2 – DE JUNIO
– VIERNES –
8 –
SEMANA DE T.O. – A
SAN FELIX DE NICOSIA
Lectura del libro del Eclesiástico
(44,1.9-13):
Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros
antepasados. Hay quienes no dejaron recuerdo, y acabaron al acabar su vida:
fueron como si no hubieran sido, y lo mismo sus hijos tras ellos. No así los
hombres de bien, su esperanza no se acabó; sus bienes perduran en su
descendencia, su heredad pasa de hijos a nietos. Sus hijos siguen fieles a la
alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su recuerdo dura por siempre,
su caridad no se olvidará.
Palabra de Dios
Salmo: 149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/. El Señor ama a
su pueblo
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de
los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los
humildes. R/.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (11,11-26):
Al día
siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con
hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que
hojas, porque no era tiempo de higos.
Entonces le
dijo:
«Nunca jamás
coma nadie de ti.»
Los discípulos
lo oyeron.
Llegaron a
Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí,
volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y
no consentía a nadie transportar objetos por el templo.
Y los instruía,
diciendo:
«¿No está
escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos"
Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos.»
Se enteraron los
sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo
estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. Cuando
atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la
higuera seca de raíz.
Pedro cayó en la
cuenta y dijo a Jesús:
«Maestro, mira,
la higuera que maldijiste se ha secado.»
Jesús contestó:
«Tened fe en
Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tirate al
mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá.
Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han
concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis
contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras
culpas.»
Palabra del Señor
1. Después
de su entrada en Jerusalén, montado en un borrico, lo primero que relata el
evangelio de Marcos es el famoso incidente del templo. El relato es sobrio y
rápido. Pero es un relato con una fuerza y una actualidad que mucha gente no
imagina. No se trata de la "purificación" del templo, sino de la
"supresión" del templo. En realidad, desde entonces, los
cristianos no volvieron a tener templos hasta el siglo IV.
O sea,
pasaron 300 años sin "lugares sagrados". Los cristianos de tiempos
del Imperio se reunían en casas. Y sabemos que Jesús le dijo a una mujer
samaritana que había llegado la hora de adorar a Dios, no en sitios
determinados, sino "en espíritu y verdad" (Jn 4, 21-23).
Y es que,
cuando la religión se sirve de "lo sagrado" para ganar dinero, un templo
es una cueva de bandidos. Los privilegios económicos, que obtiene la Iglesia, a
costa de "lo sagrado", son un robo.
2. El segundo incidente, que se
nos recuerda en esta narración, es la maldición de la higuera, que se secó de
inmediato. - ¿Por qué? Porque en ella había
"apariencia" de hojas con su color verde pero allí no había
"frutos" que pudieran alimentar a un ser humano. Por eso
el tema de los frutos, que cada cual produce, es capital en la mentalidad de
Jesús.
Al
cristiano se le conoce por los frutos que produce (Mt 7, 16 par, Lc 6, 44,
par). Y los frutos son lo que se hace en bien de los demás, lo que nos hace más
felices o simplemente lo que nos quita el hambre, como le ocurrió al propio
Jesús.
3. El
tercer dato importante de este episodio es lo de "la fe que traslada
montañas".
Esta
afirmación, así, no la dijo nunca Jesús. Cuando Jesús les habló a los
discípulos de la eficacia de la oración, no se refería a cualquier montaña, si
"a este monte" (to órei toúto). - ¿De qué monte hablaba
Jesús? Se ha discutido si se podía referir al Monte de los Olivos o
al Monte del Templo.
Viniendo
desde Betania, el monte que se veía delante era sin duda alguna, el del Templo
(Joel Marcus, S. E. Dowd, W. R. Telford).
Lo
que desemboca en una conclusión tremenda: la fe firme en Jesús acaba con el
templo, con "lo sagrado", con el monte sobre el que se levanta.
A Dios lo
encontramos, no ya en "lo sagrado", sino en "lo humano", lo
verdaderamente humano.
SAN FELIX DE NICOSIA
(1715-1787)
Nació el año
1715 en Nicosia (Sicilia), en el seno de una familia humilde y muy religiosa.
Pronto tuvo que trabajar en el oficio de su difunto padre, que era zapatero,
para subvenir a los suyos. Tras recibir varias negativas, consiguió ser
admitido en la Orden capuchina. Hecha la profesión, lo enviaron al convento de
su pueblo, donde por espacio de más de cuarenta años ejerció el oficio de
limosnero, desarrollando un intenso apostolado popular e itinerante, entre
gentes de todas las clases. Era analfabeto, pero tenía la ciencia de la caridad
y de la humildad. Sus mayores devociones fueron la pasión de Cristo, la
Eucaristía y la Virgen de los Dolores. Realizó siempre trabajos humildes y
destacó por su obediencia y paciencia, espíritu de sacrificio y amor a los
niños y a los pobres y enfermos. Murió el 31 de mayo de 1787 en Nicosia. Lo
canonizó Benedicto XVI el año 2005, y su fiesta se celebra el 2 de junio.
San Félix (en
el siglo, Filippo Giacomo Amoroso) nació en Nicosia el 5 de noviembre de 1715.
Su padre era zapatero remendón y él mismo trabajó desde joven en una zapatería.
Muy piadoso y religioso desde su infancia, aspiraba a la vida religiosa y,
cuando murieron sus padres, acudió a los capuchinos solicitando el ingreso,
pero no fue admitido. Perseveró en su pretensión durante años hasta que fue
admitido en 1743 en el convento de Mistretta, donde hizo la profesión religiosa
como hermano lego y tomó el nombre de fray Félix de Nicosia.
Enviado al
convento de Nicosia, acompañó primero al hermano limosnero por las calles de la
ciudad y luego fue hortelano, cocinero, zapatero, enfermero, portero y sobre
todo, durante más de cuarenta años, limosnero, oficio éste que le permitió
ponerse en contacto con mucha gente a la que edificó e hizo mucho bien. Su
exquisita espiritualidad y grandes virtudes, como la humildad, la mansedumbre,
la caridad, atrajeron hacia él la atención de los fieles, que se encomendaban a
sus oraciones y decían recibir de Dios por medio de ellas grandes favores,
incluso milagros. El guardián del convento sometió muchas veces a prueba su
obediencia y humildad, comprobando que fray Félix era en efecto tan santo como
parecía. Llevaba una vida austerísima, con grandes ayunos y mortificaciones.
Devotísimo de la eucaristía, se pasaba no pocas horas de la noche ante el
sagrario, y era asimismo muy fervorosa su devoción a la Virgen María.
Lleno de méritos
murió en su convento de Nicosia el 31 de mayo de 1787. Fue beatificado por el
papa León XIII el 12 de febrero de 1888, y canonizado por el papa Benedicto XVI
el 23 de octubre de 2005.