17 – DE
MAYO – MIERCOLES –
6 - SEMANA DE
PASCUA – A
SAN PASCUAL BAILON, religioso
Lectura del libro de
los Hechos de los apóstoles (17,15.22–18,1):
EN aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se
volvieron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él cuánto
antes.
Pablo, de pie
en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses,
veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando
vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción:
“Al Dios
desconocido”.
Pues eso que
veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo
que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos
construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara
de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo.
De uno solo
creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando
fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con
el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban;
aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y
existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe
suya”.
Por tanto, si
somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes
de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un
hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia
ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene
señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a
quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de
entre los muertos».
Al oír
«resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
«De esto te
oiremos hablar en otra ocasión».
Así salió
Pablo de en medio de ellos. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos
Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a
Corinto.
Palabra de Dios
Salmo:
148,1-2.11-12.13.14
R/. Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria
Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R/.
Reyes del orbe y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños. R/.
Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la
tierra. R/.
Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (16,12-15):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas
me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga
él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará
por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está
por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo
mío y os lo anunciará.
Todo lo que
tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os
lo anunciará».
Palabra del Señor
1. Según
estas palabras de Jesús, la presencia y la actividad del Espíritu se prolonga y se extiende sin límites. El Espíritu de la Verdad nos conduce a
todos hasta la verdad plena. Por tanto, no se puede demostrar, en modo
alguno, lo que antiguamente enseñaban los teólogos
que explicaban el tratado sobre la revelación.
Según
aquellos teólogos, la revelación divina quedó clausurada con la muerte del
último apóstol. Semejante afirmación no es demostrable ante lo que dice aquí
Jesús sobre la incesante actividad reveladora del Espíritu.
2. Como
bien ha escrito Andrés Torres Queiruga, entendiendo la revelación en su más
hondo realismo, es decir, reconociendo que la presencia viva de Dios es también acogida, aunque sea sin nombre, allí donde la cultura
prolonga los auténticos dinamismos de la creación, sobre todo en el amor y el
servicio a la justicia -"porque tuve hambre y me disteis de comer"-
también con ella se puede y se debe establecer un diálogo fraterno de
ofrecimiento y recepción: de anuncio del valor humano del Evangelio y de acogida
de los valores evangélicos de la "profecía externa".
Es decir, de
la profecía que no viene, ni de la Biblia, ni de la Iglesia, ni de la fe, sino
de todo ser humano que habla con buena voluntad, con rectitud y como expresión
de lo mejor que llevamos dentro de nosotros mismos.
3. El
problema está en comprender que Dios es inabarcable. Y de Dios siempre tenemos
que aprender. Y estar a la escucha de lo que nos quiere decir en los
acontecimientos de la vida y de la historia.
Esta actitud
de acogida es, en el fondo, la actitud del que siempre está a la escucha de lo
que le revela el Espíritu de Dios. Solo así, al hacer este mundo "más
humano", por eso mismo lo hacemos "más divino". Es una pena, un
dolor que no se calma, ver que la teología cristiana no acaba de enterarse de
esto. Y de sacarle todas sus consecuencias.
SAN PASCUAL BAILON, religioso
Le pusieron por nombre
Pascual, por haber nacido el día de Pascua (del año 1540). Nació en Torre
Hermosa, Aragón, España.
Es el patrono de los
Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna. Desde los 7 años hasta los
24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después por 28 será hermano religioso,
franciscano.
Su más grande amor durante
toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual
trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al niño Pascual
era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos
donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de
vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas
lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote
en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la
campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a
Jesucristo presente en la Santa Hostia. Un día otros pastores le oyeron gritar:
"¡Ahí viene!, ¡allí está!". Y cayó de rodillas. Después dijo que
había visto a Jesús presente en la Santa Hostia.
De niño siendo pastor,
ya hacía sus mortificaciones. Por ej. la de andar descalzo por caminos llenos
de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del
vecino le pagaba al otro, con los escasos dineros que le pagaban de sueldo, el
pasto que la oveja se había comido.
A los 24 años
pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio
le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a
leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre
mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las
oraciones a Jesús Sacramentado y a la Stma. Virgen.
Como religioso
franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero,
mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a
Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que
tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los
brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y
horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se
quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que
los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano
Pascual adorando a Nuestro Señor.
Ayudaba cada día el
mayor número de misas que le era posible y trataba de demostrar de cuantas
maneras le fuera posible su gran amor a Jesús y a María. Un día un humilde
religioso se asomó por la ventana y vio a Pascual danzando ante un cuadro de la
Stma. Virgen y diciéndole: "Señora: no puedo ofrecerte grandes cualidades,
porque no las tengo, pero te ofrezco mi danza campesina en tu honor".
Pocos minutos después el religioso aquel se encontró con el santo y lo vio tan
lleno de alegría en el rostro como nunca antes lo había visto así. Cuando los
padres oyeron esto, unos se rieron, otros se pusieron muy serios, pero nadie
comentó nada.
Pascual compuso varias
oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de
Rivera al leerlas exclamó admirado: "Estas almas sencillas sí que se ganan
los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se
comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes".
Sus superiores lo
enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos de
protestantes. Un día un hereje le preguntó: "¿Dónde está Dios?". Y él
respondió: "Dios está en el cielo", y el otro se fue. Pero enseguida
el santo fraile se puso a pensar: "¡Oh, me perdí la ocasión de haber
muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa
Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de
ese honor". Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada,
lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús
sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y apenas si
sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la
Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que
hicieron fue apedrearlo. Y él sintió lo que dice la S. Biblia que sintieron los
apóstoles cuando los golpearon por declararse amigos de Jesús: "Una gran
alegría por tener el honor de sufrir por proclamarse fiel seguidor de Jesús".
Lo primero que hacía al
llegar a algún pueblo era dirigirse al templo y allí se quedaba por un buen
tiempo de rodillas adorando a Jesús Sacramentado.
Hablaba poco, pero
cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por
el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Había recibido de Dios ese don
especial: el de un inmenso amor por Jesús Sacramentado.
Siempre estaba alegre,
pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía
estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual nació en la
Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el
17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de
Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a
la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le
concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía.
Cuando estaba
moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: "¿De
qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa Misa".
"¡Ah que hermoso momento!", y quedó muerto plácidamente.
Después durante su
funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la elevación de la
Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración que abría y
cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a Cristo en la
Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo tuvieron
expuesto a la veneración del público por tres días seguidos.
Por 200 años muchísimas
personas, al acercarse a la tumba de San Pascual oyeron unos misteriosos
golpecitos. Nadie supo explicar por qué pero todos estaban convencidos de que
eran señales de que este hombre tan sencillo fue un gran santo. Y los milagros
que hizo después de su muerte, fueron tantos, que el Papa lo declaró santo en
1690.
El Sumo Pontífice
nombró a San Pascual Bailón Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la
Adoración Nocturna.
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