20
DE MAYO
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MIÉRCOLES - 7ª SEMANA DE PASCUA
Jn
17, 11 b-19
En
aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró diciendo:
“Padre santo: guárdalos en tu nombre a los que me has dado, para
que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en
tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno de ellos se
perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la
Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos
mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el
mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del
mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del
mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo,
así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo para
que también se consagren ellos en la verdad”.
1. Jesús
pide aquí tres cosas para su comunidad de discípulos. Ante todo,
Jesús pide unidad. Y no cualquier forma
de unidad. Jesús le ruega al Padre: “Quesean uno, como nosotros".
La unidad de los creyentes ha de ser, según el deseo de Jesús, la
reproducción visible en el mundo de la unidad invisible que existe
en Dios, tal como Jesús nos ha enseñado que es Dios: unión de
seres que supera todas las desuniones que puede haber en esta vida.
Es lo primero por lo que se tienen que afanar quienes dicen o piensan
que siguen a Jesús.
2. En
segundo lugar, Jesús pide alegría.
Jesús lo dice con una expresión fuerte: “Que ellos mismos tengan
mi alegría cumplida". La gran preocupación de Jesús es que se
sientan felices, que en ellos se reproduzca la experiencia de gozo
profundo, que supera los peores momentos, de forma que el clima
humano habitual en ellos no sea el miedo, la culpa, la ansiedad
o la oscuridad, sino una alegría tan fuerte, que resulte difícil de
explicar.
3. En
tercer lugar, que vivan en la verdad. Es
cierto que el concepto de “verdad” es muy difícil de explicar. Y
seguramente más aún cuando hablamos de la "vedad" en el
IV evangelio. En cualquier caso, la verdad aquí no es la que pueden
enseñar los filósofos. Ni algo que se sitúa en el plano de las teorías y de los conocimientos. Vivir en la verdad es vivir en la
fidelidad, que nos es posible, a la Palabra, que es Jesús mismo.
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