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DE MAYO
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MIÉRCOLES - 5ª SEMANA DE PASCUA
Jn
15,1-8
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre
es el
labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo
el queda fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis
limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en
vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo
en él, ese da fruto abundante
porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en
mí, lo tiran fuera como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y
los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante, así
seréis discípulos míos".
1. Jesús habla aquí del “fruto” que tienen que producir sus
discípulos. Jesús
le da a esto tanta importancia que, si no hay fruto, no hay
cristiano, ni
cristianismo. Ahora bien, si esto se toma en serio, resulta
preocupante y
problemático en este momento. Porque, ¿qué frutos estamos
produciendo hoy los creyentes en Cristo en cuanto tales? ¿Se puede
decir que donde hay cristianos, hay paz, armonía, concordia, respeto
a los demás y a las instituciones públicas...?
2. El evangelio de Juan establece un criterio sobrecogedor: “para
dar fruto, el grano de trigo tiene que fracasar y morir” (Jn 12,
34-36). Jesús, para producir fruto, tuvo que morir (H. Th. Wrege).
Aquí está la piedra dura en la que los cristianos nos partimos los
dientes porque nunca la acabamos de masticar y digerir. Porque hemos
asociado el fruto al éxito, a la influencia, al poder y a las
alianzas con otos poderes, que poco o nada tienen que ver con Jesús.
3. La religión cristiana, que han asimilado y viven bastantes
que se autodenominan cristianos, se ha configurado de forma que ya
tiene poco que ver con Jesús, por más que haya quienes se empeñen
en mantener una ortodoxia doctrinal y de principios abstractos, que,
ni proceden del Evangelio, ni por aceptarlos al pie de la letra,
hacen a la gente más honrada, más bondadosa, más responsable. ¿No
tendremos que volver a ser grano de trigo que se pudre y así da
fruto?
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