8
DE MAYO
-
VIERNES - 5a SEMANA DE PASCUA
Jn
15,12-17
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Este es mi
mandamiento:
Que
os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque
el siervo no sabe lo que hace su Señor: a vosotros os llamo amigos,
porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No
sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido
y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto
dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros?.
1. Para decirlo de la forma más sencilla, el amor se puede vivir
como decisión o como atracción. El amor como decisión puede ser
más universal. hasta el extremo de amar incluso al enemigo. Cuando
el amor se vive así, gana en extensión, pero no se vive como pasión
o deseo. En todo caso, querer así a los demás manifiesta grandeza
de espíritu, nobleza y bondad. Este amor solo se puede vivir cuando
para ello hay una motivación que trasciende a la persona a quien
queremos. El amor como atracción es limitado y se vive en la
relación con personas concretas a las que nos sentimos vinculados
por razones de familia, amistad, simpatía o, sobre todo, deseo
erótico.
2. El mandamiento del amor, del que habla Jesús, se refiere al amor
con decisión. Pero es importante recordar que la fidelidad al amor
de atracción no es posible, a lo largo de la vida, si muchas veces
no se superan los problemas de convivencia por la fuerza y la firmeza
de una decisión que quiere siempre el bien del otro. Y, por tanto,
quiere a la otra persona de forma que la relación no degenere jamás
en un amor posesivo o impositivo. El amor es amor cuando se traduce
en respeto, aceptación, estima y libertad.
3. Así fue el amor de Jesús. Nunca pretendió poseer, ni dominar,
ni aprovecharse. Tuvo libertad para decirles a los discípulos los
fallos en que caían. Pero nunca les echó en cara nada. Ni les pasó
facturas. Y tuvo la delicadeza de tratarlos de tal forma que la noche
de la despedida, cuando dijo que uno le iba a traicionar, ninguno
sospechó de Judas. Y pasó por encima de los miedos y abandonos en
que le dejaron al final. Jesús quiso mucho a las mujeres: a mujeres
que eran bien vistas ya otras que tenían mala fama. No sabemos que
jamás fuese posesivo con ninguna. Porque supo unir el cariño al
respeto y a la libertad. Jesús, en fin, amó a los que nadie quiere,
a los lisiados, a los mendigos y vagabundos, a gentes de mala vida.
Esto es lo que nos mandó hacer a todos.
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