19
DE MAYO
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MARTES - 7ª SEMANA DE PASCUA
Jn
17, 1-11a
En
aquel tiempo, Jesús levantando los ojos al cielo dijo: “Padre, ha
llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique
y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida
eterna a los que le confiaste. Esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo
te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me
encomendaste. Y ahora, Padre glorifícame cerca de ti, con la gloria
que yo tenía cerca de ti antes que el mundo existiese.
He
manifestado tu Nombre a los hombres que me diste de en medio del
mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu
palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti;
porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos
las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y
han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por
el mundo, sino por estos que tú me diste y son tuyos. Si, todo lo
mío es tuyo y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no
voy a estar en el mundo; pero ellos están en el mundo, mientras yo
voy a ti”.
1. Esta
larga oración, que Jesús pronuncia antes de su pasión y muerte, es
una meditación teológica que hace el autor del IV Evangelio. Una
meditación que el autor pone en boca de Jesús en forma de plegaria
al Padre. Esta oración, por tanto, no expresa lo que Jesús pensaba
aquella noche, horas antes de morir, sino la cristología que
predominaba en “la comunidad del discípulo amado”, seguramente a
finales del siglo primero. Lo cual no quiere decir que todo esto
fuera un invento del “discípulo amado”. Como es lógico, en esta
oración se recogen ideas y palabras que fueron clave para Jesús.
2. Cuando
llegó el momento culminante, Jesús fue consciente de que le había
llegado “la hora”. Concretamente, “su hora”. No solo la hora
de la muerte, sino además, y en aquella muerte tal como se produjo,
Jesús vio la hora de la gloria. Estamos, por tanto, ante la
inversión total de todos los valores que en este mundo se aprecian y
se exaltan. Con lo que Jesús está diciendo que la glorificación no
esta en el éxito y el triunfo, sino en la vinculación de la propia
suerte y el propio destino a la suerte y al destino de todas las
victimas de este mundo.
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