUA – B – Santa Casilda de Toledo
Lectura del libro de
los Hechos de los apóstoles (4,1-12):
En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al
pueblo, después de que el paralítico fuese sanado, se les presentaron los
sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados de que
enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. Los
apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era
tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron; eran unos cinco mil
hombres.
Al día siguiente, se
reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, junto
con el sumo sacerdote Más, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran
familia de sumos sacerdotes, Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a
Juan y se pusieron a interrogarlos:
«¿Con qué poder o en
nombre de quién habéis hecho eso vosotros?».
Entonces Pedro, lleno de
Espíritu Santo, les dijo:
«Jefes del pueblo y
ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para
averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y
a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros
crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre,
se presenta este sano ante vosotros.
Él es “la piedra que
desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra
angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a
los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».
Palabra de Dios
Salmo:117,1-2.4.22-24.25-27a
R/. La piedra que desecharon
los arquitectos
es ahora la piedra angular
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo
evangelio según san Juan (21,1-14):
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los
discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón
Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos
y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros
contigo».
Salieron y se embarcaron;
y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se
presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis
pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y
encontraréis».
La echaron, y no podían
sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le
dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor,
Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás
discípulos se acercaron en la barca, porque rio distaban de tierra más que unos
doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas
brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que
acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la
barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento
cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos
se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el
pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez
que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los
muertos.
Palabra del Señor
1. Jesús
murió y fracasó a la vista de todos. Pero Jesús no resucitó a la vista de
todos. Ni se apareció a todos los que lo habían visto fracasar y morir.
A veces, pensamos que
hubiera sido de una eficacia contundente si se hubiera producido una aparición solemne
y gloriosa de Jesús en la explanada del Templo, ante el pueblo
y, sobre todo, ante los sumos sacerdotes y autoridades en general. Así habría
quedado patente que Jesús había resucitado y los había derrotado a quienes lo
habían asesinado. Es decir, que Dios estaba de parte de Jesús y en contra de
los que lo persiguieron, lo rechazaron y lo asesinaron.
2. Pero
los caminos de Dios no son los caminos de los hombres. No hay más
posibilidad de encuentro con Dios que la fe. Y solo por la fe es posible el
acceso al Resucitado. De hecho, Jesús no se apareció nada más que a sus
discípulos, es decir, a quienes creían en él.
Lo cual no quiere decir
que aquellos primeros discípulos lo tuvieran claro. Nada de eso. A ellos les
pasaba lo que nos pasa a nosotros. No se lo creían. Y cuando se les aparecía
les costaba trabajo reconocerlo.
La resurrección es
siempre, para nosotros, un problema cargado de preguntas, de oscuridades y
de inseguridad.
3. El
encuentro con el Resucitado se produce, como en este relato, en una situación
humana, un desayuno, una comida, una cena. Cuando en Jesús se hizo más patente
la divinidad, entonces fue cuando se le vio más humano, más entrañable,
más cerca de nosotros.
Santa Casilda de Toledo
En el lugar llamado San Vicente, cerca de Briviesca, en la región de
Castilla, en España, santa Casilda, virgen, que, nacida en la religión
mahometana, ayudó con misericordia a los cristianos detenidos en la cárcel y
después, ya cristiana, vivió como eremita.
Vida de Santa Casilda de Toledo
En el cerro que domina el valle, en el santuario actual, descansan desde el
1750 las reliquias de Santa Casilda, -"la virgen mora que vino de
Toledo", muy venerada en Burgos-, en la urna, obra de Diego de Siloé,
rematada por su propia imagen yacente. El lugar ha sido centro de peregrinación
durante siglos y no deja de frecuentarlo la piedad de nuestros contemporáneos.
En torno a santa Casilda todo lo que encontramos es incierto, confuso y
contradictorio. Pero su figura tiene el encanto de la sencillez y el sabor de
lo heroico en el amor. Cautivó al pueblo cristiano medieval y le animó a la
fidelidad. Su propio nombre -casilda en árabe significa cantar- es como un
verso con alas de canción.
Ni siquiera se conoce con exactitud el nombre de su padre, rey moro de
Toledo, al que se nombra como Almacrin o Almamún. Sobre su condición, unos lo
describen como un sanguinario perseguidor de los cristianos, mientras que otros
lo presentan como apacible y bondadoso.
La princesita mora tiene un natural abundante en clemencia y ternura.
Rodeada de todo tipo de comodidades y atenciones en la fastuosidad de la corte,
no soporta la aflicción de los desafortunados que están en las mazmorras.
Siente una especial piedad con los cautivos pobres y los intenta consolar
llevándoles viandas en el hondón de su falda. Un día, cuando realizaba esta
labor misericordiosa, fue sorprendida por su padre que le preguntó por lo que
transportaba, contestando ella que "rosas" y ¡rosas aparecieron al
extender la falda!
Quizá fueron los mismos cautivos cristianos quienes, viendo lo recto de su
conducta, le hablaron de Cristo; posiblemente correspondieron a sus múltiples
delicadezas y dádivas de la mejor manera que podían, instruyéndola en la fe
cristiana.
Pero, aunque en su corazón era ya de Cristo, ¿cómo podría recibir ella el
Bautismo con los lazos tan fuertes del Islam que la rodeaban?
Comienza una grave dolencia. El flujo de sangre aumenta y la ciencia médica
de palacio es incapaz de curarla. El Cielo le revela que encontrará remedio en
las aguas milagrosas de San Vicente, allá por la Castilla cristiana. Almamún
prepara el viaje de su hija con comitiva real. En Burgos recibe Casilda el
Bautismo y marcha luego a los lagos de San Vicente, junto al Buezo, cerca de
Briviesca. Recuperada la salud según se le dijo, decide consagrar a Cristo la
virginidad de su cuerpo milagrosamente curado y resuelve pasar el resto de sus
días en la soledad, dedicada a la oración y a la penitencia.
Murió de muy avanzada edad, siendo sepultada en la misma ermita que ella
mandó construir. Pronto se convirtió en lugar de peregrinación. Cuentan que los
caminantes sintieron desde entonces su especial protección y las mujeres la
invocan contra el flujo de sangre, y hasta dicen que basta que una mujer pruebe
las aguas y eche una piedra al lago para tener asegurada la descendencia.
Se juntan la historia, la imaginación del pueblo sencillo y la bruma del
misterio en torno a la santa. Resta aprender la lección del ejemplo. El amor a
Cristo hace posible el trueque del regalo propio de la corte morisca por la
aspereza de una vida austera y penitente.
https://www.santopedia.com/
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