1
DE JUNIO – LUNES -
9ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mc
12, 1-12
En
aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos
sacerdotes, a los letrados y a los senadores: “Un hombre plantó
una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la
casa del guarda, la arrendó a unos labradores, y se marchó de
viaje. A su tiempo envió un criado a los labradores, para percibir
su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo
despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado: a este lo
insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros
muchos los apalearon o los mataron. Le que daba uno, su hijo querido,
y lo envió el último pensando que a su hijo lo respetarían. Pero
los labradores se dijeron: “Este es el heredero. Venga, lo matamos,
y será nuestra herencia". Y agarrándolo, lo mataron y lo
arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña?
Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros. ¿No
habéis leído aquel texto: “La piedra que desecharon los
arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha
hecho, ha sido un milagro patente?” Intentaron echarle mano, porque
veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente y se
marcharon.
1. La
clave de interpretación de esta parábola hay que buscarla en el
antisemitismo que pronto brotó en la Iglesia naciente. Jesús fue
judío. Pero fue también un crítico muy severo de las desviaciones
en que habían incurrido los dirigentes del judaísmo: sumos
sacerdotes, letrados y senadores, los tres grupos que formaban el
Sanedrín y a los que Jesús dirige la parábola. Además, Jesús
presentó a Dios y la Religión de forma muy distinta de como se
entendía todo eso en la tradición anterior.
2. Pero
la parábola distingue muy bien entre los dirigentes y el pueblo. Los
dirigentes son acusados de asesinos. El pueblo está de parte de
Jesús, hasta tal punto que aquellos dirigentes no mataron a Jesús,
allí mismo, porque tenían miedo al pueblo. Jesús se enfrentó a
los dirigentes, al Dios de los dirigentes y a la Religión que ellos
manipulaban.
3. En
todo caso, Jesús no fue antisemita. Ni dio pie al antisemitismo. Sin
embargo, lo que sí es cierto es que Jesús: 1) Nos dejó una
“imagen” de Dios, encarnado y humanizado, que no coincide con el
Dios de la tradición de Israel; 2) Modificó el modo de entender
y practicar la religión, no identificada ya con leyes, ritos y
espacios sagrados; 3) Por todo esto, para Jesús, lo determinante
para el encuentro con Dios no es lo que se reduce a
“lo religioso” y “lo sagrado", sino la totalidad de “lo
laico", ya que el punto de ese encuentro no es la práctica
religiosa, sino el amor, que nos ha de unir a todos con todos,
también con los semitas. Un punto capital en el que los cristianos
no hemos sido precisamente un ejemplo.
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