sábado, 4 de julio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 4 DE JULIO - SÁBADO - 13ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO








4 DE JULIO - SÁBADO -
13ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 9, 14-17.

  En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús preguntándole: "¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio tus discípulos no ayunan?”. Jesús les dijo: “Es que pueden guardar luto los amigos del novio, mientras el novio está con ellos?”. Llegará un día en se lleven al novio y entonces ayunarán.
  Nadie echa, remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.

1. Un día dijo Jesús que “la Ley y los Profetas llegaron hasta Juan Bautista; a
partir de entonces se anuncia el Reino de Dios” (Lc 16, 16). Según este principio, los discípulos de Juan, al igual que los de los fariseos, vivían sometidos a la Ley. Por eso, lógicamente tenían sus días de ayuno. El ayuno es una de las obligaciones que no pocas religiones imponen a sus fieles. Los discípulos de Jesús estaban recibiendo otra educación: lo determinante para ellos no era someterse a la Ley, sino vivir la experiencia del Reino de Dios, que, a juicio de Jesús, es la experiencia del gozo y de la vida. La experiencia que se simboliza en el gran banquete del reino, en el que entran todos, “buenos y malos"; y en el que hay alegría para todos por igual (Mt 22, 1-10; Lc 14, 15-24).

2. De acuerdo con lo dicho, el ayuno es luto de muerte, en tanto que los discípulos de Jesús viven en la fiesta de una boda sin fin. Y conste que la apelación a que “un día se llevarán al novio y entonces ayunarán” es texto redaccional, es decir, añadido por Mateo. Seguramente para justificar la
costumbre de ayunar que, ya en aquel tiempo, se había introducido en alguna comunidad cristiana.

3. El problema que plantea este evangelio no se limita al ayuno, que es bastante secundario en la vida. Lo que Jesús enseña aquí, con las metáforas del remiendo y el vino, es que los cristianos no debemos hacer componendas o buscar fórmulas de compromiso entre lo viejo y lo nuevo. Entre la Ley y el Evangelio. Lo que define a los discípulos de Jesús no es la privación, sino la alegría compartida.



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