1 – DE JUNIO
– JUEVES –
8 – SEMANA DE T.O. – A
Jesucristo, sumo y eterno sacerdote
(Fiesta)
Lectura del libro del Génesis (22, 9
-18):
En aquellos
días, llegaron Abrahán e Isaac al sitio que la había dicho Dios, Abrahán
levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso
sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el
cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el
cielo:
«¡Abrahán, Abrahán!».
Él contestó:
«Aquí estoy».
El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra el muchacho
ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has
reservado a tu hijo, a tu único hijo».
Abrahán levantó los ojos y vio un
carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo
ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve»,
por lo que se dice aún hoy, «En el monte el Señor es visto».
El ángel del Señor llamó a Abrahán por
segunda vez desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo, oráculo del Señor:
por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré
de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo
y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus
enemigos. Todas las naciones de la tierra bendecirán con tu descendencia,
porque has escuchado mi voz».
Palabra de Dios
O bien:
Lectura de la carta a los Hebreos10,4-10
Hermanos: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos
quite los pecados. Por eso, al entrar Cristo en el mundo dice: «Tú no quisiste
sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos
ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo –pues así está
escrito en el comienzo del libro acerca de mí– para hacer, ¡oh Dios!, tu
voluntad». Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos,
ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley. Después añade: «He aquí
que vengo para hacer tu voluntad». Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y
conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo
de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de
Dios.
Salmo: Sal 39, 6. 7. 8-9. 10. 11
R./ Aquí estoy, Señor, para hacer
tu voluntad
Tú no quieres
sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;
entonces yo digo. «Aquí estoy». R/.
«- Como está escrito en mi libro - para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». R/.
He proclamado
tu justicia ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R/.
No me he
guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación. R/.
Alégrense y
gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación. R/.
Evangelio según san Mateo (26, 36-42):
Jesús fue con
sus discípulos a un huerto, llamado Getsemaní, y le dijo:
«Sentaos aquí, mientras voy allá a
orar».
Y llevándose a Pedro y a los dos hijos
de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dijo:
«Mi alma está triste hasta la muerte;
quedaos aquí y velad conmigo».
Y adelantándose un poco cayó rostro en
tierra y oraba diciendo:
«Padre mío, si es posible, que pase de
mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
Y volvió a los discípulos y los encontró
dormidos.
Dijo a Pedro:
«¿No habéis podido velar huna hora
conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está
pronto, pero la carne es débil».
De nuevo se apartó por segunda vez y
oraba diciendo:
«Padre mío, si este cáliz no puede pasar
sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».
Palabra del Señor
1. El Señor
lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de
Melquisedec (Salmo 109,4).
La Epístola a
los Hebreos define con exactitud al sacerdote cuando dice que es un hombre
escogido entre los hombres, y está constituido en favor de los hombres en lo
que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados
(Hebreos 5,1). Por eso, el sacerdote, mediador entre Dios y los hombres, está
íntimamente ligado al Sacrificio que ofrece, pues éste es el principal acto de
culto en el que se expresa la adoración que la criatura tributa a su Creador.
En el Antiguo
Testamento, los sacrificios eran ofrendas que se hacían a Dios en
reconocimiento de su soberanía y en agradecimiento por los dones recibidos,
mediante la destrucción total o parcial de la víctima sobre un altar. Eran
símbolo e imagen del auténtico sacrificio que Jesucristo, llegada la plenitud
de los tiempos, habría de ofrecer en el Calvario.
Allí,
constituido Sumo Sacerdote para siempre, Jesús se ofreció a Sí mismo como
Víctima gratísima a Dios, de valor infinito: quiso ser al mismo tiempo
sacerdote, víctima y altar. En el Calvario, Jesús, Sumo Sacerdote, hizo la
ofrenda de alabanza y acción de gracias más grata a Dios que puede concebirse.
Fue tan perfecto este Sacrificio de Cristo que no puede pensarse otro mayor.
A la vez, fue
una ofrenda de carácter expiatorio y propiciatorio por nuestros pecados. Una
gota de la Sangre derramada por Cristo hubiera bastado para redimir todos los
pecados de la humanidad de todos los tiempos. En la Cruz, la petición de Cristo
por sus hermanos los hombres, fue escuchada con sumo agrado por el Padre, y
ahora continúa en el Cielo siempre vivo para interceder por nosotros (Hebreos
7,25).
"Jesucristo
en verdad es sacerdote, pero sacerdote para nosotros, no para sí, al ofrecer al
Eterno Padre los deseos y sentimientos religiosos en nombre del género humano.
Igualmente, Él es víctima, pero para nosotros, al ofrecerse a sí mismo en vez
del hombre sujeto a la culpa. Pues bien, aquello del apóstol: tened en vuestros
corazones los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo, exige a todos
los cristianos que reproduzcan en sí, en cuanto al hombre es posible, aquel
sentimiento que tenía el divino Redentor cuando se ofrecía en sacrificio, es
decir, que imiten su humildad y eleven a la Suma Majestad de Dios la adoración,
el honor, la alabanza y la acción de gracias. Exige, además, que de alguna
manera adopten la condición de víctima, abnegándose a sí mismos según los
preceptos del Evangelio, entregándose voluntaria y gustosamente a la
penitencia, detestando y confesando cada uno sus propios pecados (...)"
(Pío XII. Mediator Dei). Éste es hoy nuestro propósito.
2. De la
misión redentora de Cristo Sacerdote participa toda la Iglesia y todos los
fieles laicos participan de este sacerdocio de Cristo, aunque de un modo
esencialmente diferente, y no sólo de grado, que los presbíteros. Con alma
verdaderamente sacerdotal, santifican el mundo a través de sus tareas
seculares, realizadas con perfección humana, y buscan en todo la gloria de
Dios: la madre de familia sacando adelante sus tareas del hogar, el empresario haciendo
progresar la empresa y viviendo la justicia social... Todos, reparando por los
pecados que cada día se cometen en el mundo, ofreciendo en la Santa Misa sus
vidas y sus trabajos diarios.
Los
sacerdotes -Obispos y presbíteros- han sido llamados expresamente por Dios,
"no para estar separados ni del pueblo mismo ni de hombre alguno, sino
para consagrarse totalmente a la obra para la que el Señor los llama. No
podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de una
vida distinta de la terrena, ni podrían servir si permanecieran ajenos a la
vida y condiciones de los mismos" (Concilio Vaticano II).
El sacerdote
ha sido entresacado de entre los hombres para ser investido de una dignidad que
causa asombro a los mismos ángeles, y nuevamente devuelto a los hombres para
servirles especialmente en lo que mira a Dios, con una misión peculiar y única
de salvación. El sacerdote hace en muchas circunstancias las veces de Cristo en
la tierra: tiene los poderes de Cristo para perdonar los pecados, enseña el
camino del Cielo..., y sobre todo presta su voz y sus manos a Cristo en el
momento sublime de la Santa Misa: en el Sacrificio del Altar consagra in
persona Christi, haciendo las veces de Cristo.
Hoy es un día
para agradecer a Jesús un don tan grande. ¡Gracias, Señor, por las llamadas al
sacerdocio que cada día diriges a los hombres! Y hacemos el propósito de
tratarlos con más amor, viendo en ellos a Cristo que pasa, que nos trae los
dones más preciados que un hombre puede desear. Nos trae la vida eterna.
Hoy es un día en el que
podemos pedir más especialmente para que los sacerdotes estén siempre abiertos
a todos y desprendidos de sí mismos.
3. El
sacerdote es instrumento de unidad. El deseo del Señor es "que todos sean
uno" (Juan 17,21). Él mismo señaló que todo reino dividido contra sí será
desolado y que no hay ciudad ni hogar que subsista si se pierde la unidad. Los
sacerdotes deben ser solícitos en conservar la unidad.
El Papa Juan
Pablo II, dirigiéndose a todos los sacerdotes del mundo, les exhortaba con
estas palabras: "Al celebrar la Eucaristía en tantos altares del mundo,
agradecemos al eterno Sacerdote el don que nos ha dado en el sacramento del
Sacerdocio. Y que en esta acción de gracias se puedan escuchar las palabras
puestas por el evangelista en boca de María con ocasión de la visita a su prima
Isabel: Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre (Lc 1,
49). Demos también gracias a María por el inefable don del Sacerdocio por el
cual podemos servir en la Iglesia a cada hombre. ¡Que el agradecimiento
despierte también nuestro celo (...)
"Demos
gracias incesantemente por esto; con toda nuestra vida; con todo aquello de que
somos capaces. Juntos demos gracias a María, Madre de los sacerdotes.
Jesucristo, sumo y eterno
sacerdote
El jueves
posterior a la Solemnidad de Pentecostés en algunos países se celebra la fiesta
de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Esta festividad no aparece en el
calendario de la Iglesia universal, pero se ha expandido por muchos países.
La celebración
fue introducida en España en 1973 y tiene textos propios para la Santa Misa y
el Oficio. En algunas diócesis este día es también la Jornada de Santificación
de los Sacerdotes.
San Juan Pablo
II, en el documento “Ecclesia de Eucharistia” señala que “el Hijo de Dios se ha
hecho hombre, para reconducir todo lo creado, en un supremo acto de alabanza, a
Aquél que lo hizo de la nada”.
“De este modo,
Él, el sumo y eterno Sacerdote, entrando en el santuario eterno mediante la
sangre de su Cruz, devuelve al Creador y Padre toda la creación redimida. Lo
hace a través del ministerio sacerdotal de la Iglesia y para gloria de la
Santísima Trinidad”.
Oración a Cristo, Sumo Sacerdote
Señor,
Jesucristo, nuestro magnífico y supremo Sacerdote.
Por tu Muerte
y Resurrección te hemos reconocido como el Cordero sacrificial, mediador entre
el Padre y nosotros mismos.
Nos llamas a participar en tu
Muerte y Resurrección te hemos reconocido como el Cordero
sacrificial, mediador entre el Padre y nosotros mismos.
Nos llamas a
participar en tu Muerte y Resurrección por los sacramentos del Bautismo y
Confirmación, para unirnos en el ofrecimiento del
sacrificio de Ti mismo por la participación de tu Sacerdocio en la
Eucaristía. Así pertenecemos a tu Reino en la tierra, haciéndonos tu
pueblo santo.
Señor
Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, concédenos tu Espíritu de Amor y Vida que
nos una a ti, Sacerdote y Víctima, para que el plan de salvación para todos los
pueblos se establezca dentro de nosotros.
Señor,
Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, concédenos tu Espíritu de Sabiduría y
unión, que a todos nos unifique en tu Cuerpo Místico, la Iglesia, para ser tus
testigos en el mundo.
Señor,
Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, tu cruz remedie nuestros males, tu
Resurrección nos renueve, tu Espíritu Santo nos santifique, tu Realeza nos
glorifique y nos redima tu Sacerdocio, para que podamos unirnos contigo como tú
lo estás con el Padre en el Espíritu Santo.
Señor, Jesús,
reúnenos a todos en tu Persona –Víctima, Sacerdote, Rey – por el banquete
salvador de la Eucaristía que tú y nosotros ofrecemos en el altar del
Sacrificio, ahora y durante todos los días de nuestra peregrinación por este
mundo. Cuando nos llames a tu Reino celestial, entonces podamos participar con
todos los santos de tu gloria, amor y vida en unión con el Padre y el Espíritu
Santo por toda la eternidad.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario