24 – DE
MAYO – MIERCOLES –
7 - SEMANA DE
PASCUA – A –
María Auxiliadora
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (20,28-38):
En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso:
«Tened
cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar,
como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya
sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán
piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y
arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que, durante tres
años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a
cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de
gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los
santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos
han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es
nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las
palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.”»
Cuando
terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar
y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había
dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.
Palabra de Dios
Salmo:
67,29-30.33-35a.35b. 36c
R/. Reyes de
la tierra, cantad a Dios
Oh, Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh Dios, que actúa en favor
nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo. R/.
Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.» R/.
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder, sobre las nubes.
¡Dios sea bendito! R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (17,11b-19):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo,
guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como
nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste,
y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que
se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que
ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo
los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que
los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como
tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me
consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»
Palabra del Señor
1. Jesús
está pronunciando su oración final de despedida. Y en ella pide para
sus discípulos cuatro cosas:
1) Que se
mantengan unidos.
2) Que tengan alegría, es decir, que
sean felices.
3) Que jamás cedan al mal en el
mundo.
4) Que se
santifiquen en la verdad.
Por tanto,
para Jesús, lo más importante en la vida es que vivamos unidos, que seamos
felices, que nunca le hagamos mal a nadie, que seamos veraces siempre.
Es notable
que, en esta oración final, Jesús no menciona nada que tenga que ver con "lo religioso",
"lo sagrado", "lo trascendente".
Ni la
teología, ni los cristianos, hemos asimilado lo que el gran teólogo que fue K.
Rahner denominó el existencial sobrenatural: todo "lo humano", que
vivimos en nuestra existencia, nos lleva a Dios y nos une a Dios.
2. Ser
piadoso, ser devoto, ser observante de ciertos rituales o costumbres, todo eso,
es relativamente fácil. Lo difícil en la vida es la honradez transparente, la
bondad sin fisuras, la honestidad, el respeto, la tolerancia, todo eso que hace
a una persona buena de verdad.
Eso es lo
que, ante todo, quería Jesús para los suyos.
3. En
definitiva, Jesús presenta aquí un ideal de vida que no está al alcance de lo
que da de sí la condición humana. Esta ejemplaridad es el signo de
la presencia del Evangelio en el mundo. El signo, por tanto, de que lo de Jesús
es verdad. Y que el Evangelio es la fuerza que puede transformar este mundo tan
roto y causante de tanto sufrimiento.
María, Auxilio de los Cristianos,
mediadora de la humanidad. Como Madre del Redentor, por fuerza y mérito de la
corredención, Ella es la ayuda de la humanidad necesitada de redención; lo es
también de cada individuo, porque es la Madre espiritual de todos. Patrona de
todos los cristianos, en especial de los salesianos. Defensora de Europa
durante las invasiones musulmanas.
Vida de María
Auxiliadora
Los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía,
Éfeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el
nombre de Auxiliadora.-En griego, se dice con la palabra "Boetéia",
que significa "La que trae auxilios venidos del cielo".
Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama
"Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo. Los dos títulos
que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto)
son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia).
En el año 476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra
Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en
el año 532 llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra
el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra
Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los
enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.
El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora
de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos
débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también
"Auxiliadora de los que gobiernan"
En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora
se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se
celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año
560: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de
los que ya están en el cielo".
San Juan Damasceno, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María
Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La "Virgen es
auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros,
Auxiliadora en la hora de la muerte".
San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón:
"Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora
contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan
la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar,
Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".
El emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a
poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en
prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad,
pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los
reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las
batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh Madre de Dios,
si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta
en la Iglesia Católica".
Napoleón que había dicho: "Las
excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis
soldados", vio con desilusión que, en los fríos campos de Rusia, helaba
las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido
deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y
maltrechos hombres. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a
aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su
vida.
El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814
regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la
Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en
Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.
El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María
Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre
de Dios. su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de
agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre.
Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna.
La Santísima Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que
adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para
educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió
que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.
"Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima
Virgen". Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la
devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los
favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que
esta devoción ha llegado a ser una de las más populares.
San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María Auxiliadora y
veréis lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta
pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros".
Oración a María Auxiliadora
Himno Salve, del mar Estrella, Salve,
Madre sagrada De Dios y siempre virgen, Puerta del cielo santa. Tomando de
Gabriel El «Ave», Virgen alma, Mudando el nombre de Eva, Paces divina trata.
La vista restituye, Las cadenas desata, Todos los males quita, Todos los
bienes causa. Muéstrate, madre, y llegue Por ti nuestra esperanza A quien, por
darnos vida, Nació de tus entrañas.
Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, Libres de culpa, infunde
Virtud humilde y casta. Vida nos presta pura, Camino firme allana, Que quien a
Jesús llega Eterno gozo alcanza. Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu
alabanzas; Una a los tres demos, Y siempre eternas gracias. Amén
Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles,
reunidos en oración con María la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de
la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu
nombre con testimonio de palabra y de vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
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