Santo del día
9
DE MAYO
-SÁBADO -
5ª SEMANA DE PASCUA
Jn
15, 18-21
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si el mundo os
odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais
del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del
mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el
mundo os odia. Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su
amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán;
si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo
eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al
que me envió”.
1. Si,
efectivamente, los seguidores de Jesús se quieren y viven como Jesús
quiso, eso tuvo que suponer una innovación que pronto se vio como
amenaza y peligro para el “sistema” o el “orden establecido”.
Por eso Jesús les anuncia el “odio del mundo”. La palabra
“mundo” traduce el término griego “kósmos’, que remite, no
solo a la idea de “totalidad", sino también a lo que es el
“sistema", la “institución” y, finalmente, el “ornato”
o adorno que usan las personas.
2. ¿Por
qué el “orden establecido” odió a Jesús y odia a quienes le
siguen? Porque el sistema del orden presente se basa en el “interés”
(económico, político...), que controla y domina la libertad. Por el
contrario, el proyecto de Jesús se basa en relaciones de amor y
libertad, que, al poner sus preferencias en los últimos, entran en
conflicto con los intereses de poder, de acumulación, que generan
tanta exclusión y tanta violencia. El amor entre personas, que optan
por los más desgraciados, puede ser una seria amenaza para los
intereses del poder.
3. Jesús
ejerce una soberanía, sobre quienes le siguen, que inevitablemente
es un peligro para el “orden” de este mundo. Además, cuando
hablamos del “orden de este mundo", nos referimos, por
supuesto, al ordenamiento político y económico. Pero no solo eso.
La soberanía de Jesús, al ser la soberanía sobre pobres y
excluidos, es también un peligro y una amenaza para el ordenamiento
religioso. Todo poder, también el religioso, se siente mal cuando
percibe que la fuerza del amor, que plantea el Evangelio, cobra vigor
y va en serio, con todas sus consecuencias.
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