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DE MAYO
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JUEVES - 7ª SEMANA DE PASCUA
Jn
17, 20-26
En aquel tiempo,
levantando los ojos al cielo Jesús dijo: “No solo por ellos ruego,
sino también par los que crean en mí por la palabra de ellos, para
que todos sean uno, como tú, Padre en mí y yo en ti, para que ellos
también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado. También les di a ellos la gloria que tú me diste, para que
sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí para que
sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has
enviado y los has amado como me has amado a mi. Padre, este es mi
deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy y
contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la
fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no me ha conocido, yo
te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste.
Les
he dado a conocer y les daré a conocer tu Nombre, para que el amor
que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos”.
1.
Prescindiendo de problemas históricos, relacionados con la
comunidad en la que se redactó este texto, y dado que de eso no
tenemos un conocimiento seguro, lo más razonable será pensar en lo
que este evangelio dice claramente y las consecuencias que entraña.
2.
Aquí se insiste en que el deseo más fuerte de Jesús es la
unidad de los que crean en él, sean quienes sean y estén donde
estén. Además, Jesús pide una unidad tal, que sea un argumento
para que el mundo crea que Jesús ha venido de Dios. O sea, la unidad
entre los creyentes en Jesús tiene que ser un fenómeno que solo se
pueda explicar porque en eso se palpa la intervención de una fuerza
que rebasa lo meramente humano.
3.
Si tenemos en cuenta que en este mundo hay gentes tan distintas, en
culturas, lenguajes, formas de pensar y, sobretodo, intereses tan
diversos y hasta opuestos, resulta evidente que la unidad que pide
Jesús no puede ser:
1)
Coincidencia de todos con las ideas y el lenguaje religioso de la
cultura helenista de los ss. IV y V.
2)
Uniformidad en prácticas rituales propias de la cultura latina de la
Edad Media;
3)
Sumisión de todos a un solo hombre, que es visto como el
representante de Cristo en la tierra.
Parece razonable decir que la
unidad que pide Jesús, para todos los que crean en él, tiene que
ser algo más profundo y que sea algo motivador para cualquier ser
humano. - ¿No podría decirse que estamos hablando de la unidad
en lo que todos anhelamos y nunca alcanzamos? - ¿No sería la unidad
en el respeto, la tolerancia, el acercamiento a la igualdad en
derechos y deberes, y, por supuesto, en el amor que todos
necesitamos? - ¿No habría que
decir que, si se da esa unidad, es que la Humanidad, que se reveló
en Jesús y en tantos otros hombres profundamente humanos, se ha
hecho posible? Si no coincidimos, al menos, en esto, hablar de
unidad, ¿no es hablar por hablar?.
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