25 – DE
MAYO – JUEVES –
7 - SEMANA DE
PASCUA – A –
Santa María Magdalena de Pazzi,
Maestra de Novicias
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (22,30;23,6-11):
En aquellos días, queriendo el tribuno
poner en claro de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó desatarlo, ordenó que
se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno, bajó a Pablo y lo
presentó ante ellos.
Pablo sabía que una parte del Sanedrín eran fariseos y otra saduceos y
gritó: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la
resurrección de los muertos.»
Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la
asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección, ni
ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos admiten todo esto.) Se armó un
griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando:
«No encontramos ningún delito en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o
un ángel?»
El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a
Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al
cuartel.
La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo: «¡Ánimo! Lo mismo
que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma.»
Palabra de Dios
Salmo: 15
R/. Protégeme, Dios mío, que me
refugio en ti
Protégeme, Dios mío, que me refugio en
ti;
yo digo al
Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es
el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte
está en tu mano. R/.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de
noche me instruye internamente.
Tengo siempre
presente al Señor,
con él a mi
derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis
entrañas,
y mi carne
descansa serena.
Porque no me
entregarás a la muerte,
ni dejarás a
tu fiel conocer la corrupción. R/.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás
de gozo en tu presencia,
de alegría
perpetua a tu derecha. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (17,20-26):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los
ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí
por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo
en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me
has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno,
como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente
uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me
has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo
donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes
de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han
conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu
nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy
con ellos.»
Palabra del Señor
1. Si este evangelio se piensa despacio y a fondo, lo que queda
patente es algo que nos desconcierta. Jesús expresa aquí, en su oración última
con los suyos, su deseo supremo: el deseo por la unidad. Unidad de Dios, unidad
de Dios con Jesús, unidad de Dios y de Jesús con toda la humanidad. Y digo que
esto nos desconcierta, porque la experiencia nos dice que las religiones no nos
unen, sino que nos separan y nos dividen.
Estamos, pues, ante un tema capital. Porque ya estamos demasiado rotos,
agotados, defraudados, por causa de tantas divisiones, separaciones,
enfrentamientos.
Los monoteísmos se han representado a Dios de tal manera, que, al ser Uno,
y muchos Unos, han terminado siendo los "dioses excluyentes", que han
generado violencia y muerte, relaciones destrozadas y gentes divididas y
enfrentadas hasta la muerte.
2. En el mundo antiguo, se impuso la aspiración por la unidad
(H. D. Betz). No la unidad de los sofistas, que se
reducía a la identidad consigo mismo. Sino la unidad que, desde Sócrates,
implica las exigencias de lo único que permanece y que se traduce en "lo
Uno como el Bien" (Platón). Hasta el punto de que es, en la armonía de
"lo Uno", donde se manifiesta lo divino (la Stoa) (K. H. Bartels).
No se trata, en todo esto, de mera erudición. Se trata de la
constatación de los enormes problemas y peligros que
brotan de los "absolutos", como únicos y además como excluyentes e intolerantes. De ahí al
encanallamiento (con buena conciencia), el paso es inevitable.
3. Se comprende la aspiración suprema de Jesús. Dios, Jesús, los
humanos, "que todos sean uno... que sean completamente uno... para que el
mundo crea". Es la unidad de Jesús con el Padre (Jn 10, 30; 17, 11. 21
ss). Y de ahí, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo rebaño, un
solo pastor (Ef 4, 5; Jn 10, 14-16).
Por supuesto, esta unidad se tiene que traducir en hechos palpables. Pero -
¿es eso posible, dada la pluralidad de
religiones, culturas, nacionalismos, lenguajes...?
Hasta este momento, por lo menos, esto no se ha conseguido, ni por la
fuerza de la política y los ejércitos, ni por la insistencia de las ideas.
Entonces - ¿cómo?
Vamos al fondo del problema. Vamos, pues, al fondo de aquello en lo que todos los seres humanos coincidimos, en lo que todos somos iguales.
Todos coincidimos en lo mínimamente humano: todos somos de carne y hueso (corporalidad) y todos nos necesitamos unos a otros (alteridad). Sea cual
sea la religión, la cultura, la nacionalidad
que cada cual tenga, todos necesitamos y deseamos que las exigencias de nuestra
corporalidad (salud y alimentación) y de nuestra alteridad (amor) estén
satisfechas.
Pues ahí, en eso, está Jesús, está Dios. Quien traduce eso en
Ética, ese es el que encuentra, en lo humano, a Dios.
Santa María Magdalena de Pazzi,
Maestra de Novicias
Nació en Florencia en 1566; educada en la
piedad y admitida en la Orden carmelitana, llevó una vida oculta de oración y
de abnegación, pidiendo constantemente por la reforma de la Iglesia. Además,
dirigió por el camino de la perfección a muchas de sus hermanas de religión.
Dios la enriqueció con múltiples dones y murió en el año 1607.
Martirologio Romano: Santa María
Magdalena de Pazzi, virgen de la Orden de Carmelitas que, en la ciudad de
Florencia, en la Toscana, llevó una vida de oración abnegadamente escondida en
Cristo, rezando con empeño por la reforma de la Iglesia. Distinguida por Dios
con muchos dones, dirigió de un modo excelente a sus hermanas hacia la
perfección. (1607)
Fecha de canonización: 28 de abril de
1669 por el Papa Clemente IX
La familia de Pazzi, a cuyo nombre está unida
la famosa conjuración contra el gran duque de Médici, en tiempos de nuestra
santa, era todavía de las más importantes de Florencia. Catalina de Pazzi
(María Magdalena es el nombre que asumió la santa carmelita el día de su
profesión religiosa) nació en 1566, en un siglo rico de acontecimientos en la historia
civil y religiosa de Italia y caracterizado por el florecimiento excepcional de
grandes santos.
También María Magdalena de Pazzi participó en la situación histórica y
social de su tiempo escribiendo cartas muy valientes al Papa, a los cardenales,
a los obispos y a los príncipes, señalando las causas de los males que afligían
a la Iglesia, que ella atribuía a las deficiencias espirituales de los
cristianos y de sus pastores. Este es uno de los lados maravillosos de la
santa, asociada a la pasión de Cristo con los estigmas y otros fenómenos
místicos como las visiones, los éxtasis, los arrobamientos, durante los cuales
trataba de difíciles cuestiones teológicas.
Tres hermanas, encargadas por el director espiritual, transcribían las
revelaciones de Sor María Magdalena. El libro, titulado Contemplaciones y
redactado de ese modo tan excepcional es considerado como un importante tratado
de teología mística, y al mismo tiempo nos revela el itinerario espiritual de
la santa, que a los 18 años había entrado al más austero convento florentino,
el de las carmelitas.
Desde muy niña, Catalina de Pazzi se mostró
más inclinada a la devoción que a la vida cómoda de su tiempo. Efectivamente,
tuvo el privilegio, en ese tiempo muy raro, de hacer la primera Comunión a la
edad de diez años.
Después de darle el adiós al mundo y de haber cambiado nombre, Sor María
Magdalena fue dócil instrumento de la gracia divina, atravesando todos los
estadios de la experiencia mística, desde las audacias de la contemplación
hasta las torturantes pruebas de la noche de los sentidos, en la oscuridad
abismal de la aridez espiritual, que duró cinco años, durante los cuales fue
probada en la fe, en la esperanza y en la caridad. Y, finalmente, en
Pentecostés de 1590, su espíritu quedó nuevamente sumergido por la brillante
luz del éxtasis, fortaleciéndose para la nueva prueba sucesiva, la del dolor
físico.
Martirizada en el cuerpo por llagas dolorosísimas, cuando el dolor se hacía
insoportable, Sor María Magdalena, que había sido nombrada maestra de novicias,
hallaba la fuerza para repetir las palabras que se convirtieron en el lema de
su vida: Pati, non mori, sufrir y no morir. Murió el 25 de mayo de 1607,
en el convento de Santa María de los Ángeles, en Florencia.
Fue canonizada el 28 de abril de 1669 por el Papa Clemente IX.
Fuente: Catholic.net
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