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DE JULIO - SÁBADO -
13ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt
9, 14-17.
En
aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús
preguntándole: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a
menudo y, en cambio tus discípulos no ayunan?”. Jesús les dijo:
“Es que pueden guardar luto los amigos del novio, mientras el novio
está con ellos?”. Llegará un día en se
lleven al novio y entonces ayunarán.
Nadie
echa, remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la
pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo
en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los
odres se estropean; el vino nuevo se echa
en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.
1. Un
día dijo Jesús que “la Ley y los Profetas llegaron hasta Juan
Bautista; a
partir
de entonces se anuncia el Reino de Dios” (Lc 16, 16). Según este
principio, los discípulos de Juan, al igual que los de los fariseos,
vivían sometidos a la Ley. Por eso, lógicamente tenían sus días
de ayuno. El ayuno es una de las obligaciones que no pocas religiones
imponen a sus fieles. Los discípulos de Jesús estaban recibiendo
otra educación: lo determinante para ellos no era someterse a la
Ley, sino vivir la experiencia del Reino de Dios, que, a juicio de
Jesús, es la experiencia del gozo y de la vida. La experiencia que
se simboliza en el gran banquete del reino, en el que entran todos,
“buenos y malos"; y en el que hay alegría para todos por
igual (Mt 22, 1-10; Lc 14, 15-24).
2. De
acuerdo con lo dicho, el ayuno es luto de muerte, en tanto que los
discípulos de Jesús viven en la fiesta de una boda sin fin. Y
conste que la apelación a que “un día se llevarán al novio y
entonces ayunarán” es texto redaccional, es decir, añadido por
Mateo. Seguramente para justificar la
costumbre
de ayunar que, ya en aquel tiempo, se había introducido en alguna
comunidad cristiana.
3. El
problema que plantea este evangelio no se limita al ayuno, que es bastante
secundario en la vida. Lo que Jesús enseña aquí, con las
metáforas del remiendo y el vino, es que los cristianos no debemos
hacer componendas o buscar fórmulas de compromiso entre lo viejo y
lo nuevo. Entre la Ley y el Evangelio. Lo que define a los
discípulos de Jesús no es la privación,
sino la alegría compartida.
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