miércoles, 20 de mayo de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 21 DE MAYO - JUEVES - 7ª SEMANA DE PASCUA







21 DE MAYO
- JUEVES - 7ª SEMANA DE PASCUA

Jn 17, 20-26

     En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo Jesús dijo: “No solo por ellos ruego, sino también par los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre en mí y yo en ti, para que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mi. Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no me ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste.
     Les he dado a conocer y les daré a conocer tu Nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos”.

1. Prescindiendo de problemas históricos, relacionados con la comunidad en la que se redactó este texto, y dado que de eso no tenemos un conocimiento seguro, lo más razonable será pensar en lo que este evangelio dice claramente y las consecuencias que entraña.

2. Aquí se insiste en que el deseo más fuerte de Jesús es la unidad de los que crean en él, sean quienes sean y estén donde estén. Además, Jesús pide una unidad tal, que sea un argumento para que el mundo crea que Jesús ha venido de Dios. O sea, la unidad entre los creyentes en Jesús tiene que ser un fenómeno que solo se pueda explicar porque en eso se palpa la intervención de una fuerza que rebasa lo meramente humano.

3. Si tenemos en cuenta que en este mundo hay gentes tan distintas, en culturas, lenguajes, formas de pensar y, sobretodo, intereses tan diversos y hasta opuestos, resulta evidente que la unidad que pide Jesús no puede ser:
1) Coincidencia de todos con las ideas y el lenguaje religioso de la cultura helenista de los ss. IV y V.
2) Uniformidad en prácticas rituales propias de la cultura latina de la Edad Media;
3) Sumisión de todos a un solo hombre, que es visto como el representante de Cristo en la tierra. 
   Parece razonable decir que la unidad que pide Jesús, para todos los que crean en él, tiene que ser algo más profundo y que sea algo motivador para cualquier ser humano. - ¿No podría decirse que estamos hablando de la unidad en lo que todos anhelamos y nunca alcanzamos?   - ¿No sería la unidad en el respeto, la tolerancia, el acercamiento a la igualdad en derechos y deberes, y, por supuesto, en el amor que todos necesitamos?   - ¿No habría que decir que, si se da esa unidad, es que la Humanidad, que se reveló en Jesús y en tantos otros hombres profundamente humanos, se ha hecho posible?    Si no coincidimos, al menos, en esto, hablar de unidad,  ¿no es hablar por hablar?.




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