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DE MAYO
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MARTES - 5ª SEMANA DE PASCUA
Jn
14,27-31 a
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: “La Paz os dejo, mi paz os
doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón
ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro
lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque
el Padre
es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que
cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues
se acerca el Príncipe de este mundo, no es que él tenga poder sobre mí,
pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que
lo que el Padre me manda, yo lo hago”.
1. Jesús
les deja a sus discípulos la paz. Es deseo y mandato de Jesús para
su comunidad de discípulos. La paz, por tanto, es principio
fundamental del cristianismo. Y sin embargo, la experiencia histórica
nos enseña que el cristianismo ha sido (y sigue siendo) una de las
tres grandes religiones “de confrontación”, fuente y origen de
indecibles violencias. No hace falta recordarlas de nuevo. Son de
sobra conocidas. Los últimos papas han pedido perdón al mundo por
esta historia tan sombría.
2. Hay
quien se ha preguntado si la relación entre religión y violencia es una
relación meramente histórica o es, además, una relación esencial.
De ser
esto así, sería cierto que donde hay religión (sea la que sea) hay
violencia. Pero no parece que esto se pueda demostrar. Porque la
experiencia histórica nos dice que han existido personas y grupos
profundamente religiosos que jamás fueron violentos, sino todo lo
contrario. El ejemplo de Francisco de Asís es elocuente en este
sentido.
3. Pero
ocurre que Jesús distingue sabiamente entre la paz que él da y la
que da el “orden establecido” (kósmos = “mundo”). La paz de
este mundo se
basa en el equilibrio de fuerzas y está basada, por tanto, en el
principio de la “violencia controlada", que, como sabemos,
con tanta frecuencia se descontrola. El problema está en que, no sin
razón, se ha dicho que “toda religión es política” (E.
Barnavi). Porque toda religión, en cuanto grupo organizado, es
poder. De ahí, su conexión con la violencia. Por eso Jesús afirma
que él no da la paz como la da el mundo. La paz, que ha de ofrecer
el cristianismo, se basa en que hay hombres que toman en serio la
presencia de Jesús en ellos y entre ellos. En hombres así, el
corazón no tiembla ni se acobarda. Sólo así se anula la raíz de
la violencia.
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