10 DE ABRIL SÁBADO
OCTAVA DE PASCUA – B –
San Miguel de los Santos
Lectura del libro de
los Hechos de los apóstoles (4,13-21):
En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y
los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres
sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que habían sido
compañeros de Jesús, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que había sido
curado, no encontraban respuesta.
Les mandaron salir del
Sanedrín y se pusieron a deliberar entre ellos, diciendo:
«¿Qué haremos con estos
hombres? Es evidente que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos,
no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos
con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre».
Y habiéndolos llamado, les
prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y
Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que
os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no
podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
Pero ellos, repitiendo la
prohibición, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del
pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido.
Palabra de Dios
Salmo: 117,1.14-15.16-18.19-21
R/. Te doy gracias,
Señor, porque me escuchaste
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos R/.
«La diestra del Señor es poderosa.
La diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R/.
Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R/.
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (16,9-15):
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la
semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete
demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y
llorando.
Ellos, al oírle decir que
estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en
figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a
anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció
Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad
y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto
resucitado.
Y les dijo:
«Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda la creación».
Palabra del Señor
1. Este texto
no fue escrito por el autor del evangelio de Marcos. No aparece en los papiros
y códices más antiguos e importantes. Fue añadido algún tiempo después. Y ha
sido aceptado como auténtico por las comunidades cristianas y por la autoridad
de la Iglesia. Su antigüedad, tan cercana al texto original de Marcos, lo
autentifica.
2. El
mismo Jesús que había liberado a la Magdalena de los males que la oprimían es
el Jesús que se le muestra a ella y a los demás discípulos. Se
afirma, una vez más, la identidad del Jesús resucitado y del Jesús que había
muerto. Como se ha dicho muy bien, solo puede haber resurrección donde
previamente ha habido muerte. Pero, además, los textos evangélicos no hablan solo de muerte,
sino más concretamente de muerte en cruz.
3. La
consecuencia que se sigue de lo dicho es clara: si la resurrección nos habla de
la cruz y se comprende desde la cruz, de forma que sin cruz no hay
resurrección, los crucificados de la historia son el lugar más apropiado para
comprender la resurrección de Jesús (J. Sobrino).
Dios no resucitó a un
muerto cualquiera. Dios resucitó a un crucificado. La resurrección de Jesús es
el argumento, que tenemos los cristianos, para fundamentar la esperanza de las
víctimas de la historia para reivindicar la vida y la dignidad que les fueron
arrebatadas por la violencia.
San Miguel de los Santos
En Valladolid, ciudad de España, san Miguel de los Santos, presbítero de la
Orden de la Santísima Trinidad, que se entregó por completo a obras de caridad
y a la predicación de la palabra de Dios. (1625)
Nació un 29 de septiembre de 1591 en Vic (Barcelona, España), en el seno de
una familia muy piadosa y siendo el séptimo de ocho hermanos.
Ingresa en el convento de los trinitarios calzados de Barcelona en 1603. En
1606 inicia el noviciado en San Lamberto (Zaragoza), profesando el 30 de
septiembre de 1607.
Llevado por el espíritu de la reforma, se pasa a la descalcez. Toma el nuevo
hábito en Oteiza, cerca de Pamplona. Realiza su segundo noviciado en Madrid y
Alcalá de Henares, profesando en esta ciudad el 29 de enero de 1609.
Fue conventual en La Solana y Sevilla de 1609 a 1611. Estudió filosofía en
Baeza desde 1611 a 1614, año que fue enviado a Salamanca a cursar la teología.
Al cabo de un año regresó a Baeza, donde concluyó sus estudios teológicos.
Desconocemos el lugar y fecha de su ordenación. Durante los siete años que
reside en Baeza (1615-1622) ejerció de confesor, predicador y vicario. Finalmente
es enviado a Valladolid en mayo de 1622, como ministro del convento, en donde
fallece el 10 de abril de 1625, a los treinta y tres años.
Vivió su ideal cristiano en la descalcez trinitaria, con sencillez y
rigurosa observancia. Destacó por su profundidad mística, mostrada, sobre todo,
en su devoción al sacramento de la Eucaristía y en sus frecuentes éxtasis. Se
distinguió también por la continua mortificación de su cuerpo y por una intensa
vida de apostolado. Se le atribuye un breve tratado místico sobre la
tranquilidad del alma. La Orden Trinitaria lo reconoce como patrón de la
juventud trinitaria. Fue beatificado el 2 de mayo de 1779 y canonizado el 8 de
junio de 1862, fecha en que, la Orden de la Santísima Trinidad, celebra su
fiesta.
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