viernes, 8 de mayo de 2015

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Santo del día 


9 DE MAYO
-SÁBADO - 5ª SEMANA DE PASCUA

Jn 15, 18-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió”.

1. Si, efectivamente, los seguidores de Jesús se quieren y viven como Jesús quiso, eso tuvo que suponer una innovación que pronto se vio como amenaza y peligro para el “sistema” o el “orden establecido”. Por eso Jesús les anuncia el “odio del mundo”. La palabra “mundo” traduce el término griego “kósmos’, que remite, no solo a la idea de “totalidad", sino también a lo que es el “sistema", la “institución” y, finalmente, el “ornato” o adorno que usan las personas.

2. ¿Por qué el “orden establecido” odió a Jesús y odia a quienes le siguen? Porque el sistema del orden presente se basa en el “interés” (económico, político...), que controla y domina la libertad. Por el contrario, el proyecto de Jesús se basa en relaciones de amor y libertad, que, al poner sus preferencias en los últimos, entran en conflicto con los intereses de poder, de acumulación, que generan tanta exclusión y tanta violencia. El amor entre personas, que optan por los más desgraciados, puede ser una seria amenaza para los intereses del poder.


3. Jesús ejerce una soberanía, sobre quienes le siguen, que inevitablemente es un peligro para el “orden” de este mundo. Además, cuando hablamos del “orden de este mundo", nos referimos, por supuesto, al ordenamiento político y económico. Pero no solo eso. La soberanía de Jesús, al ser la soberanía sobre pobres y excluidos, es también un peligro y una amenaza para el ordenamiento religioso. Todo poder, también el religioso, se siente mal cuando percibe que la fuerza del amor, que plantea el Evangelio, cobra vigor y va en serio, con todas sus consecuencias.



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