28
DE MAYO - JUEVES -
8ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mc
10,46-52
En
aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó, con sus discípulos y
bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado
al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús
Nazareno, empezó a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión
de mí". Muchos le regañaban para que se callara. Pero él
gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí". Jesús
se detuvo y dijo: “Llamadlo". Llamaron al ciego, diciendo:
“Ánimo, levántate, que te llama’. Soltó el manto y se acercó
a Jesús. Jesús le dijo: "¿ Qué quieres que haga por ti?”.
El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver". Jesús le
dijo: “Anda, tu fe te ha curado". Y al momento recobró la
vista y lo seguía por el camino.
1. Conviene,
ante todo, fijarse en que este episodio de la vida de Jesús ocurre
en la ciudad de Jericó. El redactor del relato ha indicado la
entrada y la salida de esta ciudad. Y no debe pasar desapercibido que
esta ciudad, a pocos kilómetros de la capital, Jerusalén, fue la
primera ciudad conquistada por los israelitas cuando entraron en la
“tierra prometida”. Josué fue el conquistador (Jos 2, 5. 13-6,
26 ). Jesús “entra” y “sale” de Jericó. No se queda allí.
Su destino es el final trágico y de vergüenza ante el que supera toda
posible instalación y todo miedo. Jesús “pasó” (Hech 10, 38)
haciendo el bien. No “se quedó", en ninguna parte, para hacer
el bien o aliviar el sufrimiento humano. Esa tarea, ahora, nos
corresponde a nosotros, los que —en la medida en que “hacemos el
bien”— hacemos también presente a Jesús en esta tierra. Jesús
está presente, no solo en el cielo y en la Eucaristía. Está
presente en cada ser humano, especialmente en el que pasa por la vida
haciendo el bien, contagiando bondad y felicidad.
2. El
mendigo ciego, que pedía limosna, se llamaba “Bartimeo”. Un
nombre arameo y griego, que significa “el hijo de Timeo”. Aquel
mendigo y ciego, aquel desgraciado pordiosero, era literalmente “el
hijo del Honrado", ya que eso exactamente significa el término
griego “Timeo”.
La
sociedad está organizada y gestionada de manera que “los hijos de
la honradez” viven en la desgracia, el desamparo y la mendicidad. Y
al mismo tiempo, “los hijos de la corrupción” (el robo, la
mentira, el abuso de poder...) son la “gente importante", que
nos presenta sus intereses como derechos; y sus ganancias como leyes
intocables de la economía. Es la sociedad —según dicen— que
“nos conviene”. ¿A todos? Les conviene a los que tienen la
llave del poder, por más que a semejante poder le hayan puesto el
pomposo nombre de “estado de derecho", en el que la “mayoría
absoluta” tiene siempre la sartén por el mango.
3. La
lectura “bíblica” del Evangelio hace interminables análisis
sobre las palabras y sus complicadas significaciones. La lectura
“religiosa” del Evangelio nos intenta explicar su significado
“espiritual”. La lectura “evangélica” nos enfrenta desde
cada relato, a la dura realidad que estamos viviendo. Estas tres
lecturas son necesarias. Pero ocurre, por desgracia, que pocas veces
llegamos, con visión (no con ceguera) a la tercera lectura. Por eso
es tan frecuente que, de las homilías o de las explicaciones del
Evangelio, no llegamos a sacar ni un 10% aprovechable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario