21 – DE MAYO – DOMINGO –
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Santos Cristóbal Magallanes
y compañeros, mártires
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (1,1-11):
En
mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseño desde el
comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado
instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo.
Se
les presentó Él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que
estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de
Dios.
Una
vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino:
«aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar,
porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu
Santo dentro de no muchos días».
Los
que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor,
¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?».
Les
dijo:
«No
os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido
con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que
va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y
Samaría y “hasta el confín de la tierra”».
Dicho
esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó
de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se
les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
«Galileos,
¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado
de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al
cielo».
Palabra de Dios
Salmo 46,2-3.6-7.8-9
R/. Dios
asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de
trompetas
Pueblos
todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos
de júbilo;
porque el Señor altísimo
es terrible,
emperador de toda la
tierra. R/.
Dios
asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de
trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey,
tocad. R/.
Porque
Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las
naciones,
Dios se sienta en su trono
sagrado. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,17-23):
Hermanos:
El
Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de
sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón
para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de
gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su
poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza
poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y
sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder,
fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este
mundo, sino en el futuro.
Y
«todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo.
Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.
Palabra de Dios
Evangelio según san Mateo (28,16-20)
En
aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les
había indicado.
Al verlo, ellos se
postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se
me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos
a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y
sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Palabra del Señor
Triunfo y misión.
En lenguaje moderno, la fiesta de hoy
sería como el premio fin de carrera para Jesús, o mejor, el premio Nobel que
reconociese la gran labor realizada durante toda su vida. Como diría san
Ignacio de Loyola, motivo suficiente para «alegrarnos y gozarnos de tanta
alegría y gozo de Cristo, nuestro Señor».
Los
autores del Nuevo Testamento no saben lo que es el fin de carrera ni el premio
Nobel. Ellos recurren a imágenes muy distintas. Lucas, en el libro de los
Hechos, basándose en la cultura grecorromana, presenta el triunfo como subida
al cielo; la carta a los Efesios, como estar sentado a la derecha de Dios; el
evangelio, como la plenitud del poder. Pero este triunfo no debe dejarnos
embobados, mirando al cielo. En la primera y tercera lecturas adquiere especial
relieve el tema de la misión.
Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante
representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de
formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena
se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es
Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los
Hechos.
En
mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y
enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había
escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo…
…Dicho esto, lo vieron
levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos
al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que
les dijeron:
― Galileos, ¿qué
hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para
subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.
Curiosamente, esta versión difiere bastante de lo que cuenta Lucas en su
evangelio.
Ø En el Evangelio,
Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).
Ø En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se
menciona la nube).
Ø En el evangelio,
los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).
Ø En el evangelio
vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.
Subir al cielo como imagen del triunfo
Si el mismo autor,
Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos
quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje
profundo.
La idea de la ascensión
resulta chocante al lector moderno por dos motivos muy distintos:
1) no es un hecho que
hayamos visto;
2) se basa en una
concepción espacial puramente psicológica (arriba lo bueno, abajo lo malo), que
choca con una idea más perfecta de Dios.
Precisamente por esta línea psicológica podemos buscar la explicación.
Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona
de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios
habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta
más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro
de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante
hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los
antiguos.
Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo
Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha
muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el
del rapto al cielo.
Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica
greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma
parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules,
Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. (Los incluyo al
final para los interesados.)
Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos
interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una
forma de expresar la glorificación de Jesús.
La segunda lectura de hoy, tomada de la carta a los Efesios, es muy
interesante en este sentido. No habla de la ascensión de Jesús al cielo, pero
se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la
derecha de Dios, por encima todo y de todos.
Hermanos: Que el Dios
de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría
y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón,…
Misión
La primera lectura (Hechos) y el evangelio (Mateo) coinciden en ofrecernos
unas palabras de despedida de Jesús a sus discípulos. El evangelio las cuenta
así:
…Jesús les dijo:
― Se me ha dado
pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los
pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Si comparamos lo que dice Mateo con lo que ha contado Lucas en los Hechos
(1ª lectura) encontramos también aquí notables diferencias:
Ø Lucas sitúa la despedida en Jerusalén, los discípulos muestran una vez más su
preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía
la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo.
Ø Mateo la sitúa en Galilea, los discípulos no dicen nada, Jesús los envía de
inmediato al mundo entero y lo que promete no es la venida del Espíritu sino su
compañía continua: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”.
A pesar de estas grandes diferencias, los dos textos coinciden en la
importancia de la misión.
Ø Hechos: Recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.
Ø Mateo: Id y haced discípulos de todos los pueblos.
Por
eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al
cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de
Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la
compañía continua del Señor.
Los cuarenta días
El evangelio no dice
nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión.
- ¿Qué significa, y por qué lo introduce Lucas? El número 40 se
usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un
período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los
israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían
citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que
los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de
Jesús, y que Jesús se les hizo especialmente presente durante el tiempo que
consideró necesario.
Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje
A propósito de Hércules escribe Apolodoro
en su Biblioteca Mitológica: “Hércules... se fue al monte Eta, que pertenece a
los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la
encendiesen (...) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso
debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la
inmortalidad...” (II, 159-160).
Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en
esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que
la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida
de los Doce Césares, Augusto, 100).
Drusila, hermana de Calígula,
pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula
consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con
el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio
Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo,
recibió en premio un millón de sestercios.
De Alejandro
Magno escribe el Pseudo
Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se
extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del
cielo hasta el mar, acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que
llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó
el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió
Alejandro en un sueño eterno" (Libro III, 33).
Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato
que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero
él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que
no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y
éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si
las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su
canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio
de Tiana VIII, 30).
Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia
antigua de RomaI,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en
una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el
aire”.
Santos Cristóbal Magallanes
y compañeros, mártires
Nació en San
Rafael Totatiche (México) en el año 1869. Al irrumpir la persecución contra la
Iglesia católica, junto a otros 24 presbíteros y fieles laicos de diversos
lugares de México y de distintas edades, padeció el martirio en el año 1927,
confesando, con sus compañeros, a Cristo Rey ante el odio contra el nombre
cristiano. l
Martirologio
Romano: Santos Cristóbal Magallanes, presbítero, y compañeros, mártires,
que, perseguidos en diversas regiones de México en odio al nombre cristiano y a
la Iglesia católica, por haber confesado fielmente a Cristo Rey alcanzaron la
corona del martirio. († de 1915 a 1937).
Fecha de beatificación: 22 de noviembre de 1992 por S.S. Juan Pablo
II
Fecha de
canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II
Breve Reseña
La persecución religiosa de Méjico se extendió, en diferentes oleadas a lo
largo de casi tres decenios del siglo XX. En 1911, apenas vencieron las fuerzas
revolucionarias de Madero, sobre las de Porfirio Díaz, comenzó para los
católicos un periodo de dos años en los que gozaron de igualdades jurídicas y
políticas. En 1913, fue asesinado el presidente Madero, y fueron acusados los
católicos y su jerarquía de se causantes o apoyar el asesinato, con lo cual
fueron víctimas de una cruel persecución por las fuerzas revolucionarias.
Venció el ejército de Carranza en 1914, que redactó la Constitucion
anticlerical de 1917, donde se exiliaron a los obispos y la mayoría de los
religiosos y el clero; se destruyeron iglesias y se prohibió el culto. En 1920,
con la llegada del general Obregón se pusieron las bases para la paz religiosa,
ablandando la censura, permitiendo el regreso de los obispos y el clero. En
1925, el presidente Calles, originó el cisma y volvió a la persecución
religiosa, que originó un levantamiento del pueblo mejicano, llamados
"cristeros" que reivindicaba la catolicidad del pueblo de Méjico, una
parte del clero rural tuvo que ver en este levantamiento, y todo ello originó
una fuerte persecución. Los obispos, la mayoría en el exilio, estuvieron
divididos, y una parte no fue partidaria de la lucha armada. La Santa Sede a
pesar de condenar la "Constitución de 1917", no apoyó a los
"cristeros". El 1929, la Santa Sede consiguió y firmó con el gobierno
mejicano "un modus vivendi" que comprometió al gobierno a firmar una
amnistía a los clérigos y fieles y a deponer las armas a los cristeros. Hasta
1992, hubo en Méjico un estado laico, anticlerical, pero se
"toleraba" a la Iglesia, hasta que se establecieron las relaciones
diplomáticas con el Vaticano.
Fueron muchos los fieles que sufrieron el
martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que
fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.
El milagro de su canonización
Uno de los pasos formales en las causas
de canonización en la iglesia católica es la verificación de un milagro obrado
por Dios por intercesión del o de las personas para quienes se busca su
inclusión en el canon de santos. En el caso de este grupo de 25 mártires
cristeros, María del Carmen Pulido Cortes de Guadalajara, México, experimentó
ese milagro.
Pulido, diagnosticada con una enfermedad incurable luego de que se
descubrieran quistes (algunos extirpados quirúrgicamente) en el pecho, fue a
Roma para el pedido de beatificación -de este grupo de mártires- acompañando a
Fray José de Jesús Gálvez Amezcua, director en ese momento de un seminario de
Guadalajara. "Fui a Roma y rogué por mi curación, pero no sucedió",
relató ella en una entrevista.
En 1993, Fray Gálvez le dio a Pulido un crucifijo de plata que contenía
pequeños trozos de ropa, sangre y huesos de los 25 mártires cristeros. Ella
colocó el crucifijo sobre su pecho. “Estaba muy enferma”, le dijo al
periodista, “pero apenas mi madre me dio la cruz con las reliquias sentí alivio.
La cura fue instantánea”. Los médicos confirmaron que Pulido estaba
completamente curada pero no pudieron explicar lo que había sucedido.
Luego de seis años de extensas investigaciones la Congregación para la Causa
de los Santos presentó al Papa Juan Pablo II el caso y él firmó el decreto
reconociendo el mismo como un milagro.
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