6 DE ABRIL MARTES
OCTAVA DE PASCUA – B –
Santa Gala de Roma
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,36-41):
EL día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que, al mismo Jesús, a
quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los
demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?».
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el
Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu
Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los
que están lejos, para cuantos llamare así el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas
unas tres mil personas.
Palabra de Dios
Salmo: 32,4-5.18-19.20.22
R/. La misericordia del Señor llena la tierra
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la
tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esteran su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de
hambre. R/.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga
sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):
EN aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras
lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados,
uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo
recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis
hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios
vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
Palabra del Señor
1. Lo más importante que contienen los relatos de la
resurrección es que muestran que la vida y la presencia de Jesús, en este mundo
y en esta vida, no se acabó con la muerte en la cruz.
De Jesús no nos queda solo la memoria de sus enseñanzas y el ejemplo de su
vida. Además de eso, nos queda sobre todo su presencia.
Por su Encarnación, Dios, en el hombre Jesús de Nazaret, se fundió y se
confundió con lo humano.
Por su Resurrección, Jesús prolonga su presencia en cada ser humano, hasta
el fin de los tiempos.
La cristología tradicional (descendente) tenía su centro en la Encarnación.
La cristología moderna (ascendente) tiene su centro en la Resurrección. El
centro está en el hombre Jesús, en el que Dios se encarna y se revela
(Encarnación) y que fue constituido Hijo de Dios, siendo para siempre el
Viviente (Resurrección).
2. En la vida de Jesús, ocuparon un lugar de singular
importancia las mujeres. Ellas le acompañaron (Lc 8, 2-3). Se dejó besar, tocar
y perfumar por ellas (Lc 7, 36-50; Jn 12, 3). Siempre las comprendió, las
disculpó, les devolvió su dignidad (Jn 8, 1-11; Mc 5, 25-34). Y en los relatos
de Pascua, las primeras apariciones del Resucitado son para las mujeres, de
forma que ellas fueron las primeras que anunciaron que Jesús, el Señor, está
vivo entre nosotros.
3. Es un dolor que, en la Iglesia, desde sus orígenes en las
comunidades que fundó Pablo, el puritanismo helenista ha tenido (y sigue teniendo)
más fuerza que la presencia del Resucitado. Y lo peor de todo es que este
puritanismo ha impregnado la cultura de Occidente en forma, sobre todo, de
marginación, exclusión y hasta desprecio de la mujer.
Es evidente que la miseria del puritanismo no tiene nada que ver con la
memoria del Resucitado. Para el Resucitado, lo primero fueron las mujeres,
mientras que, para muchos ahora, son lo último.
Santa Gala de Roma
En Roma, santa Gala, hija del cónsul Símaco, la cual, al fallecer su
cónyuge, vivió cerca de la iglesia de San Pedro durante muchos años, entregada
a la oración, limosnas, ayunos y otras obras santas, y cuyo felicísimo tránsito
fue descrito por el papa san Gregorio I Magno (s. VI).
Santa Gala de Roma, era hija de Q. Aurelio Memmio Simmaco, miembro del
senado, durante muchos años consejero del Rey Teodorico, que, sin embargo lo
mandó matar en Ravena (525) por sospechas infundadas de traición. Santa Gala
fue entregada como esposa a un joven patricio del que no se conoce el nombre.
al año del casamiento enviudó, y pese a que querían casarla nuevamente,
prefirió consagrarse a Dios, primero en el ejercicio de las obras de
misericordia y más tarde retirándose a un monasterio cerca de la Basílica
vaticana.
Afirma San Gregorio que vivió muchos años "en la simplicidad del
corazón, dedicada a la oración, distribuyendo grandes limosnas a los
pobres". La decisión de la joven viuda causó gran impresión en Roma, y sus
ecos llegaron lejos. Desde Cerdeña, en donde por segunda vez se encontraba en
el exilio, San Fulgencio de Ruspe (que a su paso por Roma había tenido ocasión
de conocer a la familia de la santa), le escribió una bellísima carta, casi un
pequeño tratado de veintiún capítulos en los que la confirma en la decisión
tomada y le imparte consejos ascéticos.
Antes de morir la santa tuvo una visión del Apóstol San Pedro invitándola al
cielo. Por esta razón San Gregorio en sus Diálogos, en el libro IV, dice que
puede demostrarse la inmortalidad del alma, a través de las apariciones y
visiones que tuvieron algunas almas selectas. Según la tradición, mientras la
santa llevaba a cabo una de sus obras de caridad se le apareció la Virgen. La
milagrosa aparición se recuerda en una pintura del siglo XI que se encuentra en
la iglesia de Santa María en Portico en Campitelli. La fiesta conmemorando
tales apariciones, por concesión de la Congregación de Ritos se celebra en Roma
el 17 julio, mientras que en el Martirologio Romano se conmemora el 5 de
octubre. Hacia la mitad del siglo XVII, por obra de M. A. Anastasio Odescalchi,
con el permiso de Inocencio XI, se funda en Roma un hospicio bajo el patrocinio
de la Santa. Es allí en donde Juan B. De Rossi desenvolvió durante muchos años su
actividad. En 1940, se le dedicó a la Santa una iglesia parroquial.
http://www.es.catholic.net/
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