sábado, 30 de mayo de 2015

Párate un momento: Evangelio del día: 30 DE MAYO - SÁBADO - 8ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO







30 DE MAYO - SÁBADO -
8ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO


Mc 11,27-33

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén, y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores, y le preguntaron: "¿Con qué autoridad haces
esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”. Jesús les replicó: “Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era cosa de Dios o de los hombres?. Contestadme". Se pusieron a deliberar: “Si decimos que es de Dios, dirá: “¿Y por qué no le habéis creído?”. Pero como digamos que es de los hombres... (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta). Y respondieron a Jesús: “No sabemos". Jesús les replicó: “Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto".


1. Los sacerdotes, los senadores y los letrados eran los tres grupos que componían el Sanedrín. Es decir, aquellos tres colectivos constituían la nobleza clerical, la nobleza secular y los teólogos que tenían como misión ser los intérpretes oficiales de la Ley religiosa de Israel. En definitiva, Jesús se encontró, de repente, ante la cúpula del poder religioso y del poder político de aquel país. Pues bien, como eran los hombres del poder, cuando vieron lo que Jesús había hecho y había dicho al expulsar a los mercaderes del templo, lo que les interesaba no es si ellos, efectivamente, eran o no eran unos “bandidos” o los protectores de la “cueva de bandidos". Lo único que les importaba era “con qué autoridad” actuaba Jesús. Y “quién le había dado aquella autoridad". Los poderosos solo viven preocupados por el poder. No les importa lo que piensa o lo que quiere Dios. No les interesa la moral del comportamiento. Son hombres obsesionados con el tema del poder.


2. Ahora bien, la autoridad (“exousía”) que Jesús les dio a los apóstoles no era “poder” o “potestad” (menos aún, la “sacra potestas", de la que se habla en la Constitución sobre la Iglesia, del Vaticano II, en LG 22). La autoridad que dio Jesús a los Doce fue la misión de expulsar demonios y curar enfermedades (Mt 10, 1; Mc 3, 13). No era un poder para someter a los fieles, ni se trataba de un poder doctrinal o teológico. Se trataba (y se trata) de la misión de aliviar el dolor del mundo. Remediar sufrimientos y hacer más felices a los seres humanos.


3. Por tanto, la misión de los Apóstoles
y de la Iglesia que surgió de aquellos hombres y sus comunidades — no es una “misión religiosa", sino una “misión humanitaria”. Es la tarea de humanizar este mundo y hacer más soportable esta vida. Una misión cuyos destinatarios son todos los que tienen que soportar lo más duro de la vida: la pobreza, la enfermedad, la injusticia, las consecuencias de la injusticia del sistema y las desigualdades que el sistema produce. No se trata de convertir a la Iglesia en una ONG. No es eso. Si la misión de humanizar el mundo se toma en serio, y con todas sus consecuencias, es una misión tan complicada y tan difícil, que únicamente es posible desde una fe intensa, una espiritualidad profunda y una fe y oración al Padre que supone una intensa espiritualidad. Pero una religiosidad así, no necesita ni templos, ni rituales, ni sacerdotes, ni poderes sagrados, etc, etc. Lo que necesita es centrar la vida en la persona de Jesús, en la forma de vida que llevó Jesús. Eso es lo que tiene que hacer la Iglesia y quienes a ella pertenecemos.



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