15
DE MAYO
-VIERNES
- 6ª SEMANA DE PASCUA
Jn
16,20-23 a
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros estaréis
tristes. pero
vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a
dar a
luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora, pero en cuanto da a
luz al
niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido
un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a
veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra
alegría’".
1. Jesús
insiste en que se aproxima un cambio decisivo, que marcará un antes
y un después. La comparación con la mujer que va a dar a luz así
lo indica. El parto es un hecho definitivo: una vida nueva está en
el mundo a partir del momento en que la mujer da a luz. Pero a la
alegría de la vida nueva precede la tristeza que acompaña a los
dolores del parto.
2. Las
palabras de Jesús, tal como las presenta el IV Evangelio, son una
profecía, que anuncia lo que va a suceder con el paso de la muerte a
la vida en la Resurrección. Pero Jesús hace algo más que anunciar
el futuro. Lo que, de inmediato, preocupa a Jesús es el estado de
ánimo en que ve sumidos a sus amigos. Les invade la tristeza, el
miedo, la oscuridad de un futuro que no saben en qué puede parar.
Les preocupa el futuro de Jesús. Pero, como es lógico, les preocupa
también su propio futuro.
3. Y
ahí es donde se pone en evidencia la humanidad de Jesús. Él no
soporta verlos tristes, hundidos, desalentados. Jesús aquí, una vez
más. se muestra como el Hijo del Padre, imagen del Padre en el
mundo. Pero, además de eso y precisamente por eso, se muestra
también como el ser humano más sensible al sufrimiento y a la
alegría. No quiere ver a los amigos hundidos. De ahí que su última
palabra es “alegría".
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