26
DE MAYO
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MARTES - 8ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mc
10,28-31
En
aquel tiempo, Pedro se puso a decirle a Jesús: ‘Ya ves que
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús dijo:
“Os aseguro que quien deja casa, o hermanos, o madre o padre, o
hijos o tierras, por mi y por el Evangelio, recibirá ahora, en este
tiempo, cien veces más —casa y hermanos y hermanas y madres e
hijos y tierras, con persecuciones—, y en la edad futura, vida
eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros”.
1. Esta
intervención de Pedro y la respuesta de Jesús indican claramente
que los discípulos, efectivamente, siguieron a Jesús. Aquellos
hombres lo dejaron todo y se fueron a compartir su forma de vida y
las consecuencias
que
de aquella vida se seguían. Es verdad que los discípulos nunca
llegaron a fiarse plenamente de Jesús ya creer en él. En los
evangelios — aparecen reproches frecuentes de Jesús a los
discípulos por su falta de fe o por su poca fe. Por tanto, es
compatible la falta de fe (o las dudas e inseguridades de la fe) con
el seguimiento de Jesús. Esta es la primera lección que se deduce
de este relato.
2. Pero
en la respuesta de Jesús da a Pedro hay algo más que en la
respuesta que el mismo Jesús le dio al joven rico. En el episodio
del joven, Jesús solo le exige la renuncia al dinero. Aquí, Jesús
habla de los que abandonan, no solo la “casa” y las “tierras",
sino que además a eso se añade la separación de la familia,
detalladamente enumerada. Jesús pide el despojo total. Es decir,
despojarse de todo lo que nos puede dar “seguridad". ¿Por
qué? Muy sencillo: el desprendimiento de toda “seguridad” es lo
que hace posible en nosotros la “libertad”. Mientras se tenga o
“dinero” o “familia’ (o los equivalentes: una “institución
sólida y segura” o algo equivalente...), se siente la estabilidad
y la seguridad de que no me va a faltar en la vida, al menos, lo
fundamental. Pero ocurre que, mientras disponemos de seguridades a
las que agarrarnos, estamos condicionados, limitados, atados. Y, por
tanto, nos pondremos (sin darnos cuenta) constantes censuras, a la
hora de hacer o decir, ante la sociedad o ante los poderes públicos
(o privados) que nos pueden condicionar.
3. Es
notable que, en la respuesta de Jesús, se advierte un elocuente
paralelismo entre la expresión de Jesús “por mí y por la buena
nueva” (Mc 10,29) y la segunda enumeración en donde habla de
“persecuciones” (Mc 10, 30) (Joel Marcus). Para Jesús, seguirle
a él y al Evangelio lleva consigo persecuciones. La razón de este
paralelismo es muy clara: el sistema no soporta hombres libres.
Porque la libertad es un peligro y muchos ven a las personas libres
como una amenaza. De ahí, las persecuciones. Lo cual quiere decir
que donde no hay persecuciones no hay seguimiento de Jesús.
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