22 – DE
MAYO – LUNES –
7 - SEMANA DE
PASCUA – A –
Santa Joaquina de Vedruna
Lectura del
libro de los Hechos de los apóstoles (19,1-8):
MIENTRAS Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso.
Allí encontró unos discípulos y les preguntó:
«¿Recibisteis
el Espíritu Santo al aceptar la fe?».
Contestaron:
«Ni siquiera
hemos oído hablar de un Espíritu Santo».
Él les dijo:
«Entonces,
¿qué bautismo habéis recibido?».
Respondieron:
«El bautismo
de Juan».
Pablo les
dijo:
«Juan bautizó
con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que iba a
venir después de él, es decir, en Jesús».
Al oír esto,
se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos,
vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas extrañas
y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Pablo fue a
la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del reino de Dios,
dialogando con ellos y tratando de persuadirlos.
Palabra de Dios
Salmo:
67,2-3.4-5ac.6-7ab
R/. Reyes de
la tierra, cantad a Dios
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan
ellos;
cómo se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios. R/.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad a su nombre;
su nombre es el Señor. R/.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los
enriquece. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (16,29-33):
EN aquel tiempo, aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús:
«Ahora sí que
hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no
necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».
Les contestó
Jesús:
«¿Ahora
creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os
disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo,
porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz
en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
Palabra del Señor
1. El
autoengaño inconsciente, o sea vivir engañado sin tener conciencia de ello, es uno de los peligros más fuertes que tenemos las personas creyentes
o religiosas. Por la sencilla razón de que las creencias y las experiencias
religiosas son siempre sentimientos íntimos y subjetivos. Y, sobre todo, porque
la religiosidad es siempre una experiencia cuya verdad y objetividad no se
puede jamás verificar.
En cuanto que
el término de tal experiencia es Dios, al que no conocemos y con el que no
podemos hablar directamente. Si en la vida corriente, cualquiera se puede
engañar a sí mismo, ¡cuánto más en este tipo de experiencias, que siempre entrañan su buena dosis de misterio o de posible alucinación!
2. Esto
justamente es lo que les ocurrió a los discípulos de Jesús en el relato que
aquí se nos presenta. Cuando aquellos discípulos aseguraban
que Jesús hablaba claro y se sentían seguros en su
compañía, entonces exactamente es cuando Jesús
les dice: "ha llegado la hora en que todos me vais a dejar solo".
O sea, cuando
los discípulos se sentían más seguros, es cuando Jesús les dice que todos van a ser unos cobardes ante el peligro que les puede amenazar.
3. Los
discípulos vivían engañados porque no les había llegado el momento de la prueba. Seguramente, hasta entonces no se habían sentido
amenazados, no se habían visto en peligro. Pero, en cuanto llega el peligro y
les amenaza el miedo, abandonan a Jesús.
Es fácil
pensar que se sigue a Jesús mientras el presunto seguimiento da seguridad, vida
en paz, reconocimiento y buen nombre. La verdad del discipulado se comprueba en
el peligro, cuando se siente amenazado, cuando puede perder su imagen, su
seguridad, su vida en paz y sosiego. Es fácil
sentirse bien en las instituciones religiosas cuando la institución
proporciona seguridad económica y prestigio personal.
Seguir
creyendo y en la lucha, cuando todo eso se pierde, eso ya es otro asunto. Y muy
duro, por cierto. Seguir a Jesús en la inseguridad económica, social, familiar, profesional, etc. es cosa dura.
Seguramente
lo más duro que hay en la vida.
Año 1854
Joaquina Vedruna y de
Mas nació en Barcelona (España) en el año 1783. Como esposa y madre fue modelo
de abnegación, prudencia y delicadeza.
En el año 1826 fundó
el Instituto de las Hermanas Carmelitas de la Caridad, dedicado al cuidado de
los enfermos y a la educación de las jóvenes.
Murió en Barcelona en
1854 y fue canonizada por Juan XXIII en 1959.
Esta es una santa que duró casada hasta los 33 años. Tuvo ocho hijos y
bastantes nietos. A los 47 años fundó la Comunidad de las hermanas Carmelitas
de la Caridad, y al morir a los 61 años había fundado conventos, escuelas y
hospitales en diversos sitios de España.
Nació en Barcelona, España, en 1773. Su padre, Don Lorenzo de Vedruna, era
rico y alto empleado del gobierno. Su familia era muy católica.
La niña desde muy pequeña tuvo mucha devoción al Niño Jesús y a las benditas
almas.
Algo que la caracterizó desde sus primeros años fue un gran amor a la
limpieza. No toleraba ninguna mancha de mugre en sus vestidos. Y esto la fue
llevando a no tolerar tampoco mancas de pecado en su alma.
A los doce años sintió un gran deseo de ser religiosa carmelita. Pero
las monjitas no la aceptaron porque les parecía muy niña todavía para decidirse
por la vocación religiosa.
A los 26 años, en 1799, contrae matrimonio con un rico hacendado, don Teodoro
de Mas, muy amigo de su padre, y empleado oficial como él. Teodoro estimaba
mucho a las tres hijas de Don Lorenzo y para decidirse por una de ellas les
llevó un pequeño paquetico de dulces de regalo. Las dos primeras lo rechazaron
como un regalo demasiado infantil, pero Joaquina lo aceptó con alegría
exclamando: "Me encantan las almendras". Este gesto de humildad
decidió al joven a elegirla como esposa.
Al principio de su matrimonio sentía a veces serios escrúpulos por no haber
seguido la vocación de religiosa que de niña tanto le llamaba la atención, pero
su esposo la consolaba diciéndole que en la vida de hogar se puede llegar a tan
alta santidad como en un convento y que con sus buenas obras de piedad iría
reemplazando las que iba a hacer en la vida religiosa. Esto la tranquilizó. 16
años vivió con su esposo, y Dios le regaló ocho hijos. Y como premio a sus
sacrificios, cuatro hijas se hicieron religiosas, y varias de sus nietas también.
Cuando Napoleón invadió España; el esposo de Joaquina se fue al ejército a
defender la patria y participó valerosamente en cinco batallas contra los
invasores. Joaquina y sus niños tuvieron que abandonar la ciudad de Barcelona y
huir hacia la pequeña ciudad de Vich.
Cuando Joaquina y sus hijos andaban por la llanura huyendo, de pronto
apareció una misteriosa señora y la condujo hasta Vich a casa de una familia
muy buena, que los recibió con gran cariño. Enseguida la Señora desapareció y
nadie pudo dar razón de ella. Joaquina creyó siempre que fue la Sma. Virgen
quien llegó a auxiliarla.
Un día mientras estaba rodeada de su familia, le pareció oír una voz que le
decía: "Pronto te vas a quedar viuda". Ella se preparó a aceptar la
voluntad de Dios, y a los dos meses, aunque su esposo gozaba de buena salud, y
apenas tenía 42 años, murió imprevistamente. Joaquina quedaba viuda a los 33
años, y encargada de ocho hijitos.
Desde aquel día dejó todos sus vestidos de señora rica. Y se dedicó por
completo a ayudar a los pobres y a asistir a los enfermos en los hospitales. Al
principio la gente creía que se había vuelto loca por la tristeza de la muerte
de su esposo, pero pronto se dieron cuenta de que lo que se estaba volviendo
era una gran santa. Y admiraban su generosidad con los necesitados. Ella vivía
como la gente más pobre, pero todas sus energías eran para ayudar a los que
padecían miseria o enfermedad.
Durante diez años estuvo dedicada a penitencias, muchas oraciones y
continuas obras de caridad, pidiéndole a Dios que le iluminara lo que más le
convenía hacer para el futuro. Cuatro de sus hijas se fueron de religiosas y
los otros cuatro hijos se fueron casando, y al fin ella quedó libre de toda
responsabilidad hogareña. Ahora iba a poder realizar su gran deseo de cuando
era niña: ser religiosa.
Se encontró providencialmente con un sacerdote muy santo, el Padre Esteban,
capuchino, el cual le dijo que Dios la tenía destinada para fundar una
comunidad de religiosas dedicada a la vida activa de apostolado. El sabio Padre
Esteban redacta las constituciones de la nueva comunidad, y en 1826, ante el
Sr. Obispo de Vich, que las apoya totalmente, empieza con ocho jovencitas su
nueva comunidad a la cual le pone el nombre de "Carmelitas de la
Caridad".
Pronto ya las religiosas son trece y más tarde cien. Su comunidad, como el
granito de mostaza, empieza siendo muy pequeña, y llega a ser un gran árbol
lleno de buenos frutos. Ella va fundando casas de religiosas por toda la
provincia.
Tuvo Santa Joaquina la dicha de encontrarse también con el gran apóstol San
Antonio María Claret cuyos consejos le fueron de gran provecho para el progreso
de su nueva congregación.
Vino luego la guerra civil llamada "Guerra Carlista" y nuestra
santa, perseguida por los izquierdistas, tuvo que huir a Francia donde estuvo
desterrada por tres años. Allí recibió la ayuda muy oportuna de un joven
misteriosos que ella creyó siempre haber sido San Miguel Arcángel, y Dios le
preparó en estas tierras a una familia española que la trató con verdadera caridad.
Al volver a España, quizás como fruto de los sufrimientos padecidos y de
tantas oraciones, empezó a crecer admirablemente su comunidad y las casas se
fueron multiplicando como verdadera bendición de Dios.
En 1850 empezó a sentir los primeros síntomas de la parálisis que la iba a
inmovilizar por completo. Aconsejada por el Vicario Episcopal renunció a todos
sus cargos y se dedicó a vivir humildemente como una religiosa sin puesto
ninguno. Aunque conservaba plenamente sus cualidades mentales, sin embargo,
dejó a otras personas que dirigieran la Congregación. Dios le suscitó un nuevo
y santo director para su comunidad, el Padre Bernardo Sala, benedictino, quien
se propuso dirigir a las religiosas según el espíritu de la santa fundadora.
Durante cuatro años la parálisis se fue extendiendo y la fue inmovilizando
por completo hasta quitarle también el habla. Vino luego una epidemia de
cólera, la cual acabó con su vida y el 28 de agosto de 1854 pasó santamente a
la eternidad.
Antes había tenido el gusto de ver aprobada su Comunidad religiosa por la
Santa Iglesia en 1850. Y desde entonces ha venido ayudando de manera prodigiosa
a sus religiosas que se han extendido por muchos países.
La Comunidad de Carmelitas de la Caridad tiene ahora 290 casas en el mundo
con 2,724 religiosas. 40,079 niñas son educadas en sus colegios y 4,443
personas son atendidas en sus hospitales.
Fue declarada santa por el Papa Juan XXIII en 1959 (siendo ella la primera
persona que canonizó este Pontífice).
Santa Joaquina: sin hacer milagros en vida, y siendo una sencilla madre de
familia, una esposa afectuosa, y una mujer que tuvo que sufrir mucho en la
tierra, y que dedicó sus grandes energías en ayudar a los necesitados, sea para
nosotros un modelo para imitar, y una poderosa protectora que ruegue por
nuestra santificación y la salvación. Que Dios nos mande muchas santas como
ésta, muchas Joaquinas más.
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