24
DE JULIO – VIERNES -
16ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt
13, 18-23
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador. Si uno escucha la palabra del
Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su
corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo
sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta
en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en
cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre zarzas significa que escucha la Palabra; pero los
afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se
queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha
la Palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento, o
sesenta, o treinta por uno”.
1. Sirviéndose
de la semilla como metáfora de la palabra; y de la metáfora de la
tierra sembrada como metáfora de la experiencia humana, Jesus
explica por qué, tantas veces, la palabra del Evangelio no da fruto
en el corazón y en la convivencia entre los humanos. Jesús propone
tres casos posibles. El primero es el que no se entera. Es el que
oye o incluso estudia el Evangelio, pero no sabe de qué va, cosa que
le puede ocurrir incluso a un profesor de teología. Es el que tiene
el corazón y la cabeza tan duros como un camino pisoteado por los
caminantes.
2. El
segundo caso es el entusiasta superficial. Es el que oye el
Evangelio y le parece maravilloso, pero es una persona sin
profundidad. Por eso. en cuanto se le presenta una dificultad,
empieza a ver las cosas de otra manera, y enseguida es otra persona.
Estamos hartos de ver gente que, hace unos años, pensaba de una
forma y ahora piensan al contrario. Hay católicos, que fueron
entusiastas del Concilio Vaticano II, y ahora lo ven como un fracaso.
¡Gente sin raíces! Con esa gente no vamos a ninguna parte.
3. El
tercer caso es el que tiene pinchos en el corazón. Este está de
acuerdo con el Evangelio. Pero está también de acuerdo en que lo
que importa es vivir bien y ganar dinero, acumular cuanto se pueda,
por más que eso lleve consigo afanes y todo lo que haga falta. Una
persona así, dice Jesús, por muy de acuerdo que esté con el
Evangelio, es una persona “ahogada” y “estéril”. Con gente
así, tampoco vamos a ninguna parte.
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